En el corazón de Europa, la perspectiva de género ha sido elevada a un estatus casi sacrosanto, eclipsando los principios fundamentales de igualdad y justicia que deberían regir nuestras sociedades. Lo que se presenta como un esfuerzo por promover la igualdad se ha convertido, paradójicamente, en una campaña para desmantelar las bases mismas de nuestra identidad y cohesión social.
Las verdaderas injusticias que enfrentan millones de mujeres en todo el mundo (ablaciones, matrimonios forzosos, falta de derechos básicos, etc.) son completamente marginadas.
Si miramos atrás en el tiempo vemos que la diferenciación sexual es una realidad a la que se ha resistido la humanidad en diversas ocasiones a lo largo de la historia. El debate sobre si la distinción entre varón y mujer determina su propia identidad, ha pertenecido tradicionalmente al ámbito de la filosofía, la ética y la antropología.
Actualmente nos hallamos en un momento histórico en el que, bajo la influencia de la corrección política, marcada por la presión de la imperante ideología de género que en cuanto «ideología» supone una visión global distorsionada de la realidad expresiones como hombre, mujer, padre, madre, han perdido su sentido teológico-antropológico y se encuentran vacías de contenido, borradas por una idea de identidad absoluta e intercambiabilidad entre los sexos que lo inunda todo, desde la educación en las escuelas, hasta el contenido de las leyes.
La perspectiva de género, hoy en día se ha vuelto omnipresente en el discurso político europeo, se ha infiltrado en todos los aspectos de la vida pública, desde la educación hasta la legislación y más allá. Los informes del Parlamento Europeo, plagados de referencias a esta perspectiva, ilustran cómo se ha convertido en un fin en sí mismo, relegando los problemas reales a un segundo plano.
Mientras los burócratas se enfrascan en debates sobre cómo abordar cada mínimo tema, incluido el cambio climático, desde una perspectiva de género, las verdaderas injusticias que enfrentan millones de mujeres en todo el mundo —como las ablaciones, los matrimonios forzosos y la falta de derechos básicos— quedan completamente marginadas.
Y esto, inevitablemente se traslada a los países miembros. En España, el Tribunal Supremo recientemente respaldó la inclusión de la perspectiva de género en la educación pública, un movimiento que refleja la creciente influencia de esta ideología. Este fallo no solo subraya la prevalencia de la perspectiva de género en las políticas europeas, sino que también pone de manifiesto la tensión entre la promoción de ideologías posmodernas y la protección de los valores tradicionales, incluida la libertad religiosa.
La cuestión del empleo femenino es otro gran campo de batalla en Europa, por donde se cuela la ideología de género. En lugar de reconocer el papel vital que las mujeres han desempeñado históricamente en la economía familiar y en la sociedad en general, los defensores de la perspectiva de género buscan imponer un marco que, lejos de «empoderar» a las mujeres (esa palabra tan usada por el colectivo feminista), las encierra en una narrativa de victimización y conflicto constante. El progreso significativo en el empleo femenino en países como Hungría, donde las políticas han fomentado un aumento en el empleo y, por ende, en la tasa de natalidad, demuestra que el enfoque en la igualdad real, más allá de la retórica de género, puede tener resultados positivos tangibles si verdaderamente la mujer recibe el apoyo necesario.
En vez de promover un diálogo constructivo y enriquecedor entre hombres y mujeres, se impone un monólogo que excluye y a menudo castiga al hombre.
Desafortunadamente, la obsesión por imponer esta perspectiva en todos los aspectos de la vida pública ha llevado a un descuido de las verdaderas necesidades y aspiraciones de las mujeres. En lugar de «empoderar» a las mujeres, la perspectiva de género a menudo las reduce a meros agentes de una agenda ideológica, ignorando la diversidad de sus experiencias, deseos y contribuciones a la sociedad.
La pregunta que surge, entonces, es si la Comisión de la Mujer del Parlamento Europeo abordará también las recientes protestas de agricultores y ganaderos desde una perspectiva de género, al igual que ya ha planteado debates absurdos como: La perspectiva de género en el diseño, en la arquitectura, en el urbanismo como una ampliación de derechos, en el uso de los objetos y los espacios de la vida cotidiana.
Porque según los representantes más progresistas de Bruselas: «Se debe comenzar a reflexionar sobre las cosas que no se piensan, porque de tan cotidianas que son, se han naturalizado. Se deben desnaturalizar algunos diseños que lo que hacen es solamente perpetuar estereotipos y frenar derechos».
Esto les llevó a aprobar en 2020, un extenso informe sobre la integración de la perspectiva de género dentro del propio Parlamento Europeo, para que se lleve a cabo una auditoría cuyo objetivo era cartografiar la situación actual en términos de igualdad de género e integración de la perspectiva de género y formular recomendaciones tanto en el ámbito político como en el administrativo de las actividades del Parlamento.
Esto incluye una formación obligatoria sobre la política de acoso cero del Parlamento para todas las personas que trabajan en las instituciones, se les proporcione las herramientas para reconocer y denunciar todas las formas de acoso, incluido, en particular, el acoso sexual, así como información personalizada sobre las estructuras de apoyo disponibles.
Esta obsesión por integrar la perspectiva de género en todos los aspectos de la vida pública ha llevado a una polarización y un sectarismo que fracturan el tejido social y la familia, en lugar de fortalecerlo. En vez de promover un diálogo constructivo y enriquecedor entre hombres y mujeres, se impone un monólogo que excluye y a menudo castiga al hombre a dar un curso sobre feminismo. Esta situación vulnera los fundamentales principios democráticos de la libertad de expresión e, irónicamente, la igualdad de derechos, ya que posterga al hombre anteponiendo en todo caso las necesidades de la mujer. Paradigmática sería la última reforma de la Constitución Española, que prima la atención a las discapacitadas por encima de los discapacitados.
La última reforma de la Constitución Española, prima la atención a las discapacitadas por encima de los discapacitados.
El acto más inteligente que podemos realizar actualmente para garantizar la felicidad del ser humano y el equilibrio de la familia y por ende de la sociedad entera, es la comprensión de la naturaleza masculina y femenina. La ruptura con la biología mediante la legislación no libera ni a la mujer ni al hombre, es más bien un camino que conduce a lo patológico. Como afirma Allison Jolly, primatóloga de la Universidad de Princeton: «Solo comprendiendo su verdadera esencia, la mujer (y asimismo el hombre) podrá tomar el control de su vida».
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