Javier Domínguez Bandera no es solo el hermano del actor español con más trayectoria internacional. Es un pilar fundamental en la vida laboral de Antonio Banderas.
Coincidiendo con el estreno del nuevo «Teatro del Soho CaixaBank«, y del musical «A Chorus Line» en Málaga, nos adentra en su mundo y demuestra que de «chico» no tiene nada.
Woman Essentia.– El estreno de “A Chorus Line” en el “Teatro del Soho CaixaBank” fue todo un éxito el pasado día 15 de noviembre. Estuvisteis arropados por familia, amigos y numerosos artistas. ¿Cómo surgió la idea de adquirir vuestro propio teatro y traer un musical de Broadway a Málaga?
Javier Domínguez.– Con sinceridad te diré que el periplo no ha sido nada fácil. La primera idea de mi hermano fue la de montar un teatro en el Puerto de Málaga, en la zona de San Andrés, pero hubo muchas trabas y se olvidó del tema. Tiempo después surgió el concurso del “Cine Astoria”, y tampoco pudo ser. Estamos aquí porque mi hermano quería hacer una aportación cultural importante a Málaga, era su ilusión, y no ha parado hasta conseguirlo. Él es así.
Nos pusimos en contacto con la familia Sánchez Ramade, empresarios teatrales y propietarios del teatro. Llegamos a un acuerdo con ellos. Antonio no quería dinero público, porque muchas veces viene envenenado, así que toda la inversión ha sido nuestra. Hemos hecho una gran obra para reformar todo el edificio.
Se organizaron tres castings: uno en Málaga, uno en Barcelona y otro en Madrid. La selección final fue aquí. La compañía es fantástica y está formada por setenta personas entre actores, músicos, técnicos… La obra está co-producida por los americanos, que han quedado muy satisfechos. Yo soy el administrador. Luis Pascual es el director. Montar este musical ha costado dos millones de euros.
Estamos encantados, porque tenemos a gente trabajando con mucha experiencia y muy comprometida. Málaga ha respondido más que bien. Hemos tenido que alargar la obra unos días, porque de momento se vendió todo.
La gira en España empieza el 4 de febrero en el “Teatro Arriaga” de Bilbao. De ahí, al “Teatro Tívoli” de Barcelona, y finalizará en el “Teatro Príncipe Pío Bankia” de Madrid. La idea es llevarla a Nueva York
WE.- Para que nuestros lectores te conozcan un poco mejor, cuéntame ¿En qué entorno naciste y te criaste?
JD.- Nací el 14 de mayo de 1962 en el Hospital 18 de Julio de Málaga, casi dos años después de mi hermano. Nos criamos en un ambiente humilde, pero muy familiar y muy feliz. Mis padres eran bastante diferentes entre sí. Mi madre era muy campechana y dicharachera. Mi padre era más serio, aunque cuando se soltaba y se ponía a contar chistes, era el mejor. Fue una persona super recta en todos los sentidos. Vivíamos en una cuarta planta sin ascensor, en un piso con una terraza enorme en la que jugábamos, en pleno centro de Málaga.
Se disfruta mucho cuando eres niño. Nuestros padres siempre nos transmitieron la unidad familiar y el respeto. Me identifico mucho con la serie “Cuéntame”, porque me recuerda a nuestra familia y nuestra casa, para que te hagas una idea. Era una época totalmente diferente, porque jugabas más en la calle, y con cualquier cosa: una pelota, canicas, chapas… Nada que ver con lo de ahora: maquinitas, internet, consolas… Estudiaba en el colegio “El Buen Pastor”, que era el que teníamos cerca.
Mi padre era policía y mi madre maestra de escuela concertada. Tuvimos una infancia muy buena. La felicidad estaba muy presente en nuestra familia
Los días que no había clase, salía de casa por la mañana y, cuando volvía por la noche, mi madre me metía en la lavadora directamente. Mi padre era inspector de policía secreta y mi madre maestra de la escuela concertada. Tuvimos una infancia muy buena. La felicidad estaba muy presente en nuestra familia.
WE.– ¿Hubo cambios en el hogar Domínguez-Bandera cuando tu hermano decidió dedicarse a la interpretación?
JD.– Mi madre quería que fuéramos funcionarios. Pensaba que sería lo ideal para nosotros. Mi hermano jugaba al fútbol. De pronto lo dejó porque quería ser actor. Estaba integrado en un grupo de actores. Compartíamos amistades. Trabajó en el Teatro Romano y en el Ara. Se fue de gira con la “Historia de los Tarantos” y, al finalizar, se quedó en Madrid para buscarse la vida.
De entrada fue un poco trauma, y más en aquella época. Al principio lo pasó mal. Siempre que era posible, se le mandaba algún dinerillo. Hubo un congreso de seguridad de desarme en Madrid, en la época del Mundial de Fútbol del 82, así que mi padre pidió el traslado a la capital, y sus últimos años en activo como policía, estuvo viviendo allí con mi hermano.
Antonio fue creciendo como actor. Conoció a Almodóvar y cambió su vida por completo. Recuerdo que una vez viajé con mi madre a visitarlo y vimos “Laberinto de pasiones”. Te puedes imaginar… Mi madre, escandalizada, salió del cine diciendo: “Este se vuelve a Málaga inmediatamente”. Aunque al final se aceptó la situación y nuestros padres le apoyaron a muerte.
WE.- ¿A qué te dedicaste tú?
JD.- Cuando terminé la E.G.B. comencé mis estudios de B.U.P. en un instituto en el barrio de El Ejido, pero estuve allí solo un par de semanas, porque me llegó aprobada una beca de la Universidad Laboral e hice el traslado. Fueron cinco años estupendos, muy relacionados con los deportes. Formé parte del equipo de Hockey de allí. Me encantaba. Terminé los estudios de F.P. rama administrativa, y comencé la carrera de Empresariales. Después de un año en el que aprobé todo del tirón, lo dejé.
WE.– ¿Perdiste el interés por los estudios?
JD.– ¡Qué va! Pensé que me iba a librar por exceso de cupo de la “mili”, pero nada. Me tocó la Marina. Pasé dieciocho meses en San Fernando. Me trasladaron a Málaga gracias a la gestión de mi padre, que tenía amistad con un comandante. Me matriculé por libre de varias asignaturas de segundo de carrera, pero era muy complicado. Me licencié en el servicio militar en diciembre del 83. Hice la matrícula para Graduado Social y me puse a trabajar en una asesoría. Todo me pillaba cerquita de casa. Me gradué a los tres años. La asesoría empezó a ir regular y cambié de trabajo. Entré en el mundo de la automoción trabajando para la casa Fiat, y allí estuve hasta el año 93, porque enfermé.
En febrero del 94 me operaron de un aneurisma… Volví a pasar por el quirófano y afortunadamente no me han quedado secuelas. Sigo practicando muchos deportes y hago vida normal desde entonces
WE.– ¿Quieres hablarme de tu enfermedad y su proceso?
JD.– Sí, sin problema. Fue en julio del 93. Estábamos en familia pasando un fin de semana en una casa, en Mijas. Me desperté por la mañana y vi una ambulancia allí. Le pregunté a mi mujer qué pasaba y me dijo que me había puesto muy malo. El día anterior tuve mucho ajetreo, porque estuve con la bici, limpiando la piscina… sin parar. Empecé a convulsionar y me llevaron al hospital. Resultó ser un aneurisma. Durante dos semanas me hicieron pruebas. Me recomendaron no coger peso y llevar vida tranquila. Tomé una medicación muy fuerte. Visité a varios especialistas y finalmente me operé en Los Ángeles, en febrero del 94.
Mi hermano, bromeando, siempre dice que me quedé mucho mejor de la cabeza de cómo estaba antes. La operación fue complicada, porque tenía una malformación en una arteria del lóbulo delantero izquierdo, pero gracias a Dios no se me rompió la vena y consiguieron realizar una embolización con éxito. Tras la operación, el médico me dijo que había conseguido reducir el aneurisma en un 80%, pero que no se había atrevido a tocar el otro 20%, porque podría afectarme al habla, a la vista… Me dio la posibilidad de volver a España así o de operarme al día siguiente. Se haría cargo otro médico. Volví a pasar por el quirófano y afortunadamente no me han quedado secuelas. Sigo practicando muchos deportes y hago vida normal desde entonces.
WE.- Esto que te pasó, ¿cambió tu modo de ver la vida?
JD.– Mucho, y a mejor. Antes era el tío más hipocondríaco del mundo. Veía en televisión algo relacionado con alguna enfermedad y pensaba: “Esto lo tengo yo”. A raíz del aneurisma, nunca más. Desde ese momento veo la vida con mucha más alegría y le doy importancia solo a lo importante.
WE.- Tras aquel impás debido a tu problema de salud, ¿retomaste la actividad laboral?
JD.– Sí. Mi hermano necesitaba a una persona de confianza para ayudarle, así que durante los periodos vacacionales en Fiat, me iba a Madrid y él me presentaba a sus asesores, a los directores de los bancos de los que era cliente… Él viajaba y estaba más en Estados Unidos que en España, así que me hice administrador de su empresa. Desde entonces hemos hecho muchos proyectos juntos.
Lo que ha querido siempre Antonio es construir un “colchón” seguro, con vistas al futuro, pensando que no se sabe lo que te va a tocar mañana. Hemos ido haciendo inversiones poco a poco, en el mercado inmobiliario, con la publicidad de sus perfumes, que funcionan muy bien, o su línea de relojes. La vida de los actores es un poco imprevisible, y ahora mismo está en su plenitud, pero le gusta ser precavido.
La verdad es que tenemos una relación de unión muy grande, así que no solo estamos juntos en los negocios, también en las obras sociales
WE.- La bodega – bar «El Pimpi» es muy conocida en Málaga, ¿cuál es vuestra participación en “El Pimpi”?
JD.- Estuve negociando durante un año con la familia Campos el precio de las acciones y de la bodega. Nuestra sociedad se hizo con el 49% de ellas. Quedamos muy contentos con esa operación. Los proveedores más fuertes que tenemos son la “Cerveza Victoria”, “Málaga Virgen”… “El Pimpi” se inauguró en 1971, y hoy en día es lo que es gracias a Pepe Cobos, que ha hecho mucho por la empresa.
WE.- ¿En qué consisten las labores benéficas de vuestra sociedad?
JD.– Hay varias. Tenemos acuerdo con “Puig”, que lo hace muy bien, porque cada vez que necesita promocionar algún perfume, organiza un evento benéfico, del que mi hermano es imagen. Todo el dinero que se obtiene se destina a causas solidarias, y eso era algo muy importante para él, de hecho es una de las condiciones que él puso a la hora de participar en estas cosas.
Por otro lado está la “Fundación El Pimpi”, que tiene como presidente a Luis Merino. “La Caixa” y “Cerveza Victoria” colaboran con nosotros con una cantidad de dinero anualmente. Tenemos muchos objetivos, y para poder llevarlos a cabo organizamos conciertos, tómbolas… Hay en mente un proyecto para hacer una escuela de hostelería.
Muchas asociaciones demandan nuestra ayuda. Nos hacen sus propuestas y una vez al mes los del patronato nos reunimos para intentar colaborar con todas las que podemos. Samuel, uno de nuestros cocineros, participa en «Cocineros por la Paz», y nosotros le subvencionamos su libro de recetas, las cuales consigue en sus viajes solidarios a Israel.
Estoy totalmente en contra de ese tipo de violencia. En pleno siglo XXI no le encuentro sentido alguno. Afortunadamente, ninguna de las mujeres cercanas a mí ha vivido esa situación, pero siempre apoyaré a las que la sufran
WE.- Sé que participaste en una campaña contra la violencia de género…
JD.– Sí. Mi amigo Lorenzo Carnero, que es fotógrafo, me pidió colaboración para aparecer en unas fotografías que se iban a exponer en la Calle Larios, en el centro de Málaga. Fuimos todos un día a la Plaza de la Constitución con el Alcalde. Allí se tomaron las fotos y fueron expuestas en Navidad. Fue hace cuatro o cinco años. Participaron muchos personajes. Lo hice encantado porque estoy totalmente en contra de ese tipo de violencia. En pleno siglo XXI no le encuentro sentido alguno. Afortunadamente, ninguna de las mujeres cercanas a mí ha vivido esa situación, pero siempre apoyaré a las que la sufran.
La Fundación «Lágrimas y favores»
WE.– ¿Desde cuándo estás vinculado a la Cofradía «Lágrimas y favores» y a qué se dedica la Fundación?
JD.– Entré en la Cofradía de Fusionadas jovencillo, y en la Semana Santa de 1980 conseguimos sacar a un Cristo que no salía desde el año 1931, pero aquel verano se nos incendió. Desde casa veíamos el humo. Mi padre y yo nos acercamos y la imagen fue dantesca. Al tiempo de aquello entré en “La Esperanza”, como hombre de trono.
Para mi hermano y para mí, que somos personas creyentes, la Semana Santa es más que un evento religioso
Cuando enfermé, mis compañeros le pusieron el pañuelo en la mano a La Virgen, y todos se metieron en el “submarino” como promesa, pidiendo por mí, para que la operación saliera bien. Llevé conmigo ese pañuelo a Estados Unidos y todavía lo conservo. Para mi hermano y para mí, que somos personas creyentes, la Semana Santa es más que un evento religioso. Tiene muchísimos más componentes. Es arte, cultura, tradición de cinco siglos… No queríamos que la gente que viera la procesión se quedara solo con la imagen.
Queríamos transmitir que detrás de un trono puede haber mucho más, y en este caso, personas que trabajan de manera altruista para ayudar a los demás. Así que en 2010 constituimos la Fundación Lágrimas y Favores, cuya fuente principal de ingresos es la “Gala Starlite”, que se celebra cada año en Marbella.
Nuestro presupuesto anual es de doscientos cincuenta mil euros. En este tiempo, hemos entregado cerca de dos millones. Principalmente los destinamos a becas para la universidad, a la cultura, porque tenemos claro que es la principal arma para luchar por la desigualdad.
Otra parte va para “Cudeca” y otra para “Cáritas”.
Cada Viernes de Dolores organizamos una cena y, tras ella, se reparten los fondos entre quienes más lo necesitan
WE.– Háblame de tu mujer y de tus hijos, y dime qué te aporta ella para llevar casi treinta años casado
JD.– La conocí cuando me destinaron a Málaga durante la “mili”. Estaba haciendo guardia en la Comandancia de Marina y aparecieron por allí en una moto mi amiga y ella. La vi y me dije: “Esta mujer me gusta”. Nos casamos en 1990. Ella trabajaba como profesora de educación especial, pero lo dejó para dedicarse a la familia. Mª Ángeles es muy buena persona. Nos compaginamos bastante bien.
Por mi trabajo tengo que viajar, y siempre que puede viaja conmigo. No pudo acompañarme a Estados Unidos cuando me operé porque estaba embarazada de nuestro primer hijo, aunque volví antes de que él naciera y pude estar con ella en el momento del parto. Javi ya tiene 25 años. Se parece mucho a mí. Ha estudiado Arte Dramático en la Universidad del Sur de California. Durante cuatro años estuvo viviendo con mi hermano y mi ex cuñada Melanie, pero cuando ellos se separaron, alquiló un apartamento. Ahora está en España, haciendo obras por aquí, por allá… Lo he visto crecer como actor y se le da muy bien. El pequeño, Víctor, tiene la misma edad que su prima Stella, 23. Estuvo también un año estudiando en Los Ángeles, más que nada por ampliar conocimientos del idioma. Se parece mucho a su madre.
WE.– Tienes sobrinos políticos, putativos y una sobrina carnal. ¿Cuál es tu relación con ellos?
JD.– Por parte de mi mujer tengo seis, y genial. Además, están muy unidos a mis hijos. De mi hermano tengo a mi sobrina Stella, que no solo es guapa por fuera, sino por dentro. Tiene un carácter muy dulce. Está estudiando Arte Dramático en la universidad en la que estudió Javi. Y tengo también a Dakota (Johnson) y Alexander (Bauer), con los que sigo manteniendo el contacto, porque han sido muchos años… Cuando Antonio empezó la relación con Melanie, Dakota y Alexander eran niños. Mi hermano los quiere muchísimo y es como un padre para ellos.
WE.– Hablando de Dakota… ¿Has visto “Cincuenta sombras de Grey”?
JD.– No. No la he visto, la verdad. Algún trocito haciendo zapping. No es por nada, es que no ha surgido. Pero ya la veré.
WE.– Tengo entendido que tu pasión es el mar. ¿Cuándo te iniciaste en la navegación?
JD.– El primer novio de mi cuñada Maribel es el que me enganchó. Era socio del “Club Mediterráneo” y navegaba en una snipe que tenía. Iba con él de tripulante de vez en cuando, pero lo dejé. Después vino el éxito de mi hermano en Estados Unidos, y en sus viajes a Málaga le resultaba cada vez más complicado poder ir a la playa tranquilamente.
Un día, en Fuengirola, mi prima nos presentó a un amigo, que nos convenció para que compráramos un barco de vela, y eso hicimos. El primero era chiquitito, de veintiún pies. Luego pasamos a otro de nueve metros, y el siguiente fue un BH41. Participé en una regata y me fotografiaron en la revista ¡Hola! A raíz de la foto, empezaron a llamarme patrocinadores, y decidí profesionalizar lo que era una afición. Eso fue en 1997.
Nuestro primer espónsor fue al “Tau Cerámica”. Hoy en día hago menos regatas, por falta de tiempo. Nuestro barco actual es el “Teatro del Soho CaixaBank”. El armador soy yo. Tengo un director deportivo que selecciona la tripulación. Todos los que estamos en el barco tenemos la misma importancia.
WE.– ¿Has sufrido algún episodio complicado navegando?
JD.– Sí, desde golpes en regatas, hasta temporales con olas de más de cinco metros. Se pasa mal. Una vez nos tuvimos que refugiar en Mahón. Pero merece la pena porque a mí el mundo del mar siempre me ha gustado mucho, y, además, vivimos en una ciudad marítima que se presta a amarlo.
Soy muy monárquico desde siempre
WE.– Participas en la Copa del Rey de Vela. Cuéntame tu experiencia en esa competición y si tienes alguna anécdota con Don Juan Carlos y con Don Felipe de Borbón.
JD.– Soy el único armador que ha participado ininterrumpidamente desde el año 1997. Es una de las regatas más importantes del Mediterráneo, porque se unen varios factores muy positivos que la hacen tan popular, entre ellos, que es en verano y hace buen tiempo. Participan más de ciento cuarenta barcos de varios países. Todas los embarcaciones son rivales, pero sin embargo, las tripulaciones somos amigas. Hemos ganado cuatro Copas y es un orgullo, porque tenemos un gran equipo.
Con el Rey Juan Carlos coincidimos mucho y tengo amistad con él. Es muy llano y tiene mucho sentido del humor. Es muy buena persona, al igual que su hijo, que también tiene su gracia. Está muy preparado en todos los sentidos. Representa muy bien a España. Soy muy monárquico desde siempre.
WE.– El 20 de noviembre se cumplieron cuarenta y cuatro años de la muerte de Franco. ¿Qué te ha parecido la exhumación?
JD.– Evidentemente era un dictador. No debió ser enterrado en un mausoleo, ni recibir visitas de la gente. No obstante, creo que se le ha dado demasiado bombo. En mi opinión, la exhumación es correcta, pero creo que el momento en el que se ha llevado a cabo, no, porque estábamos en vísperas de unas elecciones.
WE.– Tu padre falleció en 2008 y tu madre en 2017. Cuéntame cómo viviste aquello
JD.– Mi padre estuvo enfermo de Alzheimer dos años. Un día, en una revisión médica, le diagnosticaron un cáncer de páncreas. Le dieron unos meses de vida. El médico me dijo: “El cáncer de páncreas es muy doloroso, pero como tiene Alzheimer, no se va a enterar de nada”. Por desgracia no fue así. Recuperó la lucidez, y fue muy duro. Era una persona muy buena. Lo tuvimos en casa hasta el final, el 4 de febrero de 2008.
Mi madre era muy cariñosa, graciosa, muy rica. Sus dos o tres últimos años estuvo muy deteriorada por el Parkinson. Estuvo muy bien atendida por tres mujeres en su piso. Por complicaciones respiratorias, falleció el 4 de noviembre de 2017. Se les echa de menos, es normal.
WE.– ¿Qué has heredado de tus padres y de sus familias?
JD.– La gente dice que me parezco a mi padre, y mi hermano a mi madre. Yo soy más Domínguez, y él más Bandera. La herencia es estupenda. Mis padres eran gente buena, y muy solidaria. Nosotros lo intentamos. Algo muy característico de mi padre era que jamás se endeudaba para comprar una cosa. Hasta que no tenía el dinero, no la compraba. En eso mi hermano y yo somos iguales que él. Por parte de padre tuve tres tíos.
Mi madre era la pequeña de dieciséis hermanos. En las dos familias hemos tenido de todo: un jesuita, un torero, una monja, un guardia civil que también era profesor de guitarra… Le dio clases a mi hermano, que toca varios instrumentos porque tiene buen oído, a pesar de que nunca ha estudiado solfeo. Lo de la genética es muy curioso.
A raíz de un programa que emitieron sobre mi hermano en “El árbol de tu vida”, de Antena3, me tomaron una muestra de saliva para hacerme una prueba de ADN y conocer mis orígenes. A las dos semanas llegaron los resultados de un laboratorio de Sevilla. Tengo genética española en un 38 %. El resto es italiana, mexicana, portuguesa y un 10 % de jordana. Increíble.
WE.– Por el trabajo que desempeñas con tu hermano Antonio desde hace años, has tenido oportunidad de conocer a muchas mujeres importantes del mundo del cine, el deporte, la música, la moda… De todas ellas, ¿cuál es la que más has llegado a admirar?
JD.- Sin duda mi excuñada Melanie. Es una mujer que tuvo algunos problemas, pero es muy fuerte, elegante y con mucha clase. Cuando la ves cómo se mueve te quedas fascinado. Además, a mi parecer, es una fantástica actriz. Me impresionó mucho el papel que hizo en “Locos en Alabama”. Estuvo espléndida en “Armas de mujer”, por la que ganó un Globo de Oro. Tenemos muy buena relación, mi hermano también, a pesar de que ya no estén juntos.
Admiro a mi hermano… Su éxito es merecido, entre otras cosas porque, habiendo llegado hasta donde ha llegado, es un hombre humilde. Quienes no le conocen no saben lo buena persona que es. Por todo eso es el hombre al que más admiro
WE.– ¿Y de los hombres?
JD.– Pues no sé si te va a valer, pero a mi hermano. Es un tío muy polifacético y trabajador. Se le da bien todo: canta, te toca cualquier instrumento, escribe muy bonito, dirige, actúa… Te puede gustar más o menos, pero esa versatilidad que tiene es estupenda.
Creo que necesitaría cinco vidas para llevar a cabo todo lo que tiene en mente. Lo frecuente es que esté con varios proyectos en la cabeza a la vez, e intenta hacer realidad sus sueños. Desarrolla y lleva hasta el final todas sus ideas, y procura hacerlo bien. Su éxito es merecido, entre otras cosas porque, habiendo llegado hasta donde ha llegado, es un hombre humilde. Quienes no le conocen no saben lo buena persona que es. Por todo eso es el hombre al que más admiro.
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