Aunque pocas veces lo reconozcamos, el espectador de cine, no digamos el cinéfilo, es, en el fondo, un nostálgico empedernido. Alguien que busca novedades en la cartelera… con la secreta esperanza de que ese estreno se parezca lo máximo posible a los grandes títulos que vio hace años. A alguna de aquellas películas que rodearon su infancia. Da igual que el espectador tenga 20, 50 u 80 años. Evidentemente, las películas serán distintas –Casablanca o ET en un caso Toy Story en otro- pero serán los grandes títulos de su época. O lo que en argot cinematográfico se denomina clásicos.
Este pensamiento me vino a la cabeza cuando terminé de ver Puñales en la espalda. Había disfrutado de 126 minutos de puro clasicismo, de una película que me conectaba directamente con las tardes de mi adolescencia invertidas –probablemente bien gastadas- bebiendo las novelas de Agatha Christie de mi madre o a las sesiones maratonianas viendo películas de Hichtcock. Pura nostalgia, que dicen. Y no me invento nada porque el propio Rian Johnson, el director de la cinta, confiesa que ha querido homenajear a la novelista y al cineasta.
La película arranca con el suicidio de un rico anciano después de una cena familiar con motivo de su 85 cumpleaños. Este dramático suceso será el detonante de una complicada investigación que pondrá en aprietos a Benoit Blanc, un detective tan perspicaz como poco ortodoxo.
Reconozco que perdí la cuenta de las veces que esta historia, tan aparentemente previsible, consiguió sorprenderme. El guión es un alarde de agilidad e inteligencia. Un continuo ir y venir de suposiciones y equívocos que acaban encajando con precisión alemana. La puesta en escena, teatral pero poco impostada, ayuda a crear el ambiente perfecto para que el juego de ajedrez en el que se va convirtiendo la película se desarrolle con emocionante fluidez hasta el brillante jaque mate.
Puede parecer sorprendente pero el cine clásico siempre ha terminado hablando de los grandes dilemas morales que inquietan al ser humano.
El plantel de actores es más que notable –Daniel Craig, Chris Evans, Ana de Armas, Jamie Lee Curtis, Toni Collette, Don Johnson, Michael Shannon, Christopher Plummer, etc- y, si a eso le sumas semejante libreto, el resultado es una fiesta. Una fiesta en la que los actores disfrutan tanto o más que el espectador.
Para rematar la jugada, la cinta no se queda en un simple divertimento. Johnson consigue que su película de detectives hable del bien y del mal, de la infidelidad, la codicia, la inocencia y la mentira. Puede parecer sorprendente pero el cine clásico siempre ha terminado hablando de los grandes dilemas morales que inquietan al ser humano.
En definitiva, una película cien por cien disfrutable, una magnífica propuesta para estas navidades y ¿por qué no? un título con muchas posibilidades de convertirse en un clásico.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: