En este verano, cómo era de esperar mientras exista sentido común y dentro del marco de los Juegos Olímpicos de Paris, se generó una polémica respecto a la participación en algunas disciplinas deportivas de deportistas femeninas “intersexuales” que poseen cromosomas masculinos. Pero, al margen de estos casos públicamente conocidos y dejando de un lado la diferenciación entre sexos (hombre / mujer), sí podemos afirmar que la intersexualidad se refiere a cambios o variaciones corporales de las características sexuales de una persona (tales como los cromosomas, las hormonas, los genitales o las gónadas) que se han originado durante el desarrollo de la diferenciación sexual de la persona humana y que, por otro lado, nada tienen que ver con la orientación sexual, con lo que la progresía denomina “género” ni con los roles sexuales.
Por ello podríamos preguntarnos, ¿qué es una mujer? ¿hemos de tener en consideración las diferencias genitales, cromosómicas, biológicas, neuronales u hormonales entre los sexos o, por el contrario, solo debería importar todo aquello que fuera políticamente correcto? Como esa pregunta es simple, pero a la vez compleja, quiero invitar al lector a un viaje, para conocer cuáles han sido las raíces históricas, psicológicas, políticas y sociológicas del movimiento feminista y que parecen habernos conducido a un tiempo de deshumanización, irracionalidad e insensatez.
Un tiempo en que lo irracional ha devenido razonable, en que lo inaceptable ha tornado aceptable y en el cual todos parecemos habernos convertido en marionetas de una obra que no hemos escrito. Toda nuestra herencia cultural judeocristiana parece haber sucumbido a los ataques enconados y despiadados de quienes desean destruirla, de la mano de una ideología degenerada que parece haber colonizado las mentes de millones de personas, para destruir el noble y encomiable esfuerzo que los primeros movimientos reivindicativos de la mujer tuvieron, en relación con los derechos sociales, civiles y políticos de la mujer.
Si por “ideología” entendemos un conjunto de ideas que caracteriza el pensamiento de una persona, de una colectividad o de una época; y por “degenerar”, conforme la R.A.E, “decaer, desdecir, declinar, no corresponder a su primera calidad o a su primitivo valor o estado”, afirmo que nos hallamos inmersos en una época en que las ideologías humanistas parecen haber muerto o, cuanto menos, se han visto cercenadas por consignas vacías de contenido, más similares a un “dogma de fe” que a la razón humana.
Esta ideología degenerada es anticientífica, irracional, absolutista, totalitaria, antifeminista, contraria al principio de alteridad sexual, profundamente simplificadora de la realidad, sensitiva (en el sentido de privilegiar los instintos más básicos del individuo), antioccidental, globalista y deconstructivista de la esencia moral y espiritual del ser humano y, por si fuera poco, rabiosamente enemiga de la vida, de la libertad y de la familia.
Por ello no deberíamos rendirnos al falso relato de ese neo credo ni aceptar como mujeres a quienes no lo son, ni que el poder de turno nos imponga obligaciones legales nacidas de los deseos subjetivos de alguien desconociendo la razón, la ciencia y la realidad. Porque conocer implica estudiar, razonar, debatir, ejemplificar, concluir y, necesariamente, refutar. Es decir, todo lo opuesto a aquello que nos presentan como políticamente correcto.
Hombres y mujeres, mujeres y hombres somos absolutamente imprescindibles en la sociedad, porque unos y otras, tenemos una dignidad que nos reconoce como personas creadas por Dios; ambos sexos cumplimos funciones complementarias, pero distintas, en nuestras familias; y juntos somos necesarios para forjar una nueva vida, alejándonos de la falsa libertad que esa ideología degenerada -promiscua, egoísta y que atiende solo a los deseos momentáneos- nos quiere imponer.
Hoy, más que nunca, debemos disentir y refutar las falsas premisas de esa ideología degenerada, porque solo mediante la investigación y la ciencia lograremos desenmascarar sus mantras y la gran estafa que supone esa ideología vacía, inhumana, insolidaria y egocéntrica que quiere imponernos cómo hablar, qué comer y cómo vivir.
Y aunque sus ideólogos empleen una serie de vocablos “llave“ que nos abrirían las puertas del paraíso en la tierra, de un “paraíso” laico, feminista, vegano, multicultural, animalista, sostenible, resiliente, diverso, inclusivo, anti patriarcal, con mujeres empoderadas y niños travestidos, la realidad es que quieren una persona, un individuo, un cuerpo hablante solo, débil, prescindible, vulnerable, manipulable, dependiente y, si toca, reemplazable. Solo así puede explicarse que Dinamarca, Islandia y Suecia lideren el ranking de países desarrollados con mayor tasa de suicidios, que en los Países Bajos personas con autismo y discapacidad intelectual hayan sido sacrificadas legalmente a pesar de que no padecían enfermedad o dolencia física alguna, o que en Canadá sus legisladores impulsen una reforma legal que amplíe la eutanasia incluyendo a personas con autismo.
¿Debemos tolerar que algunos afirmen que todos los hombres somos potencialmente violadores, que nuestros abuelos, padres, hermanos, hijos, sobrinos o nietos tienen en su ADN el gen de la violencia contra la mujer, o que el Estado promueva, consiente o legitime la eliminación física de quienes dejan de ser útiles para el sistema? ¿Debemos sumarnos a una absurda guerra de sexos y consagrarnos a un hembrismo alocado que ha borrado a las mujeres, que ha impulsado la liberación de violadores y pederastas condenados y que es profundamente homofóbico y lesbofóbico?
En mi libro “La ideología degenerada”, detallo la evolución del feminismo desde sus orígenes hasta la actualidad, abordando las similitudes existentes entre nuestra propia realidad y algunas de las distopías más famosas de la humanidad, “1984” o “Un mundo feliz” (de George Orwell y Aldous Huxley); con el fin de desnudar las mentiras y manipulación de la “Agenda 2030”, de los relatos climáticos catastrofistas o las imposiciones del adoctrinamiento educativo. Porque todos esos relatos solo tienen como objetivo reducir la población mundial promoviendo una cultura de la muerte cimentada en el aborto y la eutanasia, fomentando todas las formas no reproductivas de la sexualidad, a fin de implantar un plan de ingeniería social con “neo-entes” (al decir de Miklós Lukács) o cuerpos parlantes, donde la erogenización del ano, el transgenerismo y la indiferenciación sexual juegan un rol fundamental.
Denuncio todas las falsas premisas sobre las que se erige la “ideología de género”, el discurso de quienes -so pretexto de la inclusión y diversidad sexuales- blanquean y legitiman el discurso pedófilo; analizo la influencia que la cultura de la gaicidad tiene en nuestra sociedad y cómo la “locura transgénero” (al decir de Abigail Shrier)’ se ha desatado, mutilando y enfermando los cuerpos y las mentes de nuestros menores; porque estoy convencido de que es necesario rehuir del “lenguaje inclusivo”, de la “pornografización de la cultura” y de la denigración social que la ideología degenerada quiere imponernos, ignorando la existencia de trastornos y parafilias sexuales. Al fin y al cabo, como dijo Anatole France, “una necedad repetida por muchas bocas no deja de ser una necedad”, y la ideología degenerada es una absoluta necedad.
Denuncio los presupuestos teóricos y políticos de esa ideología degenerada, porque millones de personas creen que el aborto no es un derecho, que la eutanasia no es una muerte digna, que el matrimonio tiene por esencia la unión de un hombre y de una mujer, que el multiculturalismo es una trampa que debilita y destruye nuestra sociedad o que la promiscuidad sexual no es otra cosa que una forma de esclavitud.
Frente a todos esos peligros solo caben dos alternativas: someterse o REBELARSE; acatar o DISENTIR; Rendirse o LUCHAR.
Os invito a ejercer vuestro derecho a disentir. Porque en la disidencia anida la democracia y la esperanza.
Y porque, como dijera Abraham Lincoln, “A menudo se requiere más coraje para atreverse a hacer lo correcto que para temer hacer lo incorrecto”.
Seamos políticamente incorrectos.
Construyamos desde nuestra disidencia un mundo mejor.
Que así sea, con la ayuda de Dios.
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