Romain Puértolas(Montpellier, Francia, 21 de diciembre de 1975) es el artífice de la faquirmanía, un fenómeno literario que ha viajado a lo largo de todo el mundo paseando a su famoso faquir, cuya historia se cuenta en su best seller, El increíble viaje del faquir que se quedó atrapado en un armario de Ikea, y ha sido traducida a más de cuarenta idiomas. Hoy nos abre las puertas de su casa para hablarnos, entre otras cosas, de cómo un policía llega a alcanzar tan abrumador éxito y de cómo se hace hueco en la literatura internacional.
Woman Essentia.– Francés con apellido aragonés. Imagino que eres hijo de emigrantes españoles …
Romain Puertólas.– Pues la verdad es que no. Tanto mi padre como mi madre nacieron en Francia. Tengo el apellido materno. Mi abuelo era español, de Huesca, y con cuatro años se trasladó a vivir a Francia con su familia. Ya de adulto, se casó con una francesa con la que tuvo a mi madre, Josette Marie. Mi padre fue un militar francés. Ocupaba el puesto de coronel en Marsella en el momento en el que conoció a mi madre, que era subteniente y desempeñaba tareas de secretaria para él. Ella tenía solo veinticinco años y él cuarenta y siete. Estaba casado. Mantuvieron durante mucho tiempo una relación, de la cual nací. Mi madre estaba destinada en Montpellier cuando dio a luz. Durante mi infancia cambiábamos de lugar de residencia constantemente.
WE.– Digerir una infidelidad y la llegada de un hijo ajeno no debió ser fácil para la esposa. No es algo que pueda asimilar cualquiera.
RP.- La mujer de mi padre siempre supo de mi existencia y no solo eso, se ocupaba de mí. Me dio un trato muy bueno. Iba todos los fines de semana a su casa y era maravillosa conmigo. Tenían una hija, unos quince años mayor que yo, con la que apenas tuve trato, en parte por la diferencia de edad.
He creído siempre que ese era un matrimonio de conveniencia que estuvo unido por comodidad, por costumbre pero no por amor. Aquella relación era muy rara, cada uno dormía en su cama, pero curiosamente esa unión duró toda la vida. Al crecer caí en la cuenta de todo lo que tuvo que soportar esa mujer, y me pareció admirable e increíble.
WE.– ¡Y tanto! ¿Alguna vez te habló tu padre de su vida matrimonial?
RP.– Mi padre era una persona llena de hermetismo. Fue jefe de los servicios secretos militares franceses. Contaba muchas aventuras, y nunca sabías lo que había de realidad o de fantasía en sus palabras. Apenas sabía de él. Me enteré de su fecha de nacimiento siendo adulto, para que te hagas una idea. Una vez me contó que marchó muy joven a la guerra, destinado a Indochina como teniente. Era un tipo aventurero y muy pasional, pero al regresar buscó la tranquilidad y la estabilidad. Por eso se casó. Me dijo que fue el error más grande de su vida y se arrepintió hasta que murió, un año después de la muerte de su esposa.
WE.– ¿Qué pasó con tus padres? ¿Siguieron con su aventura?
RP.- Después de mi nacimiento mi madre se cansó, y empezó a salir con otro hombre. Mi padre no tenía intención de divorciarse jamás y ella no quería seguir en esa situación. Desde que se terminó aquello, solo hablaron en ocasiones puntuales, lo mínimo, por temas relacionados conmigo. Aunque mi padre nunca me reconoció legalmente, siempre estuvo ahí. Como nunca fui su hijo legítimo, no heredé nada de él, a pesar de que en repetidas ocasiones me aseguró que me dejaría parte de su herencia.
WE.- Me has contado antes que os mudábais de manera habitual. ¿Cómo lleva un niño ese tipo de vida nómada?
RP.- Adaptándose. Me adaptaba. Vivía con mi madre y cada cierto tiempo era trasladada por su trabajo. De Montpellier fuimos a Valance, de allí ella se fue a Metz, y volvió a Marsella. Cada vez que nos mudábamos yo cambiaba de vida. Por eso nunca le he tenido apego a nada ni nadie. Ahora que he formado mi propia familia, sí, pero antes ninguno. Estoy acostumbrado a adaptarme a las circunstancias. Me llevas mañana a Japón, aprendo japonés y me busco trabajo allí sin dificultad.
WE.– Sé que te llamó la atención la lengua castellana. ¿Qué hiciste para aprenderla?
RP.– Verás, en mi casa estaban prohibidas dos cosas: decir que mi abuelo era español y hablarlo. Tenía catorce años cuando quise aprenderlo. Tú sabes que cuando eres adolescente buscas tu diferencia con los demás. Antes de esa etapa te conformas, quieres ser como es el resto, pero en la adolescencia sale la rebeldía y la inquietud. Busqué lo que me hacía diferente, y esto era que yo provenía de una familia cuyo origen estaba en España. En un mes aprendí el idioma, viendo en la televisión internacional el programa de cocina que presentaba Karlos Arguiñano. Cuando el español despertó mi interés, tenía una nota media en clase de 7 sobre 20. Transcurrido ese tiempo, 17 sobre 20. Fue tremendo. Puse todo el interés y tuve mucha facilidad. Mi profesora de español se quedó muy sorprendida.
WE.– Al hilo de esa capacidad para los estudios que tienes, háblame de tu etapa académica, si estudiaste alguna carrera.
RP.– Quería ser profesor de universidad de español. Cursé estudios de Filología Hispánica en Grenoble, al sureste de Francia, en los Alpes. Estudié francés como lengua extranjera para enseñarlo a alumnado no francófono. Ya en España hice a través de la UNED la Diplomatura de Inglés desde Madrid. Quería ser controlador aéreo y era un requisito indispensable hablar ese idioma. Pasé un año en Brighton practicándolo, y trabajé limpiando máquinas tragaperras para sacarme un dinerillo. No me saqué la licencia de piloto porque era muy cara, pero allí aprendí a pilotar aviones. En dos años me preparé dos oposiciones. No conseguí sacarme la plaza de controlador, pero sí la de inspector de policía en Francia.
Busqué lo que me hacía diferente, y esto era que yo provenía de una familia cuyo origen estaba en España. En un mes aprendí el idioma, viendo en la televisión internacional el programa de cocina que presentaba Karlos Arguiñano.
WE.– ¿Cuándo viniste a España?
RP.– En Grenoble componía y trabajaba como DJ. Quise labrarme un camino en el mundo de la música, pero económicamente hablando era una profesión muy inestable. Tenía veinticinco años y mis padres me ayudaban. Decidí que quería ser totalmente independiente, así que lo dejé todo y me instalé en Barcelona. Empecé a trabajar como profesor de francés y traductor-intérprete en la Academia Berlitz. Trabajaba muchas horas y el sueldo era muy bajo, pero estaba ganando mi propio dinero, ya no dependía de nadie y era el tío más feliz del mundo. Disfruté mucho de la vida. Conocí a una chica que era inspectora de Hacienda y empezamos a salir. Tras cinco años viviendo en Barna, nos mudamos a Madrid, porque a ella le ofrecieron un buen cargo en Renfe. Estuve trabajando en AENA. Al ser filólogo, no tenía la oportunidad de promocionar, como mis amigos, que eran todos ingenieros aeronáuticos. Así que, como de niño quería ser inspector de policía, me preparé la oposición. Me presenté en Francia. En España no podía hacerla porque superaba la edad límite. Aprobé la teoría. Una noche viajé a Granada desde Madrid con un grupo de amigos, para salir de marcha. Uno de ellos tenía una novia pediatra, así que estuvimos en una fiesta de pediatría. Allí me enamoré enseguida de una granadina, Patricia.
WE.– Encontraste el amor en Andalucía cuando estabas pendiente de aprobar parte de una oposición. ¿Aprobaste? ¿Cómo se sostuvo vuestra relación?
RP.– Superé el examen práctico y conseguí una plaza en la policía francesa. Durante un año y medio estuve en la academia. Patricia estaba en Granada trabajando como pediatra. Viajábamos para vernos constantemente. Eso era lo más complicado. Cuando me integré en el servicio policial, decidimos casarnos en Granada. Mi mujer pidió una excedencia y se vino a París conmigo en 2010.
WE.– Me encantaría saber cómo te adentraste en el mundo de la escritura.
RP.– Escribía desde niño. La lectura y la escritura eran lo mejor para mí. Escribí mis primeras novelas en español. Las mandaba a muchas editoriales, buscando una oportunidad. Tras siete novelas rechazadas y veintidós cartas de rechazo, en 2012 la editorial francesa Le Dilettante se interesó por El increíble viaje del faquir que se quedó atrapado en un armario de Ikea. Se publicó en francés en agosto de 2013. En España se hizo cargo de la publicación en español la editorial Grijalbo. La historia la fui escribiendo en mi móvil a lo largo de un mes, yendo y viniendo del trabajo en tren.
WE.– ¿Qué supuso para ti la publicación ese libro?
RP.- En lo económico, un cambio total. En junio de 2013 se vendió a subastas de todo el mundo. Antes de publicarse en Francia, se había vendido en treinta países. Recordaré siempre el día que asistí a una reunión de la policía europea en Polonia… Eché un vistazo a mi correo electrónico y tenía un email de mi editor, que me mostró cómo en un rato había ganado más dinero del que había ganado a lo largo de mi vida. Mi sueldo de policía era de unos 2.500€ al mes. Le dije a mis compañeros que dejaba aquel trabajo, y eso hice tres meses más tarde. Es una maravilla saber que tu hobbie se vuelve una profesión. Me resulta muy fácil escribir. Además, viajas, te encuentras con lectores que te reciben como a un rey… Es una alegría. Me han publicado seis libros: La niña que se tragó una nube tan grande como la torre Eiffel, Re-vive lEmpereur!, Todo un verano sin Facebook, Las nuevas aventuras del faquir en el país de Ikea y La Police des fleurs des arbres et des forêts. También escribí una novela juvenil, Un détective très très très spécial.
WE.- Has recibido varios premios por tu trabajo como escritor. ¿Cuáles son?
RP.- No creas que muchos. Mi obra se encuadra en la comedia. El humor está infravalorado en el ambiente literario. En 2014 gané el Gran Premio de Julio Verne, en Francia, por la novela del faquir. Para mí Verne era un dios, así que ese en concreto me hizo mucha ilusión. Me distinguieron con el Prix Audiolib. El actor que puso voz a mi libro fue Dominique Pinon. Tengo un par de premios más. Está bien que te concedan un premio. Gusta que te lo den, porque es un reconocimiento a tu trabajo, pero no es lo que más me importa.
El humor está infravalorado en el ambiente literario. En 2014 gané el Gran Premio de Julio Verne, en Francia, por la novela del faquir. Para mí Verne era un dios, así que ese en concreto me hizo mucha ilusión.
WE.– ¿Por qué ese título para la novela de tu faquir?
RP.- Primero me vino el título y después la historia. Siempre me han gustado los trucos. Cuando vivía en Madrid tenía una cuenta en Youtube, en la que explicaba mediante videos los de magos y faquires. David Copperfield me la cerró once veces. Le ofendía lo que yo hacía. Me llegaban críticas de todos los profesionales de la magia. Hay un truco muy famoso, El Baúl de las Indias. Me encantan las referencias actuales, así que en lugar de en un baúl, metí al faquir en un armario de Ikea. Tengo claro que el título de la novela es parte del éxito de la misma.
WE.– La adaptación cinematográfica de tu novela se llamó De la India a París en un armario de Ikea. ¿Cómo surgió la idea de llevar el libro a la gran pantalla?
RP.– Tras el éxito del faquir, recibí correos de Luc Besson, de la productora de Brad Pitt… Hasta trece productores de cine se interesaron en hacer de mi historia una película. Escogí a uno de ellos porque estuvo muy pendiente de llevar a cabo el proyecto. Es una co-producción franco-india-belga. Mi productor contactó con el canadiense Ken Scott, que la dirigió. Co- escribimos el guión junto a Luc Bossi. Para el rodaje viajé con Patricia a la India en 2017. Estuvimos en Bombay una semana. Dimos dinero para rodar y compartimos con quienes vinieron a vernos. El estreno fue en 2018.
WE.– ¿Pudiste ver la cara más amarga del país?
RP.– Vi la pobreza y la suciedad, porque rodamos en chabolas, pero también vi la belleza y la felicidad. Aquello es precioso. Lo llamativo es que la gente es muy sonriente y alegre, se acerca para verte y saludarte. Ves a personas con miradas llenas de fuerza, y deseas que esa fuerza les dé el impulso suficiente para salir de aquello o sobrellevarlo. No hay nada material, pero existe la alegría. Todo parece bonito, no importa lo viejo o sucio que esté. Hay optimismo. Yo soy muy optimista. Creo que eso lo he heredado de mi abuelo y de mi madre.
WE.- ¿Qué te aportó Patricia para que decidieras dar ese paso de casarte con ella y formar una familia?
RP.– Yo había salido de una relación muy pasional. Del paraíso pasábamos al infierno en un segundo. Nunca tuve intención de tener hijos, o no mucha. Mi mujer me trajo estabilidad emocional. Es una persona muy pragmática. Me aporta el razonamiento, porque soy un hombre impulsivo y temperamental. Es la calma, y realmente me quiere, por eso está conmigo.
WE.- Vives en una preciosa casa en Málaga. ¿Qué te trajo hasta aquí?
RP.- Fuimos padres. Llegó un punto en el que Patricia quería estar cerca de su familia. En 2014 consensuamos. Le dije que para mí, tras la experiencia de vivir en París, Granada se quedaba muy pequeña. Nos decidimos por Málaga porque tenía un buen aeropuerto, el mar y el colegio Liceo Francés. Queríamos que los niños estudiaran allí. Compramos un par de parcelas para construir nuestra casa, y mientras se construyó, estuvimos viviendo en un piso de alquiler durante año y medio.
WE.– ¿Qué te enamora de tus hijos?
RP.– Todo. Desde que nacen, tu mundo cambia. Mi hijo Leo nació en 2011. Le miraba y me pasaba el día llorando, porque de pronto eres responsable de la vida de esa persona. Mi hija Eva vino al mundo en 2013. Haces lo que tengas que hacer por y para ellos. Es algo muy grande. Mi hijo tiene ocho años. Es muy inquieto, algo pasota y un lector nato. Mi hija es físicamente clavada a mí. Es extremadamente inteligente y sensible. Son lo mejor que tengo. Les inculco que en la vida hay que pelear y luchar por conseguir las cosas, porque su padre no ha tenido siempre lo que tiene. No ven la tele. Vivimos rodeados de libros, así que no necesitan más.
WE.– Háblame de tu madre.
RP.- Mi madre tiene mucha fuerza. Rebosa optimismo y disfruta de la vida todo lo que puede. Le encanta bailar. Nunca le ha gustado leer, pero ha leído todo lo que he escrito con ganas.
WE.- Te has marcado metas y las has alcanzado con esfuerzo y seguridad en ti mismo. La vida te ha sonreído. ¿Has devuelto de alguna manera lo que has recibido?
RP.– Ayudo a nivel cercano cuando alguien ha tenido problemas o malos momentos. Procuro hacer reír para quitar la tristeza de la gente, porque tengo mucha sensibilidad y si veo a alguien triste, lo paso mal. Intento que todo vaya a mejor. Si veo una situación injusta, intervengo. Patricia tiene apadrinada a una niña de Malasia con Unicef. En Francia, se publican libros para ayudar a algunas causas. Aporto un relato corto para Les Restos du Coeur, una fundación cuyo objetivo es repartir comida gratis a los más desfavorecidos. Desde hace unos años participamos trece escritores. Cada libro que se vende sirve para dar cuatro comidas a quien lo necesita. Hago lo mismo para Unicef.
WE.– Tu afición por la lectura te viene desde la infancia. ¿Quiénes son tus autores favoritos? ¿Recuerdas cuál fue el primer libro que leíste en español?
RP.– De niño leía mucho, sobre todo a Julio Verne, Agatha Christie, Boris Vian y Tintin, que para mí no era un tebeo, era literatura. Con catorce años encontré en Marsella una librería hispánica, y compré El misterio de la cripta embrujada, de Eduardo Mendoza. Me encantan sus obras fantasiosas y divertidas, no las serias. Tengo sus primeras ediciones firmadas por él. Pude conocerle el año pasado en Barcelona.
WE.- ¿Te ves en el futuro viviendo en Málaga?
RP.- Pues sí, ahora que he hecho esta casa, ¿qué voy a hacer? Me he mudado treinta y ocho veces en mi vida. Me gustan las mudanzas. Renovar, comenzar, decorar, cambiar… Pero de momento aquí estamos a gusto.
WE.- Esperamos que te quedes mucho tiempo por aquí…
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