Hace un rato pregunté por las vacaciones a una amiga y me contestó…¡¡ya casi ni me acuerdo!!
Es una pena que el estrés con el que a veces retomamos la vuelta o la acumulación de trabajo pendiente, haga que la inmersión obligada nos aleje con demasiada premura de los momentos disfrutados durante el verano. Aunque habrá que rescatar esos momentos a lo largo del curso (sigo con la deformación escolar) si queremos sobrevivir.
En las fechas en las que estamos queda ya poca gente disfrutando de sus vacaciones, quizás los últimos en llegar a la empresa, ya que los últimos en elegir fechas vacacionales, o aquellos para los que el verano supone más trabajo por ser la época de fuente de ingresos, y que les hace disfrutar sus vacaciones más tarde, sin colas ni aglomeraciones.
Si durante este verano no hemos reservamos mucho tiempo para pensar, el final del estos días de descanso nos ha traído varias razones para meditar y reflexionar.
El atentado de Barcelona, las desgracias que acompañan a los huracanes y terremotos, y la triste trayectoria del Gobierno de Cataluña, cuyas aspiraciones de desmembrar finalmente a España y enfrentar a familia, amigos y españoles parece estar llegando a su culmen, son motivos suficientes para reflexionar sobre la vida, el valor de la misma, y la verdad.
Fue muy triste, además de vergonzoso, ver cómo el Gobierno catalán utilizó el reciente atentado de Barcelona para mostrar un bochornoso comportamiento, ni siquiera propio de un país tercermundista, ante todo el mundo. Su falta de saber estar y la manipulación de una situación tan desgraciada y triste, debería dar que pensar a sus votantes…No todo vale.
Si al principio no éramos conscientes de lo que suponía el atentado. El descubrimiento de las anécdotas, nos iba acercando más a la vida de las personas que la perdieron o que seguirán todavía reponiéndose. Ponernos en la piel de sus familiares nos hacía ser más conscientes de que podría haber pasado a cualquiera que estuviera paseando por allí por desgracia del azar, de estar en la zona donde estos energúmenos (por llamarles de alguna forma) hayan decido actuar.
No vamos a entrar en la falta de profesionalidad de los Mossos d’Escuadra, cuyo arrogancia (pensarían que no les pudiera tocar a ellos) le ha costado la vida a muchas otras personas, y esperemos que no se vuelvan a dar situaciones de este tipo u otro en estos cuerpos de Seguridad.
Pero esto ya es agua pasada para el Sr. Puigdemont, y otros oportunistas más que están utilizando estos desgraciados momentos de nuestra historia para hacer votos.
El sufrimiento y tristeza de las calles de Barcelona, o la posibilidad de haber privado al mundo de la Sagrada Familia (quizás esto les habría gustado por lo que el título de “sagrada” y “familia” implica) no ha sido suficiente para hacerles meditar su actuación y cejar en el empeño de algunos por saltarse la Constitución y al órgano con autoridad máxima para su interpretación.
EEUU y Alemania ya han avisado de que han puesto en marcha un plan de acción para desaparecer de Cataluña en 24 horas si sigue este proceso, y trasladarse a otras comunidades españolas. Quizás, como buenos catalanes, reaccionen ante avisos de este tipo ya que “lo que no son pesetas, son puñetas” y se dan cuenta que sin España no son nada. Pero los cabecillas de este despropósito llevan trabajando muchos años y han demostrado estar tan al margen de la Ley en tantas y diferentes ocasiones, que no parece que vayan a dar marcha atrás.
Por desgracia tenemos que aguantar a políticos mediocres, falsos defensores del Bien Común, inducir al desacato de la Ley sin ningún tipo de pudor. Por esta regla de tres todos los españoles que consideramos impuestos injustos y desproporcionados (que son muchos) o leyes que no nos gustan podríamos empezar a no cumplirlas e incitamos a ello… ¿Qué diferencia habría entre acatar este ley u otra?
Es papel del Estado Español hacer que se cumpla la legalidad y proteger a España de semejantes especímenes (dentro y fuera de Cataluña), no sólo defiende así a Cataluña de los independentistas, sino que sería una garantía de seguridad y confianza en el Estado para el resto de los españoles.
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