Entre las reivindicaciones femeninas, que no paran, está el papel de la mujer en la Iglesia, como si hubiera sido insignificante e incluso se la hubiera anulado. Ya sabemos que esto parece no tener fin y cada vez surge un tema nuevo por el que pedir cuentas, bien sea por algunas mujeres que nunca estarán satisfechas, o por vía de algunos hombres que se suman al carro de la reivindicación femenina, no por creer en ella solamente, sino porque su visibilidad les da visibilidad a ellos. Pero la balanza sigue estando descompensada, y esta vez en detrimento del hombre, por lo que la puerta del transgénero está dando lugar a circunstancias impensables para cualquier cabeza lógica.
Hace unos días, para no dejar quieta tampoco a la Semana Santa, aparecía en una publicación de un muy conocido medio una foto de una madre, nazarena, dando el pecho a su hijo, realizada a las 3:30 de la madrugada del pasado Viernes Santo. En concreto, la foto pretendía, según relataba el periódico, reivindicar el papel de la mujer y madre en la Semana Santa ya que, repito, según indica este medio, ha sido borrada de tal estamento durante años. Añadía que dicha foto se pensó durante 4 años, y se realizó en 4 minutos, dato que asombra por su sinsentido, como está pasando últimamente en muchos medios al apuntar datos que carecen de total interés puesto que no aportan nada pero que “pretenden” causar sensación. Sin embargo algunos, y espero que muchos, nos cuestionamos la pérdida de tiempo de esos 4 años para pensar.
Menos mal que el sentido común es más común de lo que pensamos a veces, y los lectores, más cuerdos que artistas y periodistas, no pararon de escribir quejas sobre el hartazgo que tenemos de absurdas reivindicaciones feministas como es la de este caso. Solo hay que leer los comentarios volcados en la publicación para saber que la gente… sí, la gente normal, sabe lo que se celebra y sabe el papel de la mujer y madre en la Semana Santa.
Si el protagonista es Jesús, su pasión, muerte y resurrección, no hay Jesús procesionado que no vaya acompañado de una mujer que, además, tiene la particularidad de ser su madre. La presencia de María, y su maternidad es incuestionable, siendo además al pie de la cruz, el momento en que Jesús amplia su maternidad a todos los cristianos y nos la regala como madre. El amor, compañía y sufrimiento de la Virgen está muy presente en nuestra Semana Santa, por tano no hay nada que reivindicar.
La mujer siempre ha tenido un papel en la historia de nuestra religión, y no solo en la actual Semana Santa. Hablo de la católica claro, porque sin embargo, en la religión islámica, que se imparte ya en algunos colegios españoles, la mujer siempre ha tenido y sigue teniendo ese papel escondido y anulado que denuncian algunos para la nuestra. Pero eso, claro, es otro tema que quema, y que los “valientes” sin embargo, prefieren ignorar.
«Si el protagonista es Jesús, su pasión, muerte y resurrección, no hay Jesús procesionado que no vaya acompañado de una mujer que, además, tiene la particularidad de ser su madre».
Desde la fortaleza de muchas mujeres del Antiguo Testamento, pasando a María, o las mujeres que siguieron a Jesús, tantas mujeres santas, o transmisoras de la fe en la familia …la mujer siempre ha tenido un papel importante. Ha sido la luz que alumbra, y nunca mejor dicho, ya que antiguamente al parto se le llamaba alumbramiento. Por tanto, no necesita reivindicaciones absurdas que además no son acertadas ni por el tema elegido, ni por la forma de plantearlo, porque ya me dirán que pinta un bebé a las 3 de la mañana en una procesión. ¡Con lo a gusto que estaría en su cunita!
Si se quiere resaltar la maternidad, esta pasa precisamente por atender a la prole lo mejor posible. Sin embargo, ahora parece que los derechos de la madre, a no sabemos muy bien qué, están por encima de los derechos del niño, aunque sea su hijo, ya que solo la “mujer madura”, y no la niña, puede reivindicar su pretendido bienestar, si bien seguimos sin saber muy bien en qué se concreta esa reivindicación, puesto que, por ejemplo en relación a esta situación, sabemos que no ha habido problemas nunca para que una mujer sea nazarena.
Las mujeres rodean en todo momento la vida de Jesucristo estando siempre presentes. De hecho, ellas serán las primeras en recibir la buena noticia de la Resurrección. Pero el papel de la mujer en la actualidad, como cualquier otro aspecto de la vida de la Iglesia, debe partir de la misma fuente: el Evangelio.
La verdad es que fue la entrega, el SI de María, su confianza plena en Dios y su valentía, el primer y necesario acontecimiento para todo lo que después vendría. Una joven chica desposada (no casada todavía) con José, no temió al qué dirán, confió y siguió su camino. Además, fue ella quien hizo el sacrificio de ofrecer a su Hijo, con todo su amor, para la salvación de todos los hombres.
Fue Claudia, la mujer de Pilatos, quien le pidió a este que no condenara a Jesús, no se calló y aviso a su esposo. Fue la mujer llamada Verónica, quien secó al Señor la cara cubierta de sangre. Y ya en el momento de la crucifixión, los evangelios nos cuentan cómo estaban María y las mujeres que la acompañaban cerca de la cruz viendo todo el proceso, presentes, valientes en público, sin esconderse.
Las mujeres rodean en todo momento la vida de Jesucristo: intuyen su llegada, se anticipan y saben ver más allá de la apariencia. Ellas serán las primeras a las que llega la noticia de la Resurrección. Fue María Magdalena, entre llantos, la primera en descubrir la soledad del sepulcro, y la primera que le reconoció al llamarla por su nombre simplemente. Jesús se apareció a las mujeres antes que a sus discípulos sabiendo que ellas creerían. Jesús sabía que ellas le reconocerían, y saliendo a su encuentro les dijo: «¡Alegraos!…no temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”. Así las mujeres abrirían el camino para creer en la resurrección, sin cuestionarse nada, anunciando que habían visto al Señor.
Aparecen también muchas mujeres en el Antiguo Testamento, la historia de Ruth, Ester, Sara, Judit, Jael o Ana son ejemplo de los diferentes papeles que dio Dios a la mujer en la historia de su pueblo. Algunas tuvieron como misión engendrar al hijo que iba a cambiar la historia, otras la vocación de acompañar y ayudar a sus maridos en su misión, y otras fueron ellas mismas las protagonistas de ese cambio luchando por su pueblo. No hay papeles encasillados, ni de madre, ni de esposa, ni de guerrera como fueron algunas, mostrando que cada mujer debe encontrar su verdadera vocación.
Nos quedamos así con las mujeres que cada año nos vienen a la mente en estas pasadas fechas, con las mujeres que estuvieron al pie de la cruz, con las que siguieron a Jesús por los caminos y aportaban sus pertenencias para ayudar, las que descubrieron la luz y se la mostraron a sus familias, las que cuidadosas iban al sepulcro para atender el cuerpo del Señor, a las que habló el ángel y las que proclamaron que estaba vivo aunque no las creyeran… las del amor, el cuidado, la atención, la lucha y la esperanza. Esas que no necesitan aparecer en fotografías.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: