El gran escritor J.R.R. Tolkien, filólogo y lingüista, conocedor y amante de las palabras, nos regaló una maravillosa obra legendaria llena de belleza y esperanza. Escribió una mitología en pleno siglo XX. Como él lo denomina, «subcreó» un tapiz lleno de historias y relatos conmovedores que alegran el corazón.
Conocedor del ser humano, sabe que cada uno tiene un papel en la historia. Y pone en boca de Gandalf, en Bolsón Cerrado, que no nos toca a nosotros elegir qué tiempo vivir: «solo podemos elegir qué hacer con el tiempo que se nos ha dado…” Se lo dice a Frodo Bolsón, quien será, a pesar de su «pequeñez», o quizá por ello, el portador del Anillo. El que podrá cambiar la historia con su entrega y sacrificio por una causa noble.
Cada uno podemos ser capaces de acciones memorables, valiosas, dignas de ser recogidas en relatos y «canciones», que pervivan de generación en generación… Merecedoras de traerlas al re-cuerdo, cerca del corazón.
Una «subcreación»
J.R.R. Tolkien tiene un don creativo muy especial, trabajado en la base de las palabras, y los muchos idiomas que domina y le apasionan, y el significado que contienen, evocan y transmiten. De ese modo despliega «mundos» desde esos lenguajes, algunos de ellos arcanos y antiguos…, con mucha sabiduría atesorada, como los que hablan algunos elfos y personajes sabios, y otros más sencillos y comunes, como el de los Hobbits de la Comarca.
Y ayudado de la sonoridad de esos lenguajes, muchos en idiomas élficos hermosos inventados por él mismo, como el quenya y el sindarin.
Su mundo contiene y transmite una belleza fuera de lo común. Cuando te sumerges en él encuentras algo que antes no habías conocido. Sabe llegar hasta las profundidades del ser humano, ver la maravilla del mundo creado; posee algo que conecta con los anhelos del ser de cada uno. Quizá sea porque tenemos deseos de belleza en lo más hondo del corazón: hemos sido creados con sueños de infinito, con una «semilla» de eternidad, y no nos «llena» cualquier cosa.
Te animo a leer y disfrutar de su legado lleno de belleza y esperanza, donde poder descansar, conmoverse y hasta llorar de alegría o tristeza.
Tolkien es capaz de interpelarnos con su obra, de crear un vínculo con cada lector que hace pensar y descubrir una realidad hermosa, mejor de la que tenemos muchas veces. Con más luminosidad y alegría y esperanza. Lo que podría o debería ser… muchas veces.
Sin embargo, inventar, en su sentido etimológico, significa encontrar, descubrir: desvelar «mundos posibles» que están como «escondidos», esperando que alguien los «descubra», y hacen una llamada a lo más íntimo del corazón.
Su obra es una «subcreación» artística, como él la llama. No es «fantasía» en el sentido de algo banal, irreal, un sueño quimérico y fútil, sin trascendencia, sino arte literario: una auténtica mitología para su querida Inglaterra.
Y mito, en su sentido aristotélico, es narración, relato, y está compuesto de verdad. Lo explica en su escrito «Sobre los Cuentos de Hadas«. Por eso refleja la realidad en la que vivimos, aportando luz.
Este tema de los mitos lo habla mucho con su amigo C.S. Lewis y otros intelectuales, pues es una forma de conocer el mundo a través de la luz y la belleza que contienen y emana de ellos.
En la biografía de Tolkien de H. Carpenter, en Minotauro, nos dice: «Venimos de Dios, e inevitablemente los mitos que tejemos, aunque contienen errores, reflejan también un astillado fragmento de la luz verdadera, la eterna verdad de Dios.»
De ese modo, podemos vislumbrar muchos matices y colorido en su obra, que se «descomponen» desde el sencillo blanco de la verdad del mundo creado.
El Universo de Tolkien es polifacético: tiene muchas caras, y esparce y refleja su belleza en destellos, los cuales reverberan en el pensamiento y la imaginación de cada lector.
Comprende al ser humano, y no se queda en lo superficial, sino que va a los deseos y anhelos más profundos: de inmortalidad, de permanecer, de hacer algo relevante con la propia vida. Porque estamos creados para algo grande y eterno.
Por ejemplo, en El Señor de los Anillos, en los Apéndices, se despide Aragorn de su esposa Arwen: …“Más allá de los círculos de este mundo hay algo más que recuerdos». No aspiramos tan sólo a recuerdos bonitos…
La Tierra Media está llena de sentido, de luz y belleza. Y todo es un don, un regalo, algo gratuito, cuasi mágico y milagroso, como también experimentara G.K. Chesterton después de tiempos de confusión y «locura»…, como él dice, y por tanto algo que agradecer.
Tolkien lo hace desde la belleza de su legendario, lleno de historias conmovedoras, aunque terribles muchas veces, pues «la alegría y el dolor son afilados como espadas»… Por eso nos llega hondo al corazón.
En este sentido, algo semejante experimenta Gimli el enano en el Reino de Lothlórien, en su encuentro con la Dama Galadriel, con ese deslumbramiento existencial de la belleza que le deja una huella profunda e inesperada. Él no temía al dolor, ni a la oscuridad, al embarcar en esa misión, pero a la luz y la belleza… Y esa herida de la luz es afilada como una espada…
Pero tiene cerca a un amigo: Legolas, que le explica que la vida es así: «tal es el orden de las cosas: encontrar y perder, como le parece a aquel que navega siguiendo el curso de las aguas».
La creación legendaria del Profesor de Oxford nos ayuda a descubrir el sentido de la realidad, a ver más allá de las apariencias y atisbar el propio propósito de la vida. La misión de cada uno en esta historia. Porque, hasta el ser más pequeño puede cambiar el curso de la Historia…
Fantasía, imaginación, Cuentos de Hadas
Comparte esa esencia y filosofía de los Cuentos de Hadas con G.K. Chesterton. Este autor lo escribe en el capítulo «La ética del País de los Duendes», en su libro Ortodoxia.
Una forma bonita y cualificada de literatura, no tanto para niños, que refleja la realidad y la belleza de ese mundo. Esa capacidad imaginativa toma relieve desde J.H. Newman, y los intelectuales del movimiento de Oxford. Y con George MacDonald, de quien aprendieron C.S. Lewis y Tolkien su forma y significado hondo, en concreto gracias a su obra «Fantastes».
La imaginación tiene la capacidad de combinar elementos, como también creía J.H. Newman, y por tanto de desplegar la creatividad en los diversos campos del saber y de las artes.
Y la imaginación y la fantasía, en su sentido hondo y verdadero, ayudan a «recuperar la belleza inicial del mundo creado», dirá Tolkien. Un «derecho legítimo de todo ser humano, pues a través de ella se halla una completa libertad y satisfacción». Es decir, consuelo.
Es más, apunta el Profesor: «Creo que lo que llaman cuentos de hadas es una de las formas más grandes que ha dado la literatura, asociada erróneamente con la niñez.»
Sin embargo, fantasía es «algo más elevado que la mera producción de imágenes». Y eso precisa sabiduría y auténtico arte, que atrae y encanta…, y satisface los deseos y anhelos humanos. Arte para ser verosímil, para plasmar esa multiplicidad y sobreabundancia de sentido de lo creado, y dar «consistencia» de realidad a ese mundo.
La fantasía y creación literaria, como apuntaba antes, procede del poder creador que posee la palabra. Nos confía J.R.R. Tolkien: «las palabras siempre engendran historias en mi mente». Y en los cuentos, como en la palabra poética, se desarrolla en su mayor potencialidad.
Además, con preciosa metáfora dice que esas historias «crecen como semillas en la oscuridad, alimentándose del humus de la mente» del artista o «subcreador.»
Por tanto, algo de veras importante para este autor de la Tierra Media es que la fantasía tiene «la capacidad de conferir a creaciones ideales la íntima consistencia de la realidad». Por eso es verosímil, semejante a la realidad, y no hace falta un intento de credulidad mientras se está allí. Lo cual no quiere decir que sea fácil de lograr: sólo con el buen arte de un artista.
Esto que vengo comentando está recogido en un librito pionero sobre nuestro autor, que te recomiendo: «J.R.R. Tolkien y los Cuentos de Hadas», de J.M. Odero, recientemente reeditado.
Cada artista creativo puede visualizar y «crear» sus propias pinceladas, e ir conquistando una parcela del infinito campo de lo artístico en todos los ámbitos.
Tolkien lo hace desde su forma de hacer literatura, de contar historias y relatos ricos en contenido, y de manera portentosa y bella, en un ambiente atractivo, con todo tipo de detalles que lo hacen «real», creíble, con ese «sello» de realidad. Relatos hermosos, bien pensados y creados para ello, desde los muchos lenguajes que conoce y trabaja muy bien. Así va desplegando y dando forma a su fascinante Universo de historias y leyendas que llegan directas al corazón ofreciendo una sana evasión, y un consuelo en forma de alegría del final feliz de los cuentos.
En su poema Mitopoeia, o el arte de relatar, recogido en el libro Árbol y Hoja, de Minotauro, explica un poco lo que le sucedió a él, y el arte de contar historias que comento. La capacidad de iluminar «mundos posibles», puesto que no tenía la noción de inventar nada, sino de descubrir algo que ya estaba ahí…, de «encontrarlo», como te comentaba antes. Y lo hace contando su experiencia, y su asombro, cuando se le van desvelando algunos personajes o momentos… de forma pausada y progresiva. Por ejemplo, no conocía a Trancos, ni sabía quién era Tom Bombadil…, ni conocía un Reino dedicado al cuidado de los caballos… Además, las historias iban creciendo a medida que las iba relatando. Luego tendrá muchas «preguntas que necesitan respuestas»…, investigar…, perfilar. Y nuevas versiones de cada una de ellas para ampliar posibilidades y enriquecer mundos.
Todo con su capacidad de pensar, de contemplar, de percibir toda maravilla, y la imaginación creadora de este artista desde las palabras. También ayudado y alentado por sus amigos los Inklings, en especial por C.S. Lewis, que le apoya incondicionalmente y le reta a revisar y dar lo mejor de sí.
Por eso Tolkien lo denomina «Subcreación», pues crea algo que va surgiendo en su mente, como él ha sido creado: «a imagen y semejanza de un Creador.» Porque, escribirá en este poema: «aún creamos según la ley en la que fuimos creados»…
Y lo curioso es que cada lector que se asoma a su creación percibe lo que a él le «dice» según su forma de ser, su experiencia y necesidades, distinto a lo que ven otras personas. Pero con un «algo» unificador para todos anclado en su esencia, y en la belleza y anhelos del corazón humano. Algo que no podemos ni debemos cambiar, malinterpretar, o manipular con reduccionismos, pues destruyen la obra de arte.
Es la aplicabilidad personal que llama el Profesor, anclada en la libertad del lector. Y no en una predeterminación desde el autor, como sucede en las alegorías. Son dos formas de crear y hacer literatura muy diferentes.
La obra de Tolkien es como un espejo donde asomarse, que refleja e ilumina la vida y la realidad con su luz y su belleza. Desde las grandes cosmogonías, hasta las pequeñas historiasy romances que se entretejen y lo vivifican.
La belleza desde el poder creador de las palabras
En esta línea, te recomiendo un libro del doctor Eduardo Segura «El mago de las palabras», del que tanto se aprende sobre la vida de Tolkien y su asombroso legendario. Expongo alguna de sus ideas, con agradecimiento.
Este autor dice que en la obra de Tolkien las palabras se usan propiamente: es decir, en verdad de lo que realmente dicen, expresan, significan, pues es filó-logo, amante de las palabras, y las lleva a su plenitud de significado. En ese sentido es el «mago» de las palabras…, además de que las conoce y las emplea de maravilla, cada una en su sentido genuino. Sabe como veinte idiomas, y crea otros nuevos para dar esplendor a su mitología.
Y la verdad que habita en la palabra, como ya sabían los clásicos, es fuente de conocimiento de la realidad. Así como la imaginación, que ya ponderara Newman, que despliega mundos desde la mente del artista «subcreador»…
Tolkien quería inventar un mundo donde algunas palabras quisieran decir exactamente lo que significan y transmiten, con toda su belleza. Que no tuvieran que ser metafóricas, sino literales. Un mundo realmente hermoso. Y para ello primero inventa idiomas armónicos de sonoridad exquisita.
** Una estrella
A este respecto, un relato al principio del libro El Señor de los Anillos, en La Comunidad del Anillo, cuando Frodo, Sam y Pippin son perseguidos por un Jinete Negro, y se encuentran con Gildor Inglorion y un grupo de Elfos que van de camino hacia los Puertos. Los hobbits están están angustiados, pero ese encuentro inesperado les «salva» y reconforta.
Frodo le saluda con estas palabras: Te estoy muy agradecido Gildor, -pues con sus cantos espanta al Jinete-, «una estrella brilla sobre el momento de nuestro encuentro»… Y crea todo el ambiente para que esa frase muestre toda su hondura y fuerza de significado, y esa sonoridad exquisita de ese idioma. Y se quedarán con ellos a descansar y cobrar fuerzas esa noche.
Los cantos de Gildor espantan al Espectro, y les anima a quedarse con ellos esa noche si lo desean. Ante esa invitación tan maravillosa y salvadora se quedan sin palabras… por el asombro y el agradecimiento ante un regalo tan grande e inesperado. Reposan y se admiran con ellos, también Sam que anhelaba ver y saber sobre los elfos.
En la despedida será Gildor quien le desee a Frodo: «Que las estrellas brillen para ti hasta el fin del camino.» Y partirán agradecidos hacia Rivendell.
Continuará…
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