El nuevo curso político en el Parlamento Europeo ha comenzado con un fuerte debate sobre las políticas de igualdad, centrado en la Comisión de Derechos de las Mujeres e Igualdad de Género (FEMM). Este espacio, lejos de ser un foro de consenso, se ha convertido en el epicentro de una confrontación ideológica entre la defensa genuina de los derechos de las mujeres y un feminismo institucional alineado con los objetivos de la Agenda 2030.
Carlien Scheele y la perpetuación del feminismo institucional
Carlien Scheele, directora del Instituto Europeo de Igualdad de Género, abrió la sesión defendiendo la labor de su institución y la necesidad de seguir impulsando políticas de género en toda la Unión Europea. «No hay ningún país de la Unión Europea que haya conseguido la igualdad de género total», afirmó Scheele, justificando la necesidad de aumentar los fondos destinados a estas iniciativas.
En su intervención, Scheele advirtió sobre un contexto social cada vez más polarizado, donde «la desinformación y el odio» están creando divisiones que amplían la brecha de género. Sin embargo, este discurso pronto chocaría con el de dos eurodiputadas que fueron tildadas de «fascistas» por cuestionar la efectividad de estas políticas y por calificar de «chiringuitos ideológicos» a instituciones como el propio instituto de Scheele.
Feminismo ideológico vs. defensa real de la mujer
El enfrentamiento principal fue protagonizado por Mireia Borràs, eurodiputada de VOX, y la exministra de Igualdad de España, Irene Montero, ahora representante del grupo The Left y de Podemos en esta comisión. Borràs lanzó un discurso claro y directo, criticando duramente las políticas de igualdad de género impulsadas por la izquierda, representadas en figuras como Montero.
Borràs no dejó espacio para ambigüedades, denunciando que las políticas de igualdad actuales no solo han fracasado, sino que han empeorado la situación de muchas mujeres, particularmente de las madres trabajadoras, a quienes calificó como las grandes olvidadas por un feminismo que «ha perdido el contacto con la realidad». Según la eurodiputada, lo que en un principio nació como una lucha legítima por los derechos de las mujeres, se ha convertido en un lucrativo negocio: «Con el pretexto de la igualdad, sus políticas dilapidan millones de euros que no solo carecen de impacto positivo para la mujer, sino que, en muchos casos, empeoran su situación».
Además, Borràs subrayó el preocupante incremento de la violencia sexual en España, un 30% más desde la creación del Ministerio de Igualdad. «Son datos, no opiniones», afirmó contundentemente, recordando que el número de mujeres asesinadas ha aumentado en los últimos tres años.
«Solo sí es sí»: una ley polémica que Europa debe conocer
Uno de los puntos más álgidos del debate fue la crítica de Borràs a la Ley «Solo sí es sí», impulsada por Irene Montero. Borràs destacó que esta ley ha permitido que más de 1.200 violadores hayan visto reducidas sus penas, generando miedo entre las víctimas. «Hoy, por culpa de esta macabra ideología, miles de mujeres viven con terror por si la ley Montero va a liberar a su agresor», enfatizó, elevando la tensión en la sala.
El abandono de las madres trabajadoras
El discurso de Borràs también destacó la grave situación de las madres trabajadoras, quienes enfrentan dificultades insuperables para conciliar su vida laboral y personal. Según un estudio de la Fundación Madrina, el 70% de las mujeres en España que se sienten discriminadas lo son por su condición de madres, no por su género. Borràs enfatizó la necesidad urgente de políticas que apoyen a estas mujeres, y criticó duramente la retórica vacía del feminismo institucional que, en su opinión, ha ignorado a las madres en favor de agendas ideológicas.
El feminismo de salón se defiende
Tras la intervención de Borràs, Irene Montero tomó la palabra visiblemente incómoda. En su defensa, Montero destacó la importancia de las políticas de género y elogió el trabajo de instituciones como el Instituto Europeo de Igualdad de Género. Insistió en que la violencia machista sigue siendo una de las mayores amenazas para las mujeres en Europa, y pidió aumentar los esfuerzos económicos para combatirla.
Sin embargo, Montero no dudó en atacar frontalmente a Borràs y a su grupo político, acusándolos de negar la existencia de la violencia de género. Calificó estos discursos de «negacionistas y fascistas», y aprovechó para desviar el debate hacia temas como la situación en Palestina y las consecuencias de los conflictos bélicos para las mujeres.
¿Y el resto de eurodiputados presentes?
Raquel García Hermida, eurodiputada de Renew (Ciudadanos en Europa), también intervino en el debate, acusando a Borràs de hacer afirmaciones infundadas sobre la relación entre la inmigración ilegal y el incremento de la violencia machista. «Debemos dejar de hablar de esto en el Parlamento Europeo», sentenció.
Por su parte, Giusi Princi, eurodiputada italiana del Partido Popular Europeo, centró su intervención en la percepción del feminismo por parte de los jóvenes y el papel de las nuevas tecnologías en la lucha contra la discriminación. Aunque sus propuestas para emplear inteligencia artificial en la prevención de la violencia de género parecen bienintencionadas, Borràs advirtió que podrían utilizarse para censurar a quienes expresen opiniones contrarias al feminismo institucional.
Margarita de la Pisa continúa dando la batalla junto a Mireia
La eurodiputada de VOX, Margarita de la Pisa, también participó en defensa de su compañera, reivindicando la libertad de expresión y la pluralidad democrática en Europa. De la Pisa denunció el doble rasero de quienes exigen igualdad pero discriminan a quienes no comparten sus ideas. «Cuesta entender que quienes piden igualdad de trato luego violen este principio con quienes no siguen fielmente sus dictados», afirmó de la Pisa, subrayando que las voces disidentes no serán silenciadas.
¿Qué podemos esperar de esta Comisión en esta próxima legislatura?
El desarrollo de los debates en la Comisión de Mujer y Familia pone de manifiesto una realidad inquietante: la mujer y la familia, pilares fundamentales de nuestra sociedad, han sido relegadas a un segundo plano en favor de una agenda puramente ideológica. El feminismo institucional ha priorizado políticas que, lejos de ofrecer soluciones concretas a los desafíos reales que enfrentan las mujeres, especialmente las jóvenes que desean formar una familia, se enfocan en perpetuar un discurso ideológico desconectado de la vida cotidiana.
Es alarmante que dentro de una comisión cuyo nombre evoca la defensa tanto de la mujer como de la familia, no se promuevan alternativas que faciliten la conciliación laboral y familiar. En su lugar, se abordan temas que poco tienen que ver con las verdaderas aspiraciones de muchas mujeres europeas: formar un hogar, criar a sus hijos y desarrollarse profesionalmente sin tener que renunciar a ninguna de estas facetas. Esta falta de apoyo efectivo solo aumenta la brecha entre las necesidades reales de las mujeres y las políticas promovidas desde las instituciones.
Lo más preocupante es que, si ante la primera verdad incómoda que escuchan responden con las habituales acusaciones de «negacionista» y «fascista», será prácticamente imposible construir puentes sobre esas diferencias a lo largo de una legislatura que se vislumbra complicada. La sororidad que tanto predica el feminismo de salón se vuelve hueca cuando, en lugar de abrirse al diálogo y tender la mano a quienes no comparten la única visión impuesta por el feminismo morado, se busca silenciar a las pocas voces disidentes que todavía creen en la mujer de verdad y en la familia tradicional en Europa.
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