Hay escenas del legendario film “La princesa prometida” que sirven de metáfora de ciertas ideologías que quieren engañarnos proponiendo una causa en la que no creen y prometiendo un mundo feliz que nunca llega.
El malvado príncipe Humperdinck ha succionado el cerebro del joven Westley hasta darle muerte, haciéndole exhalar el grito del sufrimiento extremo. Ya nada impedirá la engañosa boda en palacio con Buttercap, la amada del joven que espera su rescate. Sin embargo, un hombre roba el cuerpo y lo lleva al viejo curandero Miracle Max para comprarle un milagro. El viejo comprueba que solo está “muerto en su mayoría” y pregunta si es una causa convincente para actuar por solo 65 dólares.
Pero el corrupto curandero se resiste a fabricar la píldora milagrosa, le parece un «farol» la causa que hace susurrar al inconsciente Westley: «Amor verdadero». El comprador inventa una noble razón para salvar al joven, pero no logra engañar al curandero. Al fin, reconoce que necesita del «cerebro» de Westley para planear cómo entrar en palacio; allí podrá vengar a su padre, asesinado por el conde Rugen, el aliado del Príncipe. Se enfrentará al conde con su espada y le dirá: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir». El viejo sigue sin convencerse hasta que se pone en evidencia: también quiere vengarse de Humperdinck. Si presta su ayuda, impedirá la boda del Príncipe. Por fin, entra en acción.
Ciertamente, todo movimiento cultural, religioso o político tiene una ideología. Las ideas fundamentales que conforman el pensamiento de una persona, de un colectivo o de una época son ideologías. Muchas de ellas tienen causas que merece la pena defender y hacer realidad. Como la que declara Westley a su amada: «Este es el amor verdadero. ¿Crees que esto sucede todos los días?».
Pero hay otras que se engañan o quieren engañar enarbolando una causa noble cuando en verdad no creen en ella, lo único que buscan es su interés, el poder político, económico o cultural. Como el corrupto curandero y el espadachín, que no actúan para defender el «amor verdadero», sino para ejecutar su propia venganza. ¿Pero cómo distinguirlas?
Ideologías sin verdad y sin valor
El filósofo José Ramón Ayllón, autor del libro El mundo de las ideologías, desvela los tres elementos comunes de estas filosofías revolucionarias que no buscan entender el mundo, sino cambiarlo de forma rápida, radical y, en muchos casos, violenta:
- La absolutización de una idea (“libertad”, “igualdad”, “nación”, etc.) que sirva de banderín de enganche para su causa. Nadie les seguiría si expusieran sus verdaderas intenciones.
- Una utopía o promesa de un mundo feliz que se hará realidad mediante una revolución social y política.
- Una visión materialista del hombre y del mundo
Lo que significa que estas ideologías supeditan la realidad al prejuicio de sus ideas. No buscan adecuar el conocimiento a lo que son las cosas. Encierran el pensamiento en un circuito cerrado que impone una visión distorsiona de la realidad. No les importa la verdad.
Tampoco les importa si sus ideas guían el obrar para el bien o para el mal, pues no aceptan principios éticos de valor, la opción más ética es la que produce el mayor beneficio para el mayor número de personas (la utilitarista), la que comulgue con sus postulados ideológicos o la que cada individuo determine arbitrariamente.
Asimismo, no quieren comprender al ser humano en su integridad de cuerpo y espíritu, ni el sentido último de las realidades del mundo.
Por ello, la utopía que prometen estas ideologías resulta tan deseada como irrealizable y sus cambios apresurados e interesados dejan un mundo ¡tan poco feliz!
La utopía que prometen estas ideologías resulta tan deseada como irrealizable y sus cambios apresurados e interesados dejan un mundo ¡tan poco feliz!
Indudablemente, una referencia trascendente es decisiva para no violar la verdad del ser humano y de las realidades del mundo. Toda ideología que parta de esta concepción, siempre les tratará con más respeto que las que ven la vida como un simple paso en el tiempo que acabará y despojan al hombre de su capacidad de descubrir la verdad y discernir (no decidir) lo que está bien o mal.
En una interesante conferencia 1 , Ayllón resume los postulados de las 12 ideologías o filosofías revolucionarias que han recorrido la historia desde que surge la madre de todas ellas: la Ilustración francesa.
De la Ilustración francesa al marxismo
La revolución que promueve la Ilustración francesa, cambia la organización política, social y económica de Europa. Ciertamente, el régimen feudal necesitaba terminar con el dominio social de los dos grandes poderes, el rey y el papado, y rescatar los derechos y libertades del pueblo. Pero no a tan alto precio de terror y sangre. Además, replican los críticos de esta ideología, la concepción distorsionada de la racionalidad y de sus límites (pues esta se absolutiza) genera una visión del ser humano y del mundo sin espíritu, sin belleza; en definitiva, sin alma. De las mismas ideas de la Ilustración se alimenta una organización que maneja el poder en la sombra: la masonería.
Asimismo, es hijo de la Ilustración el positivismo. Ayllón esquematiza sus postulados en tres ámbitos:
- En el científico, la verdad es lo que dice la ciencia. Pero, se pregunta el filósofo, ¿solo existe lo que vemos? La ciencia debe aceptar los grandes y claros límites que tiene para desvelar realidades como, por ejemplo, el pensamiento o los sentimientos de una persona. Bajo esta premisa podemos preguntarnos también: ¿hay realmente incompatibilidad entre ciencia y fe?
- En el ético, el bien es lo que piensa o hace la mayoría. Este planteamiento positivista lleva a afirmar que no hay diferencia entre el bien y el mal. Algo que es falso, ¿pues quién puede sostener que no hay acciones objetivamente malas como, por ejemplo, matar o engañar sin que haya coacción alguna para hacerlo?
- En el jurídico, justo es lo que establece el legislador. Lo que cae por su propio peso al pensar en las leyes nazis antijudías o las que permitían la esclavitud. Ayllón pone también el ejemplo de la opinión expresada por Hillary Clinton acerca de una ley permisiva al aborto en Estados Unidos hasta el mismo momento de nacer: «Un niño es lo que dice la ley».
Del marxismo a las ideologías de hoy
La Revolución industrial y la hegemonía económica y social del poder instaurado tras la Revolución francesa -los grandes propietarios capitalistas o burgueses-, hicieron surgir dos ideologías revolucionarias: el marxismo y el liberalismo. Aunque se contrapongan, tienen en común su visión materialista del hombre y la búsqueda de un mundo feliz limitado al bienestar material.
La historia demuestra que los gobiernos comunistas llamados por el marxismo “Estados democráticos”, nunca logran ese bienestar social y ahogan las libertades más básicas de los individuos. Se convierten en gobiernos totalitarios que utilizan la violencia política contra enemigos de clase señalados e incluso contra las opiniones contrarrevolucionarias dentro del proletariado. Hay testimonios como el de Milada Horákova que lo demuestran.
El Estado democrático que propone el marxismo ahoga las libertades más básicas de los individuos y utiliza la violencia política contra enemigos de clase señalados e incluso contra las opiniones contrarrevolucionarias dentro del proletariado
Por parte del liberalismo, la lógica de la autonomía absoluta sin otro límite que la prohibición de no dañar a otros, conduce al permisivismo ético pues exige la aprobación de cuanto haga sentirse libre a un individuo, explica Juan Meseguer en un interesante artículo 2 . Extraigo esta cita:
La visión liberal del Estado como garante de la paz y de las libertades individuales no basta para mejorar las condiciones materiales de vida de los estadounidenses que se están quedando atrás ni para revertir la crisis de valores (Juan Meseguer, Redactor Jefe de la revista Aceprensa, artículo “Posliberalismo: por qué las derechas no se entienden”)
La siguiente ideología listada es el nacionalismo radicalizado. Pensemos en el orgullo nacional del nazismo que llevó a una guerra mundial o en el afán imperialista de algunos países, que provocó el colonialismo y múltiples guerras como la actual Guerra de Ucrania.
Otras ideologías conllevan una revolución de tipo cultural. Por ejemplo, el evolucionismo radical que propone el anticreacionismo basándose una visión materialista es, sin duda, una traición a Darwin. Este científico no planteó incompatibilidad entre el Creador y su teoría de la evolución. O la revolución sexual, que bebe de la filosofía de Nietzsche 3. El filósofo alemán puso la última piedra del proyecto de la Ilustración: una vida humana autónoma al margen de la trascendencia. A su vez, Nietzsche se apoya en referencias psicológicas -en Freud de forma particular- para evitar los compromisos que implica la moral judeocristiana, singularmente en temas sexuales.
Y cuando el comunismo fracasa política y económicamente, se reinventa tomando una forma cultural. Por ejemplo, con la lucha de clases marxista aplicada a la lucha de sexos en ciertos enfoques radicalizados del feminismo. Hoy los postulados de la ideología de género también se infiltran en el feminismo queer.
El marxismo vuelve también a fabricar minorías discriminadas de alguna manera o agredidas por otras mayorías, ante las que la cultura woke 4 nos invita a despertar, o que merecen la defensa del ecologismo radical, el animalismo… Pero entrar en ellas requiere otro artículo.
La lista termina con la posverdad, a la que Ayllón no define como ideología revolucionaria pero sí como un pensamiento que conforma también el clima cultural actual.
El verdadero mundo feliz
En la historia de La princesa prometida, el curandero y la bruja de su mujer se despiden de Íñigo Montoya y el gigante que le acompaña. Se alejan llevando en volandas al casimuerto Westley. «¿Crees que lo conseguirán?», pregunta la mujer. Y el curandero le contesta: «Haría falta un milagro».
Hago spoiler para desvelar que lo consiguen, sin venganza, sin derramar sangre. Pero la defectuosa píldora no es la que logra el milagro. Ya lo advirtió el curandero cuando Íñigo Montoya le dijo que tenía una «prisa terrible»: «Si apresuras a un hombre milagroso, obtendrás milagros podridos». Si los enamorados logran su final feliz, es por el ingenio de Westley y el poder del «amor verdadero».
– «Te dije que siempre vendría por ti -recuerda Westley a Buttercap-. ¿Por qué no me esperaste?
– Porque habías muerto.
– La muerte no detiene al amor; lo único que puede hacer es demorarlo.
– Nunca volveré a dudar.
– Nunca tendrás necesidad».
Sin embargo, el mundo de Íñigo Montoya se desmorona tras consumar su venganza: «Es muy extraño. Llevo tanto tiempo en el negocio de la venganza… Ahora que se acabó, no sé qué hacer con el resto de mi vida».
Referencias
1 Conferencia se José Ramón Ayllón sobre “El mundo de las ideologías” en la Universidad de Navarra
2 Artículo de Juan Meseguer en Aceprensa: “Posliberalismo: por qué las derechas no se entienden”.
3 Artículo de Miguel Ángel García Mercado en Aceprensa: “La filosofía a pedradas”.
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