El Covid 19 va a dejar en España un reguero de muertes y una situación económica que presagia un caos sin precedentes. Sin embargo, aún de los mayores desastres, surgen oportunidades de mejora. En este momento, es vital, además de sanar a los enfermos, diseñar el escenario para afrontar con garantías el relanzamiento de la economía y realizar una reforma del estamento político.
En principio, lo que tiene que hacer el gobierno es reconocer con humildad que no ha sabido gestionar adecuadamente la crisis del coronavirus. No quiero hurgar en hechos como la tardía respuesta a las recomendaciones de la OMS en enero sobre las medidas a tomar, evitando las aglomeraciones multitudinarias, ni en la falta de protección de sanitarios y otras personas que trabajan en primera línea. La sociedad y la justicia (en el caso de que se hayan cometido delitos), son las que deben juzgar.
Lo que procede ahora es tomar decisiones importantes que son fundamentales para que la crisis económica que ha comenzado no se nos lleve por delante, causando estragos en el país.
Gabinete de crisis de expertos
En primer lugar, la gestión del relanzamiento de la economía la tiene que liderar y componer un gabinete de crisis de expertos, ajenos a la política, formado por directivos, legisladores, economistas, innovadores, planificadores, organizadores y profesionales de la logística. Tanto el líder de este colectivo, como sus miembros, tienen que transmitir credibilidad y confianza. Nos enfrentamos a un grave problema de grandes dimensiones. Es hora de anteponer ideologías y gestionar profesionalmente el futuro del país. Cada día que pasa sin actuar supone un agravamiento de lo que nos depara nuestro futuro económico: recesión o depresión económica. Existe recesión económica cuando la tasa de variación del PIB (Producto Interior Bruto) es negativa al reducirse la actividad económica, disminuyendo la inversión, el consumo y aumentando notablemente el desempleo. Nos acordamos de la que hubo el 2008. Mientras que la recesión económica consiste en una desaceleración pasajera de la economía de un ciclo económico, la depresión económica constituye el punto más bajo del mismo con una larga y considerable disminución de producción y consumo que produce un gran desempleo (el ejemplo, la de los años treinta del siglo pasado). Estamos ya en una recesión económica importante que se convertirá en depresión si como estamos observando se habla de tomar medidas, pero no se ponen en práctica y si Europa no nos rescata (vital). Desgraciadamente y hay que decirlo claro “no sopla el viento a nuestro favor”. Por ello se precisa, cuanto antes, un colectivo de empresarios y directivos, expertos en resolver grandes problemas.
Este es el fallo que ha habido en la gestión del coronavirus porque la clase política, en general, no está preparada para gestiones de esta magnitud y, además, en ocasiones, actúa con mentalidad sectaria y partidista.
La gestión de un país y de sus crisis no es distinta a la de una empresa. Hay una diferencia evidente que es el tamaño. Un país es una macro sociedad, pero la gestión se basa fundamentalmente en lo mismo: liderazgo, planificación, equipos de trabajo y toma de decisiones. Este es el fallo que ha habido en la gestión del coronavirus porque la clase política, en general, no está preparada para gestiones de esta magnitud y, además, en ocasiones, actúa con mentalidad sectaria y partidista.
Reforma política – Equipo de expertos del exterior
En segundo lugar, es preciso realizar la reforma de la estructura y cometidos de la clase política: hay que reducir el número de políticos, profesionalizar su actividad y eliminar los privilegios que tienen. Para ello se necesita crear un equipo de expertos del exterior, distinto al gabinete de crisis (en el que se puede integrar a algún político con conocimientos constatados) al que se encomiende un estudio sobre los estamentos políticos que deben tener el Estado, sus autonomías y las actividades que tienen que llevar a cabo.
La reducción del número de políticos es fundamental. Se habla de que no hay que realizar recortes en sanidad, en educación y en prestaciones sociales. Sin embargo, tenemos un número de políticos muy superior a países que tienen muchos más habitantes que el nuestro. Sobran instituciones estatales, autonómicas y comarcales. Hay saturación de coches oficiales, consejerías, direcciones, subdirecciones, patronatos, comisiones y asesores (multitud).
Además de definir el número de instituciones con los cargos públicos necesarios, el estudio debe incluir los requerimientos para los puestos políticos. ¿Cómo es que el sistema actual permite el acceso a cargos políticos de gran responsabilidad sin la preparación adecuada? Si un profesional, sea médico, ingeniero, periodista, economista, maestro, bombero, abogado o policía, por citar algunos, tiene que realizar estudios específicos o preparar oposiciones, ¿por qué no se exige esto a la clase política? ¿Acaso en una empresa importante tienen cabida en cargos directivos, personas sin la preparación adecuada? La política no puede servir de refugio a personas sin la formación que requieren los cargos públicos. Y cuando estén claros los requerimientos para los mismos, es preciso diseñar la política de salarios y dietas para ellos. Y en su justa medida, porque en el mundo empresarial hace ya un tiempo que se eliminaron, en general, los gastos no necesarios como comidas en restaurantes de lujo, viajes en clase preferente y dietas y gastos de representación.
La última parte del estudio consiste en determinar los privilegios de la clase política que deben eliminarse, algunos tan desorbitados e injustos que ningún trabajador a lo largo de su vida puede alcanzarlos. ¿Puede tolerarse que, con un corto tiempo de ocupación, un alto cargo logre la máxima pensión de jubilación frente a la de un ejemplar trabajador que cotiza un mínimo de 37 años? ¿Qué hacen estos políticos y políticas para merecerlo? ¿Qué solidaridad tienen con el resto de la sociedad?
La remodelación del llamado estado de bienestar, porque se ha construido una sociedad en la que el trabajador honesto y esforzado es un perdedor.
Todo lo anteriormente expuesto es estrictamente necesario para el futuro del país. En estos momentos se precisa acabar con los infectados y con las muertes, planificar la gestión de la recuperación económica, diseñar una nueva estructura política del país y una cosa muy importante para el gobierno que lo presida: la remodelación del llamado estado de bienestar, porque se ha construido una sociedad en la que el trabajador honesto y esforzado es un perdedor. Resulta que no hay dinero suficiente para la sanidad, educación, dependencia y otras ayudas sociales. También que el sistema no tiene recursos para pagar bien a los sanitarios, dotar a los hospitales de mayores presupuestos, desarrollar un buen sistema educativo, retribuir en justicia a los educadores y atender como se merece a las clases más necesitadas, como personas dependientes con pocos recursos. Pero sí los hay para un desorbitado número de cargos públicos, cárceles con piscinas climatizadas, igualdad de derechos sanitarios y otros (se cotice o no), ciudadanos antisistema que pueden sacar recursos y prebendas de la hucha común del país sin introducir nada en ella, centros de acogida de menores, provistos sus muchachos/as con sus móviles, viviendo opulentamente, pagando siempre la sociedad de los currantes, sin exigencia de la cultura del esfuerzo para que puedan integrarse en la ciudadanía. Vivimos en una sociedad donde un trabajador honrado puede ver ocupada su vivienda y se tiene que aguantar. ¡Esto es un disparate! Es imprescindible remodelar este Estado de bienestar mal entendido y darse cuenta de que, una sociedad que protege lo malo y estigmatiza lo bueno, no tiene futuro.
Mirar al pasado no sirve más que para aprender de los errores. Tenemos una oportunidad para hacer una sociedad mejor y más solidaria cuando comencemos a movernos.
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