Hoy coinciden dos celebraciones conocidas por todos, aunque unos damos más importancia a una que a otra, el día de San Valentín y el Miércoles de Ceniza, día en que da comienzo la Cuaresma, aunque parezca que no tienen nada que ver, creo que tienen mucho en común.
San Valentín fue un sacerdote de la Iglesia Católica que arriesgaba su vida para casar, durante el tiempo de la persecución, cristianamente y en la clandestinidad, a parejas. Después de la celebración les regalaba flores., de ahí la tradición de regalar flores o llevar el ramo de flores al altar. Cuando le arrestaron, el emperador, después de lavarse las manos como Pilatos, que dudaba por estar sorprendido ante un milagro que había realizado estando en la cárcel nuestro santo, le envió al prefecto de Roma. Todavía eran tiempos de persecución, y el emperador, ante su negativa de renunciar a su fe, mandó golpearlo con una maza como martirio y decapitarlo después. Fue perseguido por bendecir las santas uniones en el nombre del Señor. En el matrimonio cristiano, el sacerdote es testigo, ya que son los novios, los ministros de este sacramento, que prometen “querer quererse” todos y cada uno de los días de su vida, hasta que la muerte los separe. Pero claro, en la época del consumismo, el amor es también un bien consumible, y «el para siempre» se convierte en «hasta que se canse o hasta que aparezca otro» que supuestamente me entiende mejor.
En la época del consumismo, el amor es otro bien consumible, y el para siempre se convierte en hasta que me canse o hasta que aparezca otro que me entienda mejor.
“Nadie en su sano juicio haría una promesa como la matrimonial… Y al hacerla con la pretensión de darle cumplimiento uno sabe que por sí mismo no será capaz, y está apelando a un poder más grande que el suyo”. – Higinio Marín en Religión en Libertad.
La suerte es que el amor no lo inventó el hombre, ya que por nuestras fuerzas no podríamos cumplir esta promesa facilmente, sino que tenemos el secreto del amor de Dios. El para siempre y siempre, todos y cada uno de los días lo inventó Él, y además, nos amó primero para enseñárnoslo. ¿No dicen que la mejor educación se consigue con el ejemplo?
Como ya decía Aristóteles en Retórica, amar es querer el bien para alguien. Es buscar el bien del otro, y no perseguir el prio bien, el qu ese busca solo para uno, no es egoísta, y no se busca con la idea de recibir algo a cambio, no. Además, la mayor donación no puede ser otra que la de uno mismo, no se trata de dar bienes, sino el bien, que pasa por la donación de la otra persona, que renuncia por amor, ya que no hay amor más grande es el que da la vida por sus hermanos.
Pero esto está pasado de moda, y los mensajes actuales, nos venden las emociones como bien supremo, el consumo de deseos y experiencias, y por tanto, que el amor, como todo, no es duradero y la forma de vivirlo, está sujeta a modas y “nuevas formas”. Esto es ser moderno.
Evidentemente, las emociones son pasajeras y las experiencias, cuando solo se consumen y no sirven para reflexionar, también.
Según el reciente informe de Transformación y crisis de la institución matrimonial en España, elaborado por el Observatorio Demográfico CEU, adscrito al Centro de Estudios, Formación y Análisis Social (CEU-CEFAS) y realizado con datos del INE y Eurostat, el 50% de los españoles jóvenes y de mediana edad no se casaría nunca, y un porcentaje similar de los matrimonios españoles se acaban divorciando.
A esto se une el gran descenso de la nupcialidad, especialmente por la Iglesia, con solo un 20% o menos de bodas católicas en la actualidad, respecto al 99% en 1976. Como se recoge en el informe, la probabilidad teórica de dejar de permanecer soltero antes de los 50 años ha pasado de cerca del 100% en 1976, a solo el 43% para los varones y el 47% para las mujeres en 2019, y con ello, queda claro también el grave descenso de la natalidad que sufrimos en España, sabiendo que además, el 47% de los hijos nacen fuera del matrimonio. El miedo al compromiso y la secularización, hacen que se pierda en valor y, porqué no, el entusiasmo.
“La salvación de un hombre sólo es posible en el amor y a través del amor. Intuí cómo un hombre, despojado de todo, puede saborear la felicidad-aunque sólo sea un suspiro de felicidad- si contempla el rostro de su ser querido”. – Víctor Frankl
Cuando el sacerdote nos pone la ceniza haciendo una cruz en la frente nos dice: “polvo eras y en polvo te convertirás, cree en el evangelio y te salvarás”.
Estas cenizas son el resultado de quemar las ramas de olivo con las que el último Domingo de ramos, hace casi un año, conmemorábamos la entrada de Jesús en Jerusalén montado en un pollino. Pasamos de alabar, a renegar…de la efusividad de la admiración, a buscar otro camino porque este, que es el del sufrimiento y la renuncia, parece no satisfacer, del entusiasmo de emociones por alguien al que creían salvador, a negarle…y algo así hacemos nosotros con el amor.
La Cuaresma invita a un período de reflexión interior sobre nuestro comportamiento, el sentido que queremos dar a nuestra vida, a reflexionar sobre nuestro propósito firme de amar, de nuestra fidelidad a Dios, y como Dios es amor, sigue siendo la fidelidad finalmente al AMOR el objetivo. Nada puede estar más relacionado con el amor conyugal, el amor fiel, el amor que da primero y no espera. Por tanto, puede ser también un día (por lo menos hoy) para reflexionar sobre nuestra forma de amar y poner el remedio que necesitamos para, amando, encontrar la felicidad.
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