El refrán popular “año nuevo, vida nueva” nos anima a introducir cambios en nuestra vida, año a año. Pero, ese deseo o anhelo de una “vida nueva”, del que todos somos conscientes, no significa que el cambio se pueda producir con el simple paso de un año a otro, ya que se produce en tan solo veinticuatro horas.
El verdadero significado de este refrán parece indicar, más bien, que podemos mejorar o reorientar algún aspecto de nuestra existencia siempre que sepamos imprimir un auténtico sentido a nuestra realidad. Sin embargo, si no es así, vale la pena replantearse cómo encontrar el verdadero sentido de mi vida, en cuyo caso, deberíamos armonizar nuestros pensamientos con nuestros deseos, o, nuestra inteligencia con nuestro corazón. Esto nos llevará a conciliar nuestro proyecto personal con el profesional y con el familiar, pero siempre engarzados con lo que da verdadero sentido a una vida, como puede ser el seguimiento de los principios básicos que dignifican a toda persona humana, a saber, la búsqueda de lo verdadero, lo bueno y lo bello . Estos tres valores, -lo verdadero, lo bello y lo bueno-, constituyen el fin de la naturaleza humana, que solo en la búsqueda de esos valores el hombre puede encontrar su felicidad. Además, estos valores conforman el lema de dos universidades, de reciente creación, la Universidad de Austin, Texas y la Peterson Academy, Canadá. Algunos filósofos contemporáneos, como Enrique Martínez o Zena Hitz, nos recuerda que no se puede vivir “sin ton, ni son” sino que hay que vivir de acuerdo con los valores trascendentales de la vida, aunque no estén de moda en la actualidad. En este sentido cabe recordar lo que decía Chesterton: “A cada época le salva un pequeño puñado de hombres que tienen el coraje de ser inactuales”. Este pensamiento se alza como una de las claves para superar muchas de las crisis de nuestro tiempo.
Para conseguir esa “vida nueva”, necesitamos concretar nuestros deseos en pequeños objetivos, ya que “todas las grandes conquistas son la suma de pequeños logros”. Las metas deben ser asequibles, hemos de ser optimistas a la vez que realistas, pero también hemos de estar preparados para el fracaso, ya que no siempre lograremos lo que nos proponemos. La determinación por conseguir esas pequeñas metas ya es algo positivo, ya que, sin duda, nuestra voluntad se habrá robustecido. En este sentido, vale la pena recordar lo que nos decía Antoine de Saint-Exupéry “El fracaso fortifica a los fuertes” o lo que decía Jean Paul Marat: “No existe el fracaso, salvo cuando dejamos de esforzarnos”.
En lo personal, vale la pena apostar por mejorar en aquellos aspectos que hagan la vida más agradable a nuestra familia, a nuestros amigos y conocidos. Muchas veces, basta con estar a la escucha o sonreír, y casi siempre nos irá bien acrecentar nuestra paciencia para sobrellevar con gallardía las contrariedades del día a día. Asumir con calma las cosas que nos contrarían puede exigirnos el ejercicio del perdón, lo que es bien necesario en toda relación humana para encontrar la felicidad. Entre los pequeños gestos que podemos actualizar está el “dar las gracias” por todo lo que recibimos o poner un poco de “sentido del humor” en lo que nos contraria o pensar que “todo es para bien”, etc., puesto que todos ellos hacen la vida más agradable a los que nos rodean y nos llenan de paz.
Si mejoramos, si le damos a nuestra vida un “verdadero sentido”, un sentido que tenga en cuenta los valores trascendentes del ser humano, lograremos que nuestra familia mejore y con ella nuestra sociedad. No hay que olvidar que el bien es contagioso, se expande y que al final vencerá.
Y para afrontar este desafío, debemos tener confianza en nosotros mismos, no desanimarnos, y pedir consejo a alguna persona que nos quiera y nos conozca bien. Por otra parte, estoy convencida de que siempre va bien reírse un poco de nosotros mismos, lo que resulta fácil si somos conscientes de que nadie es perfecto.
¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!!
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: