Aseguro que cualquier persona podría estar de acuerdo en que invisibilizar la realidad para destruirla es bastante cruel. ¿Qué pasa entonces con la propuesta de dejar que la mujer embarazada escuche el latido del corazón de su hijo no nacido? ¿O que lo vea en una ecografía? ¿Por qué se dice que vulnera derechos fundamentales?
El acceso a la información ¿no es acaso un derecho fundamental? ¿Y más aún cuándo se trata de tomar una medida tan trascendental como la del aborto que te coloca directamente en la realidad de ser madre de un hijo muerto? Porque eso es tan duro como real.
¿Hace menos traumático el creer que lo que llevas dentro no es mas que un amasijo de células, sin valor alguno? La respuesta contundente es NO. Porque yo fui fría e ignorante al abortorio pensando eso, y el trauma se originó igual. Porque la violencia es siempre traumática, seamos conscientes o no.
¿Hace menos traumático el creer que lo que llevas dentro no es mas que un amasijo de células, sin valor alguno? La respuesta contundente es NO.
Si ejercemos violencia sobre un bebé, este quedará traumatizado, así no sea consciente ni pueda entender lo ocurrido. El trauma se manifestará más tarde. Cuando, por ejemplo, llegado el momento de desarrollarse como hombre sexual, tenga problemas con la intimidad de la mujer, si fue el caso de que la violencia vivida fue ejercida por su madre, vecina o cuidadora.
Es cierto que las madres gestantes que vamos a abortar, en muchos casos, lo hacemos con la decisión muy determinada (y la película mental muy bien formada). Otras en realidad no quieren, es más, desean dar a luz sus hijos, pero la amenaza de la pareja, la familia, el entorno social o laboral, son concluyentes. Y frente a esto, actualmente, no se toman medidas.
Las medidas de compartir el latido del embrión con la madre son importantes, pero no suficientes.
Una evidencia científica de que lo que llevamos en nuestro vientre es mucho más trascendente que un amasijo de células, porque el sonido o la imagen reflejan claramente que es una vida independiente con ADN propio, puede impactarnos enormemente, y, sin embargo, no alterar la decisión de someternos a la Intervención Violenta del Embarazo (IVE). Porque lamentablemente, esa conciencia de que en el vientre se alberga una nueva vida humana no es suficiente para contrarrestar el miedo o la amenaza que pueda suponer o enfatizar el embarazo.
Por eso, las medidas de compartir el latido del embrión con la madre son importantes, pero no suficientes. Para empoderar a la mujer, además de facilitarle toda la información relevante, hay que ofrecerle ayudas, psicológica sí, pero, sobre todo, apoyo afectivo y material. Un abrazo, una mirada de cariño y esperanza junto con un cheque para comprar pañales y alimentación. Y hasta un empleo (mientras pueda trabajar) y/o un hogar seguro y libre de violencia si es necesario. La conciencia unida a una profunda soledad y desamparo no puede salvar mucha vida.
La conciencia unida a una profunda soledad y desamparo no puede salvar mucha vida.
Y es por eso que el feminismo no puede dar la espalda a la realidad en torno al aborto y dejar a la mujer embarazada en situación de vulnerabilidad en la estacada y proponerle desde un patético paternalismo: “no mires ni escuches y ya verás como no duele” o “dale, que a ciegas tú puedes con ello ¡estás en tu derecho!”. Porque la violencia siempre es traumática, aunque se acepte y justifique de forma alexitímica.
En mi caso tuvieron que pasar años y muchas sesiones de terapia para llegar a ser consciente del destrozo que llevaba dentro por la pérdida de mis dos primeros hijos. Ahora ayudo a otras muchas madres a superar la muerte de sus descendientes no nacidos, a las que tal vez sí, el impacto y la conexión del latido intrauterino les hubiera permitido rebelarse a la crueldad a la que se vieron abocadas por ignorancia, precariedad, violencia y soledad.
Y aunque ese latido no hubiera cambiado esa realidad, sí que les haría más fácil entender por qué pasado el tiempo tenían ganas de vomitar al ver un bebé, impulsos violentos sobre sí mismas y los demás, o intentos de quitarse la vida.
La crueldad y la violencia no se edulcoran por tapar ojos y oídos. Es más, el hecho de taparlos es el indicador de lo cruel y violento del acto en sí.
La crueldad y la violencia no se edulcoran por tapar ojos y oídos. Es más, el hecho de taparlos es el indicador de lo cruel y violento del acto en sí. Y esto explica que ningún padre asista a una IVE, como sí lo hacen a los partos. Lo que no se entiende por ningún lado es que el gobierno, supuestamente feminista, solo subvencione el aborto y la ceguera de las mujeres, y no de ayudas a las mujeres embarazadas para mantener su integridad tanto sexual como reproductiva.
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