Ya estamos acostumbrados a la celebración del “Día de”en conmemoración de acontecimientos que merece la pena destacar o bien para recordar lo que todavía tenemos mucho que arreglar. Este año, la Asamblea General de las Naciones Unidas instituyó el día 22 de agosto como Día Internacional en conmemoración de las víctimas de actos de violencia basados en la religión o la creencia, que hoy celebramos por primera vez. Esta iniciativa fue propuesta por Polonia, y respaldada por Brasil, Canadá, Egipto, Irak, Jordania, Nigeria, Pakistán y los Estados Unidos. En un mundo en el que la libertad de culto es uno de los derechos más extendido, podría decirse que de forma legal, no siendo así en la práctica. Es difícil entender como todavía hace falta luchar por esta libertad e incluso tener denunciar las persecuciones por esta causa. El laicismo y secularización de la sociedad, cada vez más extendido, favorece la falta de interés por la denuncia de los casos, así como por protección de estos derechos que afectan directamente a la vida de los perseguidos, incluso de forma física.
Este es sin duda uno de los derechos más importantes ya que es da la respuesta al sentido de trascendencia del ser humano, y de forma directa, a la dignidad inviolable del mismo. Los derechos humanos se basan en el humanismo cristiano y la libertad y dignidad de la persona por encima de razas, ideas o religión.
Artículo 2.
Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía. (Declaración Universal de Derechos humanos)
El Informe sobre la Libertad religiosa en el mundo, realizado por la Fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada y publicado el pasado noviembre, pone de manifiesto la necesidad de tomar conciencia de este problema ante la creciente persecución religiosa en el mundo. Dicho informe llega a la conclusión de que 327 millones de cristianos viven en países donde se produce de forma sistemática persecución contra los cristianos y en otros 173 millones de personas sufren discriminación a causa de su religión, sea la que sea.
Aquí, en la República Centroafricana, la libertad religiosa no es una idea; es una cuestión de supervivencia. No se trata de si uno se siente más o menos cómodo con las bases ideológicas que subyacen a la libertad religiosa; se trata de ¡cómo evitar un baño de sangre!
Cardenal Dieudonné Nzapalainga, Arzobispo de Bangui, República Centroafricana
De los 196 países analizados en el informe, en 38 se cometen violaciones importantes contra la libertad religiosa. De estos, en 21 se sufre persecución directa y en 17 hay discriminación a causa del credo profesado.
Los países en los que más ha empeorado la situación en los últimos dos años sólo son 16, pero afectan a más de 3.000 millones de personas, lo que supone un 40% de la población mundial. Entre ellos se encuentran China, India, Corea del Norte, Birmania o Vietnam.
Conclusiones generales del Informe sobre la Libertad religiosa en el mundo
Período estudiado: junio 2016 a junio 2018 (ambos incluidos)
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a) En el período estudiado, la situación de los grupos religiosos minoritarios se deterioró en 18 de los 38 países (casi la mitad) en los que se han encontrado violaciones graves de la libertad religiosa. En China y la India, especialmente, se notó una importante decadencia. En muchos otros (entre ellos Corea del Norte, Arabia Saudí, Yemen y Eritrea) la situación ya era tan mala que apenas podría empeorar.
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b) El empeoramiento de la intolerancia contra las minorías religiosas supuso que dos países, Rusia y Kirguistán, se hayan incluido por primera vez en la categoría de “Discriminación”.
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c) En comparación con los dos años anteriores, hay más países en los que se cometen violaciones graves de la libertad religiosa que presentaron signos de deterioro de las condiciones de las minorías religiosas, cuatro más que en 2016.
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d) El incremento de las violaciones de la libertad religiosa por parte de agentes estatales (regímenes autoritarios) ha provocado que un número mayor de países muestren una disminución de la libertad religiosa en comparación con 2016.
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e) Por otro lado, una marcada disminución de la violencia militante de Al Shabab ha hecho que Tanzania y Kenia, clasificados como países de “Persecución” en 2016, hayan pasado en 2018 a la categoría de “no clasificados”. Aunque en algunos países se han observado menos violaciones de la libertad religiosa de naturaleza islamista, la situación ha empeorado claramente en muchos otros.
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El nacionalismo agresivo, hostil a las minorías religiosas, ha empeorado hasta el punto de que el fenómeno se puede definir como ultranacionalismo. La intimidación violenta y sistemática de los grupos religiosos minoritarios les ha llevado a tildarlos de forasteros desleales y de amenaza para el Estado.
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Cada vez hay más pruebas de la existencia de un muro de indiferencia detrás del cual las comunidades de fe vulnerables sufren, mientras un Occidente religiosamente analfabeto ignora su difícil situación.
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Para los Gobiernos y los medios de comunicación occidentales, la libertad religiosa está perdiendo importancia en el orden de prioridades en la defensa de los derechos humanos, eclipsada por las cuestiones de género, sexualidad y raza.
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Se ha producido un rápido e inesperado reasentamiento de grupos de fe minoritarios en algunas zonas de Oriente Medio anteriormente ocupadas por el Daesh (ISIS) y otros grupos yihadistas.
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Muy pocos Gobiernos occidentales han proporcionado a los grupos religiosos minoritarios, especialmente a las comunidades que desean regresar a sus hogares, la ayuda que necesitan con tanta urgencia.
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Los éxitos de las campañas militares contra el Daesh y contra otros grupos hiperextremistas han ocultado la difusión de los movimientos islamistas militantes en zonas de África, Oriente Medio y Asia.
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El conflicto entre el islam suní y chií ha alimentado a los grupos extremistas, entre ellos al Daesh.
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Hay pruebas nuevas que demuestran la amplitud del abuso sexual contra las mujeres cometido por grupos e individuos extremistas en África, Oriente Medio y zonas del subcontinente indio.
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Se ha producido un auge de los atentados yihadistas en Europa y en el resto de Occidente, motivado en parte por el odio religioso. Los atentados indican que la amenaza del yihadismo militante ahora se está haciendo universal, inminente y siempre presente. Como tal, esta amenaza puede recibir el nombre de terrorismo de vecindario.
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En Occidente ha aumentado la islamofobia, en parte como consecuencia de la actual crisis migratoria.
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Hay pruebas de un recrudecimiento del antisemitismo que ha llevado a un aumento del número de judíos que emigran a Israel.
El radicalismo islámico no está en retroceso, y la situación sigue siendo especialmente complicada en países como Siria o Irak, ya que este islamismo extremo hacía que no se diera la importancia debida a ciertos grupos yihadistas en la zona central de África, afectando a países como Mauritania, Senegal, Camerún, Mali, Gambia, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Sudán, República Centroafricana o Etiopía.
Según este informe, el 61% de la población mundial vive en países donde no se respeta la libertad religiosa, lo que significa que 6 de cada 10 personas en el mundo no pueden expresar con total libertad su fe.
Por su parte, la organización Puertas Abiertas en el mundo hay 245 millones de cristianos perseguidos, tal y como se refleja en su Lista Mundial de Persecución.
Según esta entidad, durante el año 2018 murieron en total 4.305 cristianos por su fe en todo el mundo. Lo que supone una aumento del 29% respecto al año anterior. También se ha visto un “alarmante aumento” en el número de iglesias atacadas, de 783 han pasado a 1.847 durante el último año.
¿Qué pasa en Europa?
El Informe 2018 del Observatorio sobre Intolerancia y Discriminación contra los cristianos en Europa señala que Francia y España son los países donde se producen más casos de intolerancia religiosa seguidos de cerca por Alemania y Reino Unido.
En concreto, este informe detectó 153 casos de cristianofobia en Francia, 96 en España, 54 en Alemania y 53 en Reino Unido. Italia, Bélgica, Austria y Suecia también se destacan como países con mayor intolerancia religiosa.
Esta instrumentalización de la religión es muy eficaz porque los sentimientos religiosos apelan a lo más profundo de nosotros y la religión tiene, indudablemente, la capacidad de suscitar emociones apasionadas. Actualmente, a los medios de comunicación occidentales les gusta realzar estos impulsos para denigrar la religión en su conjunto, motivo por el cual siempre tenemos que intentar buscar el equilibrio…La libertad religiosa plena elimina el riesgo de instrumentalización religiosa. También puede unirnos al animarnos a respetar las diferencias de los demás y por lo tanto a poner fin a la manipulación política y económica a la que estamos sometidos.
Cardenal Dieudonné Nzapalainga, Arzobispo de Bangui, República Centroafricana
La violencia contra la mujer
Dentro de la persecución religiosa la realidad y los hechos nos dicen que hay una violencia especial contra las mujeres.
Nadia Murad, premio Nobel de la Paz 2019 y yazidí, es un ejemplo del sufrimiento y la vejación que han sufrido y sufren muchas mujeres en el mundo por ser de otra religión. La violación y la violencia sexual masiva ha sido utilizada como arma de guerra, especialmente cuando un grupo intenta oprimir a otro.
Ha sido especialmente numeroso los casos en los que los yihadistas violan a mujeres no musulmanas y las obligan a convertirse, con el objetivo de educar a los hijos en el islam extremista de estos grupos.
Los embarazos y las conversiones forzosas se convierten en un medio para garantizar “la siguiente generación de yihadistas”. En diciembre de 2014 el Daesh (ISIS) difundió un folleto en el que alentaba a sus seguidores a estas acciones, “permitiendo” tener relaciones sexuales, pegar y comerciar con esclavas no musulmanas, niñas pequeñas incluidas.
Fue muy conocido el caso de las 276 niñas secuestradas de un colegio de la ciudad de Chibok, en abril de 2014, en el norte de Nigeria, por el grupo Boko Haram (vinculado al Daesh), para obligar a los cristianos a abandonar el norte del país, obligando a muchas alumnas no musulmanas a convertirse al islam y casarse con miembros de dicho grupo terrorista. Según Makmid Kamara, de Amnistía Internacional, las mujeres secuestradas por Boko Haram sufrieron “terribles abusos”, entre ellos la violación, palizas, intimidación y hambre.
También es el caso de Pakistán, donde según Organizaciones no gubernamentales de dicho país, calculan que cada año al menos 1000 mujeres cristianas e hindúes son secuestradas y obligadas a convertirse al islam y a casarse con su agresor. En Egipto desaparecieron unas 550 mujeres cristianas de edades comprendidas entre los 14 y los 40 años entre 2011 y 2014 , y siguen secuestrando niñas periódicamente.
Según la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán y el Movimiento por la Solidaridad y la Paz de Pakistán los secuestros de mujeres están aumentando. Es frecuente que las autoridades digan a los padres que la niña se ha convertido y se ha casado por propia voluntad. Muchas familias ni siquiera denuncian el delito, o retiran la denuncia, ante las amenazas contra otros miembros femeninos de la familia.
Algunos secuestros forman parte de un patrón más amplio de violencia sexual contra mujeres de las minorías religiosas: más indefensas ante los tribunales que las mujeres musulmanas constituyen un blanco fácil ya que los violadores saben que es improbable que les procesen.
En estos países, si una mujer no puede demostrar que tuvo sexo en contra de sus deseos, pueden acusarla de adulterio y acabaría arrestada, azotada o incluso condenada a muerte por lapidación. Por este motivo, muchas temen denunciar la violencia sexual a la que son sometidas ellas o sus familiares. Sin embargo no vemos a las feministas extremistas, ni las de Me too, ni a Mellinda Gates defender a estas mujeres, han dejado pasar una gran oportunidad para demostrar que les importan todas las mujeres, que defienden a todas.
Esperemos que la bondad y cordura del ser humano hagan que un día desaparezca esta persecución y llegue un momento en el que no haya víctimas por pertenecer a una religión.
Fuente: Informe sobre la Libertad religiosa en el mundo. AIN
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