El feminismo no es propiedad de ningún grupo particular, pero Carmen Calvo afirma que sí con su «No, bonita». Sería iluso y muy poco ético no reconocer el esfuerzo, resolución y tesón con el que muchas mujeres han trabajado a lo largo de la historia por defender su familia, sus sueños, sus derechos o los de demás. La meta es sencilla: Igualdad real, no igualitarismo.
Si fueramos «chulillas», como ella, nos apuntaríamos al estilo de Arturo Fernández, gran defensor de las mujeres: “Mira chatina, que lo vuestro no es feminismo, es un sucedáneo extraño donde la mujer termina desapareciendo, ver si te aclaras de una vez y no te marcas tantos faroles”.
Estos días hemos visto como la señora Carmen Calvo ha vuelto a dar la nota. Cuanto más habla, más se pone en evidencia su ausencia de cultura, su falta de formación, y sus tintes de superioridad, no en vano se dice que la ignorancia es atrevida.
Más seriedad y menos complejos
A estas alturas deberíamos ser más serios. Es sabido que, por lo general, bajo comportamientos e ideas extremas subyace algún tipo de complejo. Algunos deben tener muchos, además de un gran miedo a la libertad de las mujeres. Lo de que podamos pensar por nosotras mismas con la paradoja de que sean las «mujeres liberales», las que pretendan limitar la libertad al resto.
La Ministra Carmen Calvo argumenta con su «No, bonita» en un intento de mostrar superioridad, más propio de Belén Esteban, (con perdón para Belén) su pretendida pertenencia a una élite, no se sabe cual, asumiendo una visión… superior, y desde luego distorsionada del feminismo, porque ni ella misma sabe lo que quiere describir.
De todos es sabido que los complejos se alimentan mostrando lo opuesto y que lo propio de los totalitarios es no haber creído nunca en la libertad individual, o más bien limitarla.
En realidad, la ausencia de verdaderas élites intelectuales provoca que tengamos que soportar ligerezas como el «No, bonita» de la Ministra, o «el feminismo es socialista» ni que fuera patrimonio suyo, extendido… y no sabemos cuantas tonterías más.
Mujeres libres
Si esta revista se caracteriza por algo es por dar a conocer a grandes mujeres de la historia. Dado el desconocimiento generalizado en tantas figuras impresionantes, una de nuestras notas es la de mostrarlas y aprender de ellas. También apostamos por dar a conocer la vida de grandes hombres, porque lo nuestro son las personas, en su grandeza.
Para ello elegimos al personaje, lo estudiamos a fondo y tratamos de verlo con la comprensión de que muchas fueron de otra época y no por ello, dejamos de admirar sus logros. Ellas fueron ellas, personas y mujeres, intrépidas, estudiosas, madres, solteras, vírgenes, aventureras, genios, algunas moralmente decadentes y sin embargo con unos logros apabullantes. En todas descubrimos un rasgo común: la libertad, fueron libres por encima de todo, y en toda época.
La idea de la mujer, del feminismo y del ser humano en Carmen Calvo es destructora. La maternidad «un encierro para la mujer», el aborto «una liberación», la prostitución fruto del patriarcado
Mujeres libres de estereotipos, ajustadas a su naturaleza y a la naturaleza humana, algunas con vidas desgraciadas e incomprendidas, adelantadas a su tiempo y no por ello se convirtieron en odiadoras, o adalides de principios maximalistas en detrimento de otras personas, no, ellas a lo suyo, en su campo de acción: Fueron la élite sin considerarse de la élite.
María Montessori, Olympe de Gouges, Gertrude Bell, Miláda Horákova, Harriet Beecher Stowe, las hermanas Grimké, Elizabeth Candy Stanton, Lucrecia Mott, Edith Stein, Susan B. Anthony, Ernestina de Champourcín, Monserrat Caballé, Hanna Arendt, La monja Egeria, Emily Roebling, Margot Duhalde, Clara Campoamor, Rosalía de Castro, La Reina Isabel “la católica”, Hildegarda de Bingen, Isabella Bird, Laura Bassi, Gertrudis de la Fuente, María Curie, Agatha Christie, Mary Shelley Hay, Cecilia Böhl de Faber y Larrea; Madre Teresa de Calcuta, Ida Lupino, María de Maeztu Whitney, Rita Levi, Leni Riefenstahl, Hedy Lamarr, Bertha Benz, Juan de Arco, La Felipa, Gertrude B. Elion, Margarita Salas, Inge Lehmann, e incluso Hatshepsut, la mujer que fue faraona de Egipto y así infinidad, cientos, miles de mujeres a lo largo de la historia y las que nos quedan por descubrir.
Pero sin duda, doña Carmen Calvo, nunca estará en nuestra lista.
El complejo de los totalitarios: acobardarse ante la libertad ajena
La idea de la mujer, del feminismo y del ser humano en Carmen Calvo es destructora. La maternidad «un encierro para la mujer», el aborto «una liberación», la prostitución fruto del patriarcado no hace más que difuminar a la “mujer”, con un montón de quejas que justifiquen lo desgraciadas que hemos debido ser en otras épocas.
Un poco de historia “verdadera”
Quizás ignore la señora Calvo el origen de las movilizaciones feministas, directamente relacionado con causas sociales.
Ante la injusticia de la esclavitud, mujeres, madres de familia numerosa, levantaron sus voces contra la esclavitud en la defensa de los derechos de las personas de color. Tan libres se sentían que no se dieron cuenta de que ellas mismas no tenían esos derechos y no podían ayudar a reconocerlos.
En 1837 se celebró en Nueva York el Primer Congreso Antiesclavista Femenino, organizado por tres sociedades antiesclavistas femeninas. Y en 1840, un grupo de mujeres abolicionistas estadounidenses encabezado por Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott asistieron a la Convención Internacional Antiesclavista celebrada en Londres en 1840. Allí se vetó la presencia femenina en la sala por entender que tenían «una constitución física que no era apta para las reuniones públicas o de negocios».
Cady Stanton y Mott tuvieron que seguir la convención antiesclavista escondidas detrás de una cortina en una tribuna. Pero esto no las amedrentó, sino que ante esta discriminación decidieron convocar otra convención para defender los derechos de las mujeres. Así surgió el primer foro público colectivo de mujeres en 1848 en Séneca Fall. Las paradojas de la vida llevaron a que los hombres de color pudieran votar antes que las mujeres que los defendieron.
Quizás ignore que países como Finlandia (voto de la mujer aprobado en 1906), Australia (1901) o Nueva Zelanda (1893), reconocieron el voto femenino en agradecimiento a su aportación en la lucha para expulsar a los países que les tenían subyugados.
También ignore quizás el papel que desarrollaron ciertas mujeres, cultas, no como ella está demostrando ser, ni prepotentes, que se dedicaron a estudiar el papel de la mujer y a darse a valer por mérito propio. Destacamos el caso de Mary R. Beard (1876-1958), modelo de muchas más que vinieron después, quién demostró la misma pasión por la historia que por la defensa de los derechos de la mujer, y en especial a la mujer trabajadora gracias a la educación y leyes proteccionistas.
Beard se implicó en el movimiento sufragista americano hasta que fue aprobada la 9ª enmienda, que daba a las mujeres el derecho al voto, sin embargo luego estuvo en desacuerdo con los siguientes objetivos feministas buscando otros caminos para defender a las mujeres. Consideraba que la Enmienda por la Igualdad de Derechos eliminaría las leyes que existían entonces para proteger el trabajo de las mujeres obreras, cuya protección debía ser distinta que la de los hombres debido a sus características.
Desde Woman Essentia no podemos estar más de acuerdo con sus planteamientos. A Beard nunca le gustaron los argumentos de las feministas que ponían el acento en la mujer oprimida y subordinada al hombre. Al igual que nosotras consideramos triste y sin argumentos el seguir hablando de ello.
Esta visión daba por hecho que la invisibilidad de la mujer se debía a que había estado relegada al hogar, atada a la maternidad y sometida al marido. Bajo esos supuestos la mujer aparecía como una víctima, como un ser pasivo que no había podido aportar nada significativo a la historia de la Humanidad. Pero, amparado y demostrado por su visión de historiadora, nada le parecía más lejos de la realidad.
Consideraba que, al haber sido escrita la historia por hombres, estos se habían centrado de forma mayoritaria en la historia política, donde la mujer prácticamente no tenía un campo de acción. Pensaba que poner el acento en la histórica sumisión de la mujer, la debilitaba porque no le permitía conocer los hechos de su pasado. Beard se encontraba entre el grupo de historiadores representativos de la nueva historia que desafiaba la primacía de los sucesos políticos y militares para incluir también los económicos y sociales, así como la historia de las ideas.
Pensaba que poner el acento en la histórica sumisión de la mujer, la debilitaba porque no le permitía conocer los hechos de su pasado. Mary R. Beard
Carmen Calvo seguro ignorará quién fue Gertrude Bell, una rica heredera a la que le dio por ser aventurera. De finales del XIX y principios del XX, con formación en muchas artes, sobre todo en política. Una mujer que ayudó a la construcción del nuevo Estado de Irak, tras las guerras tribales y con los británicos. Es decir, una mujer que de política sabría más que Carmen Calvo.
Curiosamente nuestra aventurera, digna de admiración, cometió un error tremendo desde nuestra mentalidad, Gertrude, sin duda pecaba de soberbia, como la Ministra. «Bell estaba enfrentada al sufragio femenino en Inglaterra, argumentando la falta de educación y conocimiento del mundo de sus contemporáneas, necesarios para poder participar en un debate político sin sentido».
Calvo con su particular «adueñamiento» de la causa feminista, afirma por descarte lo mismo que Gertrude, «unas somos más valiosas que otras».
Casualmente fue el Partido Socialista en 1933 quién se enfrentó a Clara Campoamor, la auténtica impulsora del sufragio universal en España. El PSOE robó a millones de mujeres españolas la posibilidad de votar libremente. El sólido argumento de entonces del PSOE fue «la mujer es histerismo».
En realidad, aquel rancio socialismo, como el de hoy día, ignoraba en qué consiste la libertad humana y ya daba claras muestras de una antropología distorsionada del ser humano ¡Tenían miedo a la influencia de los curas! No fuera que éstos señalaran el voto a las mujeres devotas de la época.
A Carmen Calvo le resulta incomprensible compartir los logros en pro de la igualdad entre sexos, comúnmente llamado feminismo, al cuyos derechos han contribuido muchos hombres también. No en vano, el segundo día de Séneca Fall fue destinado a la aportación de los hombres que apoyaban la causa femenina.
El PSOE robó a millones de mujeres españolas la posibilidad de votar libremente en 1933. El sólido argumento de entonces del PSOE fue «la mujer es histerismo».
Feminismos
Menos mal que hay voces como la de Sylvaine Agacinski, ex Ministra francesa socialista y feminista de renombre, que defiende el papel no intercambiable del padre y de la madre, criticando los absurdos conceptos de progenitores. O autoridades intelectuales con Vargas Llosa, en contra de las cuotas, aunque extrañamente defienda el aborto, este gran escritor. O, Meryl Streep señalando el daño que está haciendo los conceptos usados de forma inconsciente sobre los varones o como la autora de “Mamá desobediente”, quién cree que el verdadero feminismo deberá reclamar el valor fundamental de la maternidad, cosa que ya hicieron las primeras feministas porque, ante todo, eran madres.
Ya es hora de que se alce la voz con sensatez para parar este disparate.
Si en algo podemos seguramente estar de acuerdo con la señora Carmen Calvo, es que el feminismo que ella reclama, no es nuestro feminismo, en eso tiene razón. Creemos que mujeres como ella lo han distorsionado, intentando eliminar las lógicas, justas y merecidas pretensiones femeninas.
Por tanto, chatina, lo vuestro no es feminismo ¡Y menos mal!, porque de ser por vosotras entre la ideología de género y el aborto, desaparecería la humanidad.
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