¿Decir es similar a hablar? No lo es, aunque creamos que los dos términos son similares. Se puede hablar mucho y no decir nada. Hablar se refiere a la acción de expresarse verbalmente. Decir a lo que se expresa.
Es posible que recuerden haber escuchado un discurso donde se han encadenado palabras, se haya empleado un excelente tono de voz y no se haya dicho nada. La argucia de rellenar tiempo sin decir es un asunto que nunca he conseguido porque tiendo a darle muchas vueltas a una idea hasta que la plasmo tal cual la siento, priorizando el respeto por quien me escuche o lea.
Y en eso estoy con este artículo en el que deseo compartir varias reflexiones. La primera sobre la utilización de algunos términos en publicidad, nunca he trabajado en la redacción publicitaria pero sí he grabado cuñas radiofónicas en las que tenía que dar vida en pocos segundos a un texto que entraba con calzador porque siempre me parecía muy largo para cuadrarlo con la música elegida. Diciendo y repitiendo, limando y acortando respiración, repetirlo y reto conseguido gracias siempre al trabajo en equipo.
Decir en publicidad es decir mucho y todo detalle es importante. No suelo ser mal pensada y confío que los textos se eligen para acercar el mensaje con naturalidad y eficacia, aunque alguna cabeza pensante se pase de rosca con la intención de naturalidad y el resultado pueda ser el rechazo.
No sé qué opinarán ustedes sobre la “perla” de frase que he leído en la sección “Estilo y vida” de una revista muy reconocida por su tradicional influencia en el público femenino. En uno de sus artículos, el titular dice: “NO TE VISTAS COMO VIEJA”, yo supongo que con el fin de incidir en que las mujeres nos esforcemos en aparentar una pretendida juventud perpetua. Ahora bien, en mi caso que no soy de medias tintas, creo que la frase es un patinazo al buen gusto y una falta de respeto ya que impone y descalifica. Además que cada cual elija su vestimenta para sentirse favorecido independientemente de la edad.
Hablando de edad, me pregunto cuál es la razón que impulsa a una persona con edad comprendida entre los 25 y 40 años a dirigirse a otra persona con más de 60, sin presentación previa ni contactos comunes, usando términos como bonita o guapetón y tuteando por supuesto. En la revista especializada 65ymas.com se trataba el problema del edadismo en el lenguaje: “excluir o invisibilizar a las personas mayores; infantilizarlas en el trato; alzar la voz; hablarles con autoritarismo o emplear un exceso de diminutivos; abusar de expresiones coloquiales; llamarles viejos o ancianos; presuponer que son frágiles o incapaces simplemente por tener una edad, son comportamientos a erradicar.” Sinceramente, pretendo que cuando cumpla los 70, 80 o 90 se dirijan a mí por mi nombre de pila, ni como doña, ni como guapa o linda; en un volumen lógico a las circunstancias del escenario salvo que precise, llegado el momento, de la ayuda de un dispositivo para que escuche adecuadamente.
Me da la sensación de que olvidamos que cuando decimos algo también tenemos la intención de conectar con el interlocutor o interlocutores a nivel humano para conseguir su confianza, es la única forma de que nos otorguen credibilidad. Será un plus a la excelencia si, mientras decimos, miramos a los ojos y mantenemos una amable sonrisa. Son pautas que todos agradecemos y más con la edad; muchísimo más que un manojo de expresiones cursis que no vienen a cuento.
En este artículo no podía faltar el buen decir de las personas responsables de hacer contenido publicable para redes sociales, webs y otros canales de comunicación y que son capaces de conectar marca y audiencia. Según la web especializada marketingdirecto.com la elección de los influencers dependerá de lo que quieren conseguir las marcas: “Si el objetivo de los anunciantes es una mayor «brand awareness» estas deben apostar por creadores de contenido con amplio seguimiento y llegarán a una audiencia mayor. Pero si el objetivo es desarrollar contenido que mejore la credibilidad de la marca en el mercado, contar con creadores de contenido con menos seguidores podría ser una mejor opción”. Un dato que me parece muy interesante.
Queda demostrado que un influencer es un líder de opinión y que no lo define su popularidad sino su credibilidad. Y esta se obtiene cuando existe una comunión estética entre los contenidos de su canal y la propuesta visual de la marca. Es uno de los aspectos más difíciles de lograr, pero también uno de los más importantes para evitar incongruencias.
Continuamos en mi repaso particular, breve mención a los portales de empleo donde impera la seriedad en la redacción de las ofertas laborales, aunque admito que me he topado con sorpresas. La que se lleva el primer premio está publicada por alguien que se define como: “empresa de carácter joven que busca personas con inquietudes y con grandes motivaciones personales. Priorizamos aquellos con una personalidad extrovertida dinámica y empática”. Esta empresa que dice tener su sede en Barcelona, publicó un anuncio de empleo con esta frase: “Busqué curro para gente joven que fuera la host*a…Y lo ENCONTRÉ!!”
La primera vez que lo leí, me indigné porque está mal redactada. Volví a leer y concluí que no hay ninguna necesidad de emplear tal vulgaridad si la excusa es la pretensión para dirigirse a una candidatura joven; pero releí el anuncio comprobando que no explicaba en qué consistía el puesto vacante por lo que tal vez era un reclamo creado para que estemos analizando la frase de marras. Si es así, lo han conseguido, estamos diciendo y mucho sobre él.
Y como remate: los bebés. ¿Qué le digo, cómo me dirijo a un bebé? En mi caso nunca me he hecho esta pregunta porque siempre tengo algo que decir, pero si nos quedamos en blanco lo más importante es el tono de voz, cuidando no utilizar diminutivos infantiles y expresiones incoherentes. Aunque las palabras no tengan sentido para el bebé sí lo tendrán los sonidos que empleemos al describirle los objetos del hogar, el recorrido de un paseo y todo lo que le rodea ya que enriquecemos su vocabulario pasivo y se irá gestando su primera palabra. A partir de ahí, seguirá hablando y diciendo.
Es evidente que no todo lo que “decimos” lo decimos de la misma manera, sino que algunos contenidos los transmitimos directamente, y otros, de modos más o menos implícitos. Para quien desee profundizar en este tema, les recomiendo el libro “Decir sin decir” escrito por Graciela Fernández Ruíz, Doctora en lingüística por El Colegio de México y licenciada en Filosofía por la Universidad Panamericana.
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