La Creación está cargada de comunicación en todas sus formas. Las aves del cielo al iniciar la migración nos decían que cambiaba la temperatura, el color de las hojas que pronto el árbol daría fruto y así; observando detenidamente y con reflexión cada criatura, sin que importase su tamaño, se establecía un diálogo entre la naturaleza y los hombres. No obstante, la comunicación humana requiere aún más de reflexión y pausa.
La realidad que nos rodea es compleja y tiene muchas aristas. La comunicación humana, nos recuerda Mónica Codina, es “la acción espacio temporal en que una persona entrega intencionalmente a otra alguna realidad de significado preciso”. Requiere por tanto tiempo y espacio concreto para que sea bien entendida y procesada. Sin embargo, hoy que vivimos deprisa, sin tiempo para parar y pensar, con la constante necesidad de estar haciendo cosas y contándolas casi en directo, la comunicación humana comete graves errores. No extraña que haya aumentado la violencia por un lado y por otro el crecimiento de negocios orientados al mindfullnes, la paz mental y los consejos al estilo “hoy es tu día, cree en ti y serás feliz”. Pabernos matao.
En la jornada de este lunes 16 de octubre los profesionales del periodismo y la comunicación nos llevamos las manos a la cabeza y al corazón al ver la terrible y desafortunada conexión desde la estación de tren de Sevilla que se hizo en el magacin “Mañaneros”. Un programa producido por La Cometa TV para la empresa pública de Radiodifusión Española.
La noticia desde el 12 de octubre estaba en conocer la última hora del caso del joven cordobés desaparecido en los alrededores de Santa Justa cuando intentaba volver a casa desde la capital andaluza sin dinero físico ni batería en el móvil (en el que estaba su billete de tren). Aunque se había activado el protocolo y estaba movilizada la Policía, la Guardia Civil y la UME, la voz de alarma la da un ciudadano de a pie, un reportero de televisión. Sin embargo, la voz se convirtió en injustificado grito público al comunicarlo a través de una conexión en directo para este matinal de TVE.
Quienes vimos la secuencia y conocemos cómo funciona una conexión en directo sabemos que fue un tratamiento de la información con falta de ética y deontología profesional total y absoluta. Primero porque cuando te dan paso tú sabes lo que vas a contar y lo has prevenido anteriormente a producción y realización. Segundo, que en la secuencia se observó que había fragmentos de video grabados en los que se podía manipular la imagen hacia atrás y delante. Tal fue el tiempo de reacción que se pudo rotular “Exclusiva”. Por lo tanto, no fue un directo sin control y aquí no nos vale el “no se podía saber”.
Es cierto que encontrarse con esta información requiere de una serenidad y templanza de la que hoy por desgracia se carece, pero por eso el periodismo es una vocación humanista y no una profesión espectáculo en el que uno cobra por lucirse para ser el más ocurrente, rápido y divertido. La función del comunicador requiere mucha preparación y empatía para saber contar las cosas, que sean entendidas y bien procesadas por el otro.
Reconozco la dureza de toparte con una información así de cruel tan difícil de digerir. Por eso, los compañeros que están en el estudio deben orientar adecuadamente y tener un conocimiento total de cómo afecta a todas las partes las imágenes que se van a emitir. En este caso se pudo evitar añadir más dolor al dolor. Ojalá no haya también lágrimas en el Cielo.
Esta insensibilidad, que además incumple el Manual de la entidad pública y por la que ya ha anunciado RTVE una investigación interna, pone de manifiesto la imperiosa necesidad de promover acciones formativas basadas en la ética profesional y empresarial. La falta de ética pone en serio peligro el bienestar social en todas sus partes: desde la educación, la sanidad y la propia interacción de los ciudadanos. En estos días se celebra en Málaga la VI Jornadas Católicos y Vida Pública que hasta el jueves 19 de octubre se centrará en la “Ética Profesional y Coherencia de Vida”. Una cita imprescindible para profundizar en cómo hacer de nuestro trabajo diario, sea el que fuere, un auténtico buen servicio a los demás.
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