«No puedo dar días a tu vida, pero puedo dar vida a tus días.» – Sor Giustina Holha Holubets
El pasado lunes, en el Vaticano, tuvo lugar una rueda de prensa enmarcada en la Asamblea General de la Pontificia Academia por la Vida. Bajo el título «¿El fin del mundo? Crisis, responsabilidades, esperanzas», el encuentro fue un espacio de reflexión sobre los desafíos que enfrenta la humanidad en la actualidad. Sin embargo, más allá de los debates filosóficos y éticos, el momento más conmovedor de la jornada se produjo cuando el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Academia, se puso en pie para homenajear a una mujer cuya labor encarna la entrega absoluta a la vida en su estado más frágil: Sor Giustina Holha Holubets.
Esta religiosa ucraniana, perteneciente a la congregación de las Siervas de María Inmaculada, ha dedicado su vida a acompañar a familias que atraviesan el dolor de un diagnóstico prenatal fatal. Su labor, pionera en Ucrania, es un faro de esperanza para los padres que, en medio de la incertidumbre y la desesperación, encuentran en ella el apoyo necesario para dar a sus hijos un adiós lleno de amor.
Por su incansable trabajo, Sor Giustina recibió el galardón «Guardián de la Vida», un reconocimiento a su compromiso con la defensa de la dignidad de la vida desde su concepción hasta el último aliento. En palabras de Monseñor Paglia, la religiosa es un ejemplo de cómo “vencer el mal con abundancia de bien”.

«No puedo dar días a tu vida, pero puedo dar vida a tus días.» Esta frase, que se ha convertido en la divisa del Hospicio Perinatal «Huella de Vida», resume la esencia de su misión: ofrecer a cada bebé, por breve que sea su existencia, un espacio de amor y acogida.
Un acompañamiento basado en el amor y la dignidad
Cuando unos padres reciben la noticia de que su hijo padece una condición incompatible con la vida, la angustia y la incertidumbre los abruman. En muchas ocasiones, la única respuesta que reciben del sistema sanitario es el aborto, presentado como la única opción viable. Sin embargo, Sor Giustina y su equipo ofrecen una alternativa profundamente humana: acompañar el embarazo con amor y respeto, permitiendo que cada instante con el bebé sea vivido con plenitud.
El Hospicio Perinatal «Huella de Vida», creado en 2017 en Leópolis (Lviv, Ucrania), trabaja en cuatro ejes fundamentales:
- Concienciar a la sociedad sobre el duelo prenatal y perinatal, una realidad muchas veces ignorada.
- Ofrecer apoyo psicológico y emocional a madres y parejas que enfrentan un diagnóstico devastador durante el embarazo.
- Defender la vida a través de los cuidados paliativos perinatales, garantizando que los bebés con patologías graves sean acogidos con ternura.
- Acompañar a los padres en el duelo, brindándoles consuelo y un espacio donde puedan honrar la memoria de sus hijos.
«Estamos convencidos de que no existe un pie tan pequeñito que no deje su huella en este mundo», explica la religiosa. Su trabajo no sólo proporciona alivio a las familias afectadas, sino que también desafía la mentalidad utilitarista que mide el valor de la vida en función de su duración o productividad.
El duelo perinatal, un dolor silenciado
Uno de los aspectos más poderosos de la labor de Sor Giustina es su lucha por dar visibilidad al duelo perinatal, una realidad en la que muchas familias viven en soledad. La pérdida de un hijo antes o poco después de nacer es una herida profunda, pero en muchas culturas sigue siendo un tema tabú.
«En la sociedad falta información sobre lo que significa el luto prenatal y perinatal. No se conocen las formas apropiadas de comunicación y comportamiento en estas situaciones», lamenta la religiosa. Para generar conciencia, su organización promueve el 15 de octubre como el Día Mundial de la Concienciación sobre la Pérdida Gestacional y Perinatal. En esta fecha, padres de todo el mundo encienden velas en memoria de sus bebés, creando una «onda de luz» que simboliza el amor y la esperanza.
«Para nosotros, es un día para celebrar la maternidad y la paternidad, aun en medio del dolor. Es el día de nuestros ángeles», explica Sor Giustina.
Este tipo de iniciativas no solo ofrecen consuelo a las familias, sino que también permiten reivindicar la importancia de cada vida, por breve que sea.
Una alternativa a la muerte
El avance de la genética y la tecnología médica ha permitido diagnosticar con precisión muchas enfermedades y malformaciones congénitas antes del nacimiento. Sin embargo, esto ha llevado a que en muchos casos el aborto se considere la solución «lógica» ante un diagnóstico fatal. La eliminación de estos bebés reduce artificialmente las estadísticas de enfermedades congénitas, creando la falsa impresión de que ciertos trastornos han «desaparecido».
Sor Giustina desafía esta mentalidad y nos recuerda que la vida no es valiosa por su perfección, sino por su existencia misma. Acompañar a estos bebés, aunque solo vivan unos minutos, es un acto de profundo amor y respeto por su dignidad.
«En las situaciones en las que parece que ‘no hay nada que hacer’… siempre puede hacerse algo: amar, amar hasta el fin», afirma.
El amor como respuesta
El testimonio de Sor Giustina Holubets es un recordatorio de que, incluso en las circunstancias más difíciles, el amor tiene la última palabra. En un mundo donde prima la cultura del descarte y donde la fragilidad a menudo se percibe como una carga, su labor nos interpela y nos invita a reflexionar.
¿Cómo acompañamos a quienes sufren?¿Somos capaces de valorar cada vida sin importar su duración?¿Damos espacio al duelo de quienes han perdido a un hijo antes de tiempo?
Más allá de su impacto inmediato en las familias a las que acompaña, la labor de Sor Giustina es un testimonio que trasciende fronteras. Nos recuerda que cada vida, por breve que sea, deja una huella imborrable y que, hasta el último aliento, siempre hay espacio para la ternura y la compasión.
Porque el amor nunca es en vano, y donde la ciencia ya no tiene respuestas, el amor sigue siendo la mejor medicina para el alma.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: