Poco después después de haber dado el pistoletazo de salida al 2024, sus propósitos se han esfumado. Propósitos que son en su mayoría aburridos y tediosos porque no casan con el estilo ni creencias de vida de quien se los fija. Por eso duran casi el mismo tiempo que lo que mi amigo José Ignacio estima debe desearse Feliz Año Nuevo: hasta el 10 de enero. Aunque hay estudios que afirman que hay quien continua con los propósitos casi hasta febrero; de la misma manera que hay quien felicita el año un 25 de enero. De auténtico espeluzno.
Pensando en estos absurdos retos anuales que nos autoimponemos cada año nuevo me pregunto si es posible reconducir los vicios hacia buenos hábitos o seguir cual borrico de molino insistiendo con paciencia en nuestra tarea ordinaria, cosa que sería un acierto, pues la paciencia y la constancia todo lo alcanza.
Las personas, seres pensantes aunque nos quieran obligar a lo contrario, suelen enfrentarse en alguna etapa vital a dos momentos claves en los que decide recapitular y plantearse cómo gasta el tiempo y su vida.
Uno, liviano y de cascarilla, lo tenemos al cerrar el año. Una fecha en la que toca pensar en aquella check-list interminable con objetivos tan dispares como ordenar el trastero hasta embutirse en esos vaqueros tan monos de último año de carrera universitaria. Evidentemente, el trastero sigue hecho un asco. Lo comprobaste al llevar allí esos fantásticos vaqueros que solo suben hasta la rodilla derecha. Siendo sincera y aplicándome el cuento, confieso que nunca me han gustado los propósitos de año nuevo. Nada cambia del 31 de diciembre al día siguiente. En mi caso dejé de fumar un 24 de noviembre porque sí, porque abandonar el pitillo en plena época de reuniones sociales y salidas me resultaba imposible y lo importante no se demora.
Al igual que si quieres aprender idiomas. Márcate desde ahora un tiempo diario de estudio y cúmplelo. Sin vacilaciones. Ya si te quieres venir arriba y otro de tus propósitos, el estrella por cierto, es perder peso; primero vacíate los bolsillos, después cierra un poco la boca y muy importante: muévete aunque sea una pizca. No se trata de matarte a sentadillas ni cardio en el gimnasio, pero camina más, sube por las escaleras y evita subirte al coche hasta para ir a la esquina. Hace mucho, créeme.
Sin embargo, ese otro momento que sí lo cambia todo; ese que de verdad nos abre los ojos sucede de pronto y nos plantea un minucioso examen de nuestra vida. Cuando falta la salud y acecha la muerte, bien en nuestro entorno, o a nosotros mismos. Ahí es cuando la vida nos para en seco y nos obliga a reflexionar sobre ese: “Velad porque no sabéis el día ni la hora”.
Que por cierto, la ciencia puesta al servicio de lo absurdo presenta live2vec. Un sistema de Inteligencia Artificial que calcula con una precisión del 78 por ciento (por que ellos lo dicen) cuando morirá una persona de aquí a 4 años. Lo hemos leído en Nature Computacional Science. Un estudio que se ha hecho en seis millones de daneses de entre 35 y 65 años, como si la muerte no viniera a visitarnos en cualquier otro momento.
Nadie olvida el primer golpe que supuso enfrentarse a la defunción de un ser querido, familiar o amigo. Por eso, cuando vemos cómo nos apunta la guadaña pensamos si hemos dicho te quiero todas las veces que hemos tenido oportunidad de hacerlo y sin embargo nunca salió de nuestros labios tal expresión. Quizá por pereza o por ese hastiado “ya habrá tiempo”. Pero el tiempo, ese maldito marcador de vida que establece si estás a punto de caducar, o incluso si eres útil o no; nunca se frena ni da tregua. Esa cifra que colgada a tu cuello cual pesado yugo te marca para vivir según de qué manera. Olvidando en ese haber que solo hay una forma de navegar por este río que nos lleva a la mar de la muerte, como diría Manrique. Cuando Dickens pensó en los tres espíritus de la Navidad su objetivo era trasladar al lector que una vida sin amor no vale nada. Te toca ahora en tus propósitos de día nuevo, porque el año hace mucho lo dejamos atrás, elegir un amor para vivir apasionadamente y que la muerte nos pille bailando, vale, pero sobre todo, amando.
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