El número de mujeres que se convierten en madres primerizas a los 40 años en España ha aumentado un 19,3%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). De esta manera, nuestro país se sitúa a la cabeza de Europa en cuanto a nacimientos de bebés de madres que superan los 30 años. Hay que recordar que España es el séptimo país del mundo con peor índice de fecundidad, situado por debajo del nivel de reemplazo generacional desde hace 40 años.
Según datos de Statista, una plataforma global de datos proveedor de estudios de mercado, en 2022 continuó la tendencia de las mujeres españolas a tener más hijos pasados los 30 años de edad, destacando especialmente la franja comprendida entre los 32 y los 36. Concretamente, 23.919 mujeres tuvieron un hijo a los 35 años de edad, mientras que el número de nacimientos de mujeres de entre 20 y 30 se mantenía en todos los casos por debajo de 20.000.
Algunas de las causas que se pueden achacar a este hecho, como hemos analizado previamente, son el retraso de la maternidad hasta lograr una estabilidad laboral, la falta de políticas de conciliación, el desempleo, la inseguridad económica, la búsqueda de la realización personal en el mundo laboral o el aumento de separaciones y abortos, entre otras.
Abortos y tratamientos de fertilidad
Según un informe del Instituto de Política Familiar (IPF), en España se realizaron en 2022, 269 abortos diarios. Esto supone un total de 98.316 abortos anuales, habiéndose incrementado la cifra en más de 8.000 respecto a 2021. Junto con Francia y Alemania, es el país de la Unión Europea donde más interrupciones del embarazo se producen.
Mientras crecen las cifras de abortos de una manera alarmante, se incrementa también el número de mujeres que se someten cada año a tratamientos de fertilidad buscando un embarazo. En el último año, el incremento ha sido de un 30%. Más de la mitad de los tratamientos de donación de ovocitos de Europa se llevan a cabo en nuestro país, convirtiéndose de este modo en el mayor proveedor de ovocitos de todo el continente.
Mientras que en muchos países existen restricciones y prohibiciones en relación a esta práctica, en nuestro país cualquier mujer puede acceder a estos tratamientos gracias a las pocas trabas existentes como consecuencia de una legislación flexible y unas listas de espera muy cortas. Es por eso, que muchas pacientes internacionales viajan a España cada año para acceder a algún tratamiento de fertilidad.
Muchas pacientes en torno a los 40 años acuden a las clínicas de reproducción asistida, como la fecundación in vitro (FIV), para conseguir un embarazo debido al descenso de la fertilidad con la edad, incrementándose el riesgo de alteraciones cromosómicas y la probabilidad de que se produzca un aborto espontáneo. “En aquellos casos de FIV con ovocitos propios es habitual completar el proceso con el análisis genético de los embriones (Test Genético Preimplantacional, PGT-A) antes de transferirlos al útero ya que, con el aumento de la edad, se incrementa el riesgo de alteración cromosómica en el embrión, que se relaciona con menor tasa de implantación y mayor riesgo de aborto», afirma la Dra. Marina González, responsable de una clínica de reproducción asistida.
Pero los riesgos para el futuro bebé concebido mediante técnicas de reproducción asistida (TRA) no acaban aquí. Numerosos estudios han analizado las posibles diferencias y similitudes entre niños concebidos mediante TRA y los que lo han sido de forma natural. Si bien la mayoría de los estudios previos sobre niños concebidos por TRA se han centrado en la evolución perinatal y la niñez, una pequeña cantidad de estudios han extendido el periodo de seguimiento hasta la adolescencia y la adultez temprana. (Berntsen et al., 2019; Norrman et al., 2018; Rissanen et al., 2019; Svahn et al., 2015).
Los criterios hedonistas, que confunden placer con sentido vital, descartan la paternidad y maternidad en las edades más fértiles y, podríamos decir, más adecuadas biológicamente para gestar y criar a los hijos.
Valoración bioética
El dramático descenso de la natalidad en muchos de los países desarrollados y, especialmente, en España, constituye un serio problema demográfico sobre el que no se está actuando suficientemente.
Al aborto, hay que sumar otras causas que se sitúan en el origen del problema. El dato del retraso en la maternidad que analizamos en este artículo y el consiguiente recurso a las TRA para tratar de compensar el descenso en la fertilidad de las mujeres con el aumento de la edad, parece ser consecuencia de los cambios sociológicos de las sociedades avanzadas, donde la estructura laboral y la escala de valores en la que prima la realización y el enriquecimiento personal relega las expectativas de formar una familia y concebir los hijos a un segundo plano.
Los criterios hedonistas, que confunden placer con sentido vital, descartan la paternidad y maternidad en las edades más fértiles y, podríamos decir, más adecuadas biológicamente para gestar y criar a los hijos. Las estructuras sociales promovidas por los gobiernos de muchos de los países desarrollados, con el nuestro a la cabeza, parecen subestimar la protección real de la familia, que implica la creación de oportunidades para la crianza de los hijos con apoyos de tipo laboral, económico, sanitario o social, que permitan a muchas parejas valorar su paternidad y maternidad como un verdadero valor de sentido, una forma de donación personal que realiza mucho mejor las aspiraciones de plenitud personal que la mera progresión económica o lúdica.
Recuperar la familia, abierta a recibir los hijos, como célula básica de la sociedad y lugar privilegiado de la educación humana, es responsabilidad de todos, no solo de los gobiernos con sus políticas, sino también de los medios de comunicación y las escuelas, que deben trabajar por alejar la falsa imagen que la paternidad y maternidad en el proyecto familiar tienen como situación que pone en riesgo la realización personal, específicamente en el plano laboral, y presentarla como lo que es, el lugar privilegiado para acoger la vida y acompañarla hacia una realización plena.
Por Julio Tudela y Cristina Castillo
Publicado anteriormente AQUÍ
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