La ideología que imperaba cuando era pequeña era muy distinta a lo que los niños respiran hoy si los padres no están atentos, o incluso si lo están, y esto no significa que todo el mundo fuera bueno, ni todas las ideas maravillosas, por supuesto, pero los valores que se inculcaban eran universales y “reales”, se ajustaban a lo que de verdad era bueno, y… luego estaba la libertad de cada uno. Creo que, en cierta manera, aunque ser padre siempre fue, es y será difícil, era más fácil. Ya fuera en casa, en el colegio o en las películas que se podían ver en los solo dos canales que había entonces, las acciones se dirigían hacia el bien. Pero no un bien inventado, sino el bien real. En las películas siempre ganaban los buenos, el mal era malo para el hombre y no se normalizaba y había referentes claros de lo que nos ayudaba a crecer como persona y buscar, en una elección personal, la felicidad.
“¿Cuál es el bien supremo entre todos los que pueden realizarse? Sobre su nombre, casi todo está de acuerdo, pues tanto el vulgo como los cultos dicen que es la felicidad, y piensas que vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz.” Aristóteles, Ética a Nicómaco
Ahora la felicidad parece estar en una serie de inventos distorsionados de la misma que se airean en series, películas, medios de comunicación, educando así, además de los cambios que quieren introducir en el sistema educativo e incluso las leyes, que llegan a castigar a los padres que se preocupan por sus hijos. Pero un camino hacia la felicidad que no se dirija a buscar la plenitud de la persona, nunca será verdadera felicidad, y nada puede ser pleno si pretendemos cambiar una naturaleza que nunca podrá cambiar.
Un camino hacia la felicidad que no se dirija a buscar la plenitud de la persona, nunca será verdadera felicidad, y nada puede ser pleno si pretendemos cambiar una naturaleza que nunca podrá cambiar.
La única protección parece dirigirse al cuidado del planeta, en donde se ponen todos los esfuerzos, siempre que no haya dinero por en medio. Se ha conseguido cierta conciencia social de que hay que cuidarlo, no porque una niña lo diga, sino porque es nuestra casa común. Empresas, gobiernos e instituciones invierten en esfuerzos y campañas de responsabilidad social que muestren una cara amable y comprometida, pero no les propongas que se conciencien con el cuidado de la persona que está por nacer, cuya vida, débil está totalmente desprotegida, y por tanto, en peligro. La naturaleza hay que cuidarla, pero este esfuerzo no se hace para todas las naturalezas, la humana sin embargo, está más en peligro que nunca.
Conservar la naturaleza implica mantenerla tal y cómo debería ser, de acuerdo a su sentido más profundo, preservando la finalidad propia de cada ente dentro de su entorno, tratando cada realidad según su modo propio de ser. Por ello, preservar la naturaleza es preservar al ser humano como es, cuyos fines no se circunscriben exclusivamente al ámbito de las relaciones en armonía con otros entes de la bioesfera, porque todos estamos de acuerdo en que el hombre es mucho más, incluso tiene la potestad de otorgar derechos a los animales, no solo ponerles nombre.
Sin embargo, en los últimos años, cada día nos despertamos con una noticia nueva sobre las pretensiones de cambiar lo que existe y ya “es”, especialmente en lo que concierne al ser humano. Cómo no dejan títere con cabeza, esta vez le tocó al diccionario de Cambridge, cuyos redactores, siguiendo a la ideología actual, pretenden cambiar el significado de lo que es y somos las mujeres, siguiendo la estela ya iniciada por otros diccionarios del mundo angloparlante.
En el año 2020, Merriam-Webster actualizó su definición de femenino con el término género para incluir: «Tener una identidad de género opuesta a la masculina».
Ahora, la edición en línea del Cambridge Dictionary ha superado esta definición ya que, además de ser: «Un ser humano adulto de sexo femenino», una mujer es ahora «un adulto que vive y se identifica como mujer aunque se le haya atribuido un sexo diferente al nacer».
Su justificación ha sido que este es el uso en toda la sociedad, y nada más lejos de la “realidad”.
Muchos nos preguntamos cual es el interés en manipular la realidad, en este caso de la mujer. En el ámbito sanitario los beneficios económicos son grandes, desde farmacéuticas que ganan por tratamientos eternos y médicos que, en contra de lo que debería ser su misión, se forran con esta nueva moda. Pero el empeño en cambiar todo y blindarlo para que nadie se rebele tiene que atender a algún objetivo mayor.
¿Por qué incluir una definición ideológica?
Sin duda esta acción va en contra de lo que es un diccionario, que además, se ha cargado de un golpe lo que significa definir a algo o a alguien.
Pese al desconcierto que hay actualmente, la definición es describir lo que ya “es”. Lo que “es” constituye la esencia o naturaleza de la cosa, persona, acción, etc. que se describe, por tanto, la definición de mujer debería describir lo que es la mujer, su naturaleza, su modo propio y peculiar de ser. Puede cambiar los accidentes, ser rubia, morena, baja, delgada, dulce, arisca, pero nunca su esencia, ya que de ser así no sería una mujer, y tendría otra naturaleza.
Además, el Diccionario de Cambridge no agrega una nueva definición para la palabra mujer, que pudiera complementarla, sino que, en total contradicción y pensando que la gente no tiene un mínimo de sentido común.
La primera definición que proporcionó para la palabra mujer —“un ser humano femenino adulto”— excluye a los hombres, por definición. Que un hombre no es una mujer es una verdad de Perogrullo por mucho que se empeñen. En esta segunda definición trans-ificada: «Un adulto que vive y se identifica como mujer, aunque se haya dicho que tenía un sexo diferente al nacer», por definición incluye a los hombres. Y lo que excluye no puede incluir al mismo tiempo, una cosa y su opuesto nunca podrán ser lo mismo. Lo cual rompe cual la primera regla de la lógica de la que depende cualquier otra regla de la lógica: A no es -A.
Hablar de un «adulto que vive y se identifica como mujer» incluyendo el “como” es admitir simplemente que ese adulto en cuestión no es una mujer. ¿Quién necesita vivir e identificarse como algo que ya es?
Si hacemos caso a las palabras de Benedicto XVI en la Universidad de Navarra, “la verdad significa más que el saber: tiene como objetivo el conocimiento del bien” (…) “El peligro del mundo occidental -alertaba el Papa- es que el hombre, precisamente a la vista de la grandeza de su saber y de su poder, se rinda ante la cuestión de la verdad”, cediendo a la “tensión de los intereses y el atractivo de la utilidad” y ” considerando aquellos como criterio último.”
Y precisamente en ese momento de cesión estamos…
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: