La sociedad está formada por personas y estas nacen en las familias. La familia tradicional, aunque a algunos no les guste, sigue siendo la base de la sociedad. La vida surge en el seno de la familia, y la mujer tiene la suerte de ser su depositaria por un tiempo y colaborar con la vida naciente, lo cual es un gran privilegio. Despreciar la verdad de la realidad nos lleva a la confusión del bien.
Me encanta la frase de Fabrice Hadjadj: “La maternidad nos saca de nuestra visión individualista y competitiva. Es esa situación increíble y original donde una persona deja espacio a otra en su propio cuerpo” y este cuerpo hospitalario es el de la mujer.
Si la vida humana es el futuro de la sociedad, ayudar a la mujer embarazada, especialmente cuando surgen problemas, es la mejor inversión pública que puede hacer cualquier gobierno, especialmente cuando la ausencia de nacimientos se convierte en una cuestión preocupante. Es la ayuda más eficaz, con mayores resultados y aquella cuyos efectos repercuten en más gente, sea de forma directa: la madre, y el hijo, que puede nacer y vivir; o indirectamente en la comunidad de la que formará parte, donde trabajará y aportará descendencia en un futuro también. El efecto es expansivo.
Sabemos que España está a la cola de lo que se considera ayudas a la familia y apoyo a la maternidad. Tan solo en Madrid, donde se está estudiando mejorar la ayuda con una importante batería de medidas para fomentar la natalidad y en Zaragoza, hay ayudas oficiales en este sentido. Hace poco más de un mes, se presentaba una moción en el Pleno del Ayuntamiento de Málaga. El resultado fue de rotundo fracaso, como era de esperar después del discurso de apología del aborto como derecho humano de la concejala “podemita”, sin que el PP se atreviera a rebatir ni cambiar una coma. Haber aprobado la sencilla propuesta, aunque fuera solo con el apoyo de los votos del PP, habría supuesto un gran reconocimiento al valor de la maternidad y la necesidad que tenemos de apoyar a la familia, además de que si queremos recuperar una tasa de crecimiento vegetativo positiva, hay que tener más de dos hijos. Con dos solo hay reemplazo. Este apoyo habría sido también un reconocimiento al valor esencial que la mujer aporta a la sociedad, y de la familia como creadora de vida, educadora de los ciudadanos, y fuente de la economía.
En un mundo ecologista cuyo centro de atención es la naturaleza, es precisamente la naturaleza humana la más desprotegida, y especialmente la vida más indefensa: la vida del niño que está en el vientre de su madre. También está desprotegida la madre que tiene problemas para afrontar el cuidado de esa nueva vida, mientras que se invierte en las dañinas técnicas para el cuerpo de la mujer que supone recurrir al aborto además de matar la esperanza que toda vida supone.
Si nos remontamos a Tomás de Aquino, recordamos algo casi ya olvidado como es el derecho como uso de la razón para conseguir el bien común. Pero curiosamente algo tan reivindicado está cada día menos claro, porque la noción de bien común se ha diluido en un deseo individualista. La solución es algo tan básico como el uso de la razón, para conseguir un bien, y dejarnos de inventos dañinos. El papel del estado y organizaciones varias, debe ser subsidiario, debe ofrecer los servicios necesarios cuando la sociedad no llega a cubrirlos, y no impregnar la sociedad de ideologías, en esta caso, antinatalistas.
Pero tenemos un problema, y grave, porque las consecuencias de una población envejecida constituyen un grave riesgo social. Sin mano de obra que produzca, no se podrán mantener los servicios que garantizan el llamado Estado de bienestar que ahora disfrutamos, como las pensiones o el sistema de Salud Pública.
La variación en los indicadores de una economía no siempre significan progreso, aunque lo diga The Economist, puesto que el aumento del coste de la vida y la falta de oportunidades, o los graves problemas de la vivienda, hacen muy complicado platearse tener hijos.
El fomento de una visión utilitarista e individualista de la vida, que hace egoísta al ser humano, y ¿porqué no decirlo?, menos humano, así como las ideologías que desprecian la maternidad y la conciben como una carga para la mujer, a la que han otorgado un exceso de poder sobre la vida de su hijo, han traído esta situación, sin cuestionarse si quiera que esta nueva vida es el resultado de la combinación maravillosa y única de un óvulo y un espermatozoide, es un ser irrepetible, con ADN distinto al de sus progenitores, y que posee, una dignidad intrínseca e independiente. La verdadera igualdad a la que aspira la mujer, y que es ya una realidad en nuestro país, no es no tener hijos. La verdadera igualdad de oportunidades se consigue cuando se ayuda para que las situaciones que conlleva la maternidad, no sean discriminatorias, la solución no es eliminar al hijo, sino ayudar a la madre, e indirectamente al hombre, sin eliminarle de la ecuación. No se le deja ejercer una paternidad que le corresponde, además de ser una actitud paternalista que le eximirle de ejercer la responsabilidad de atender a un hijo.
Si hay una persona con discapacidad se le pone una rampa, pero si una mujer está embarazada y algo no cuadra mucho, se le pone una alfombra para abortar. Una sociedad que empuja a la mujer a abortar, cuando viene un problema, cuando es demasiado joven, cuando tiene pocos medios, o cuando está sola, es una sociedad que empuja al fracaso, sin importar las consecuencias, tanto físicas como psicológicas que la eliminación de esta vida tendrá en la mujer. Y esto choca totalmente con el exceso de protección del mundo animalista, llegando a proyectos de Ley como el que está elaborando el Ejecutivo destinado a proteger a los grandes simios «tanto por su condición de seres sintientes como por su proximidad genética a nuestra especie y su alto grado de evolución». Pero a pesar de las similitudes que quieran considerar tenemos con los simios, el animal más parecido genéticamente al ser humano es el cerdo, con el que compartimos el 90% del genoma humano, además del tamaño de órganos y algunas enfermedades.
El principal objetivo de esta iniciativa de la Dirección General de Derechos de los animales, dependiente del Ministerio de Derechos Sociales, es prohibir expresamente la experimentación o la investigación con grandes simios «cuando pueda dañarlos y no sea de su interés». Sin embargo, en España también hay una ley desde el año 2007 que autoriza, «bajo condiciones», la investigación a partir de los llamados embriones excedentes, «que ya no son objeto de un proyecto parental», inventando el concepto de preembrión para señalar a los embriones que pueden ser objeto de investigación. Pero ¿no merece el embrión humano una protección como mínimo igual a la de los grandes simios?
A pesar de todo esto el perro es el que se lleva la palma, especialmente en ciudades como Málaga, donde su ayuntamiento ha destinado 1.168.846,37 euros a un cementerio con el lema: “Para los que nos dejaron huella. Ofrecemos un lugar legal y digno de descanso para los animales de compañía que nos han dejado, en un entorno natural, sostenible, tranquilo y familiar”, cumpliendo, dato muy importante, con todos los preceptivos requisitos de sostenibilidad y eficiencia energética. Además de incineraciones e inhumaciones, columbarios etc. ofrece servicios como celebración de actos de despedida y acompañamiento psicológico para las personas que han perdido a su mascota.
Pero ¿quién se preocupa de dar apoyo psicológico al trauma que sufren después las mujeres que abortan? Evidentemente preocuparse por ello sería reconocer que el aborto causa un grave perjuicio a la mujer. El trauma postaborto es una realidad, pero reconocer ese trauma sería reconocer el daño que causa el aborto. Progreso parece ser tener un cementerio maravilloso de animales pero ¿quién se preocupa de que los restos de los niños que no han podido nacer tengan un cementerio parecido en lugar de terminar en una trituradora y en la basura?
Además, hablando de los que dejan huella, sí es huella científicamente demostrada la que deja un niño desde el primer trimestre de vida, es decir desde su concepción, en el cuerpo de su madre. Esta maravilla de la naturaleza se llama microquimerismo fetal materno.
La familia es quien lleva tus mismos genes, la que te da la vida y la que siempre está, y para ello no podemos recurrir ni al perro, y menos al cerdo o al mono.
Con la pretensión de transformar tanto la familia, de diluirla, se ha sustituido el hijo por el perro y Málaga, entre otras, parece un claro ejemplo de este traslocamiento cultural donde el hombre ya no es el centro, sino su mascota. Ahí, en la provincia de Málaga, el número de mascotas asciende ya a 518.331 “animales”, tenemos el triple de mascotas que de niños menores de diez años, de los que sólo hay 154.220; es decir, por cada uno de estos niños hay 3,3 perros. Este preocupante dato va más allá. Mientras que en la provincia hay censados un total de 515.061 perros y gatos, sólo hay 67.708 niños de entre cero y cuatro años. Una herencia envenenada es la que vamos a dejar a estos niños.
En España se concibieron 425.170 niños según datos del 2023, de los que 103.129 fueron asesinados en el seno de sus madres, sin tener en cuenta el dolor fetal que la ciencia reconoce. Además, hay que puntualizar que estas cifras son solo las registradas y que pueden ser incluso mayores debido al uso de medicamentos como la llamada píldora del día después. Por lo menos, un 24% de los niños que estaban en el mundo, acomodados en el vientre de su madre y confiando en vivir, no pudieron ver la luz. Son 103.129 ciudadanos menos.
Según datos del Sistema de Información Demográfica del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA), mientras que en el año 2000, la edad media se encontraba en los 37 años (30,8 años en el cada vez más lejano 1970), en el año 2024 la media sube a 43,2 años, siendo la tasa de natalidad de esta región de 7,08 por cada 1.000 habitantes en el año 2023, con Málaga y Cádiz a la cabeza con una tasa de 6,60, según la proyección del INE, para el año 2039, la provincia de Málaga tendrá más de 1.000 habitantes con 100 o más años.
Hay que apuntar, sin embargo, que la experiencia de otros países nos dice que los incentivos pueden contribuir a un mantenimiento de cierta tasa vegetativa pero no es suficiente para el mantenimiento porque esta decisión tiene también un componente de transformación cultural, de hecho los inmigrantes, fuente de vida nueva cuando llegan, copian los mismos comportamientos cuando llevan unos años entre nosotros. Junto a los problemas económicos, el bienestar y la ausencia de espíritu de sacrificio, de vivir para un bien mayor por encima de logros individuales, el desprecio del feminismo por la maternidad han hecho que la idea de pasar el legado y perpetuar la especie desaparezca: El “mandato divino de creced y multiplicaos” ya no es una aspiración.
Bajo el título de “Dinero a cambio de hijos. Por qué las políticas para incrementar los índices de natalidad no funcionan”, el número de mayo de The Economist, cuestionaba la eficacia de las políticas de apoyo a la natalidad con base económica. En abril de 2022 Bernice Kuang, demógrafa de la Universidad de Southampton, declaraba al Financial Times que “no se ha demostrado que las políticas en favor de la natalidad modifiquen los niveles de fertilidad». En 2020, el artículo «Por qué las políticas en favor de la fertilidad no funcionan» publicado en el Australian Financial Times comentaba desde este punto de vista el caso de Canadá, país que a pesar de tener unas políticas familiares más fuertes y generosas que las estadounidenses, desde hace decenios tiene un índice de natalidad mucho más bajo.
Según una investigación publicada en marzo en The Lancet, para el año 2100 los índices de natalidad del 97% de los países no serán suficientes para evitar el declive demográfico a nivel mundial, y aunque los flujos de población puedan ralentizar este envejecimiento de la población, no podrán evitarlo.
Con la llamada Abenomics (política económica impulsada por el primer ministro Shinzo Abe entre 2012 y 2020), Japón esperaba un crecimiento de la población al facilitar el equilibrio entre trabajo y vida privada de las mujeres además de fomentar la contratación de mujeres que aumentó, sin embargo no sucedió lo mismo con el índice de natalidad, que en plena campaña (2013- 2019) se redujo de 1,42 a 1,36 hijos.
La incorporación de la mujer al mercado laboral es un adelanto y una gran aportación para el mundo, pero el empeño “mundial” en la mal llamada salud sexual reproductiva que conlleva una mentalidad anticonceptiva basada en tecnologías artificiales, que manipulan el cuerpo femenino en lugar de soluciones de conciliación basadas en la realidad de la mujer, denigran la maternidad castrando a la mujer artificialmente. La igualdad real es cuidar la diferencia biológica. Y la realidad biológica de la mujer es la posibilidad de ser madre con los valores que ello conlleva de amor, esfuerzo, sacrificio y entrega con el consiguiente efecto expansivo que conlleva. Pero curiosamente, renunciando precisamente a lo que nos caracteriza, a lo que somos, algunas se sienten así empoderadas y libres, y ellos más feministas.
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