Ya hemos cumplido, un año más, con el ritual-campaña-recordatorio-reivindicación-homenaje del 25N. Todos los años, los medios de comunicación, instituciones, centros de educación, asociaciones y partidos políticos se apuntan un tanto dando visibilidad y apoyando a las mujeres que son víctimas de violencia de género en el mundo.
Este 25N del 2022 ha compartido protagonismo con la ley “solo sí es sí” de la que podríamos hablar en otro momento porque hoy deseo dar voz a todas las mujeres que no se atreven, aún, a abandonar a sus maltratadores, también doy voz a todos los hombres que son maltratados por sus compañeras sentimentales, y por supuesto a todos los hijos e hijas que son testigos de las discusiones y la agresividad entre sus progenitores. Para todas estas circunstancias deseo recordar una hermosa frase que al parecer hemos olvidado: “honra tu vida”.
Horas previas a este 25N me encargaron dar una conferencia en la sede de UNATE- Universidad Permanente de Cantabria – dedicada a la educación no reglada para personas mayores de 50 años. Mi trayectoria periodística se ha centrado en los últimos años en la formación y divulgación de temas sociales que tal vez no ocupan grandes titulares pero que interesan al público, al menos así lo demuestran las audiencias. Además soy autora de un libro que explica en primera persona las vivencias de una mujer desde el momento en que se enamora, su compromiso sentimental, su maternidad y la presencia de la violencia de género que cambiará para siempre su vida. Es decir, mi vida.
Con toda esta experiencia, quise que mi charla se centrase en dos conceptos: género y violencias. Tengo claro que si la violencia perdura en nuestro entorno es porque continuamos fomentando comportamientos que suponemos no faltan al respeto del otro y sin embargo abonan conductas que se repiten generación tras generación.
Voy a poner varios ejemplos:
La violencia de género, hacia la mujer y sus hijos e hijas es una vergüenza social que tiene sus raíces tan profundas porque son muy pocas las personas que valientemente explican sus causas y generalmente ofrecen sus reflexiones fuera de micrófono, con la petición expresa de que no se emitan. Tal vez porque lo que piensan y desean decir en voz alta sea incómodo cuando menos.
En varias ocasiones, las protagonistas de mis entrevistas, en confianza, han reconocido que la clave para terminar con la violencia de género está en el comportamiento de la propia mujer y especialmente de quien es madre o ejerce como tal. Estas opiniones, de profesionales en abogacía, psicología y pedagogía, consideran que la violencia de género se podrá erradicar socialmente cuando muchas madres analicen la fórmula que emplean en sus relaciones emocionales – tan fatalmente distintas- hacia sus hijas e hijos. En nuestro entorno, en este 2022, podremos observar, en un parque público, cómo algunas madres utilizan un vocabulario, un lenguaje gestual, un trato distinto hacia su hija con respecto a su hijo. Por cierto, no me estoy refiriendo a madres mayores de 40 años, ni mucho menos.
Otro ejemplo que me llama poderosamente la atención y que suelo encontrar en los centros comerciales: varón de entre 40 a 70 años que desea comprarse una pieza de ropa o un artículo de alimentación pero que es reprendido por su mujer como si fuera un menor travieso.
¿En qué momento estas mujeres deja de ser esposas para ejercer como madres- tutoras de sus compañeros sentimentales? No hay que olvidar que nos referimos en todo momento a adultos con plenas facultades. ¿Cómo etiquetamos esta relación? ¿Qué puede pensar un niño o una niña si son testigos habituales de esta conducta de control y abuso de poder? Vuelvo a la frase del inicio: “honra tu vida”
Un ejemplo más que comparto, un caso real protagonizado por un camionero que era asiduo a uno de mis programas radiofónicos. Utilizó un servicio de grabaciones de llamadas en la emisora de radio para dejar testimonio del maltrato psicológico que recibía por parte de su mujer. El joven camionero compartió su situación con un sentimiento de vergüenza porque temía ser juzgado como un ser débil por parte de sus amistades. Recuerdo cómo lloraba en la grabación, con un sentimiento de frustración que mantenía bajo vigilancia médica porque no deseaba cometer el error de sufrir un infortunio.
De igual manera lloraba una joven jueza al escuchar el testimonio de una mujer maltratada porque las palabras de la víctima coincidían plenamente con su situación. Un testigo me contó que la jueza abandonó la sala y en ese momento inició el camino para honrar su vida. Qué difícil es dar el primer paso, pero en ese primer paso está la llave para el cambio.
¿Por qué escribo hoy este artículo? Porque estoy segura de que estamos en un momento de sanación personal y social pese al revuelo mediático que hay entorno a la violencia. También estoy convencida de que es necesario verbalizar el compromiso al cambio y hacerlo con una mirada de apoyo hacia el señor (todo un señor) que miraba la moqueta de un centro comercial mientras su esposa le decía que estaba hecho un payaso con esa camisa que a él tanto le gustaba.
Mirada de apoyo e incluso recordar el teléfono de emergencias para la vecina que aguanta los insultos de su marido una noche tras otra pero que dice que no puede abandonarle. “¿A dónde voy a ir?”. Honra tu vida, no lo olvides.
Cada persona es única, cada convivencia tiene sus matices pero hay piezas comunes en todos nosotros. Hombres y mujeres muy atentos entre el público de última charla en UNATE, recordaron conmigo las cualidades que precisamente nos dotan de humanidad y que no podemos dejar de transmitir a las generaciones más jóvenes porque sí es preocupante las conductas machistas en la franja de entre 15 a 25 años. Conductas machistas buscadas y consentidas porque se confunden por protección. ¿Dónde está el resultado de las campañas de información- formación- concienciación institucional?
Soy consciente de que he formulado preguntas y no puedo aportar respuestas, al menos no puedo hacerlo sola. Al finalizar mi conferencia en UNATE tuvimos una ronda de preguntas y comentarios muy interesante. Tal vez el que más me llamó la atención fue el que tuvo como punto de debate el hecho de que no somos dueños de nuestros seres queridos, no son nuestros. El sentimiento de posesión creo que es una de las claves del maltrato llevado en ocasiones al extremo hasta acabar con la vida ajena y propia. Me alegré mucho de que saliera a debate y estoy casi segura de que las reflexiones de ese encuentro tuvieron su efecto mariposa como espero que lo tenga este texto.
Sólo deseo que sigamos hablando de sociedad en términos de colaboración, comprensión y compasión. También deseo que cese el tira y afloja con el término igualdad porque se está desvirtuando. Los medios de comunicación tenemos una responsabilidad muy importante en este aspecto: seamos sensibles, respetuosos y demos protagonismo a quien aún no ha encontrado la forma de honrar su vida. Es su derecho, como el de todos nosotros.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: