Hace 19 años, el 11 de septiembre, cuando asistimos en directo a lo que se consideró el mayor ataque terrorista de la historia de los Estados Unidos, donde fallecieron de forma atroz cerca de tres mil personas. A partir de ese momento, en varios medios de comunicación, pronosticaron, que el mundo había cambiado, porque se produciría “un antes y un después” en nuestras vidas.
Sin embargo, con perspectiva, podríamos decir que ahora sí estamos viviendo una situación que realmente va a modificar nuestros paradigmas de vida y presumiblemente en la mayor parte del mundo. Se están elevando numerosas voces pidiendo que la pesadilla se acabe y que podamos volver a la “normalidad”. Pero, que significa eso de volver a la normalidad. Probablemente todos tengamos en nuestro recuerdo, la forma de vida que teníamos en febrero del presente año.
Pero tenemos que afrontar este tema sin frivolidad pero con frialdad. Sin perdernos en los tediosos y cambiantes datos, como si fueran resultados de una quiniela. Tenemos que abogar a tres aspectos importantes:
- La evolución
- Los cambios repentinos.
- La adaptabilidad.
Ya sabemos, y no sólo en biología, que cualquier sistema constantemente está cambiando. En la mayoría de los casos, si no actuamos, evolucionará hacia un aumento del desorden, aunque existe una pequeña probabilidad que la situación mejore. Sin embargo, para fortalecer la posibilidad que esa evolución sea favorable, estamos constantemente consumiendo esfuerzos y energías para que sea posible alcanzar nuestros objetivos. En concreto, en nuestras vidas, vamos generando patrones de actuación para conseguir adaptarnos a los cambios sociales, naturales, que se van produciendo, en muchos casos apenas perceptibles durante su proceso, y en ocasiones somos conscientes de lo que pasó con la perspectiva del tiempo transcurrido.
Tanto la naturaleza como nuestro artificial sistema social obedecen a las leyes de la evolución, aunque lo hagan de forma diferentes. Y además el segundo depende fundamentalmente del primero.
También hay que decir, que existe un grupo de personas, que conscientes o inconscientemente dirigen sus esfuerzos a obtener recursos para poder lidiar favorablemente sus resultados controlando los cambios que se van produciendo. Incluso diría, que de alguna forma, son los precursores de esos pequeños cambios evolutivos de nuestro sistema.
Tanto la naturaleza como nuestro artificial sistema social obedecen a las leyes de la evolución, aunque lo hagan de forma diferentes. Y además el segundo depende fundamentalmente del primero.
La cuestión es cuando los cambios son repentinos, o bien de forma artificial, con guerras o destrucciones masivas, o bien cuando son producto de la naturaleza. Tenemos que recordar que la Naturaleza no es cruel, simplemente es. En este caso, es cuando la capacidad de adaptación toma el juego de nuestras vidas. También, en los “desastres naturales”, es cuando descubrimos que nuestro sistema artificial es especialmente débil. Aquí, es donde el capricho de nuestra evolución es determinante para poder sobrevivir. Y el azar o la causalidad se tornan insoportables. Veremos casos, que sus vidas ordenadas se desmoronan en instantes, en cambio otros acostumbrados a convivir en el precipicio son capaces de encontrar el camino y soportar el duro cambio. Para algunos será el final, otros una continuidad, y finalmente pueden que sea una oportunidad.
En estos últimos radica el éxito. Analizando con calma, lo que está ocurriendo, observando la dirección de los acontecimientos está el camino de adaptación, incluso en las situaciones más hostiles. Esa es la clave de lo que nos espera a partir de esta transición hacia lo desconocido.
Se oyen voces, reclamando la vuelta a la “normalidad”. Pero ese concepto ha perdido su valor. ¿Qué significa la “normalidad”? Lo que parece obvio es que las cosas van a ser diferentes. Tal vez, el sistema educativo se modifique, la forma de generar riqueza, el consumo energético, nuestras ciudades sean diferentes, los viajes, los trayectos. Nos podemos imaginar un entorno bien diferente, ciudades menos transitadas, más acorde con el entorno natural, con mayor presencia vegetal, por ejemplo. O bien, menor número de trayectos de larga distancia. También será posible un cambio en la forma de nuestro trabajo, a distancia, siempre que sea posible, reuniones online, apoyándonos en mayor grado en la tecnología.
¿Qué significa la “normalidad”? Lo que parece obvio es que las cosas van a ser diferentes.
Hace años, que está llamando a nuestras puertas un cambio en la educación, el trabajo a distancia. Lo cierto es que la tecnología lo permite. Posiblemente las circunstancias nos impulsen a ello.
Lo que es una realidad, que esa “normalidad” se nos antoja diferente, mejor o peor, pero será diferente, y dependerá de cada caso.
Los sectores turísticos, las inmobiliarias tendrán que adaptarse al nuevo paradigma, a las nuevas formas de realizar los contactos. Seremos más sedentarios para preservar la seguridad mientras que la información, los apuntes contables serán los que transitan.
En cualquier caso, cada uno tendrá la oportunidad de encontrar su adaptación a las nuevas circunstancias. La naturaleza ha hablado, como ha pasado en todas las especies, en varias ocasiones en la nuestra; ha delimitado nuestros orgullos, nuestra ambición y nuestra ignorancia del entorno natural. Si pretendemos sobrevivir como especie, tendremos que entender, adaptar y emular los valores y criterios que nos ofrece la naturaleza.
Es el momento de demostrar que somos capaces de hacer como sociedad, como especie y como individuo.
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