Esta es una de las últimas fotografías de David Bowie. Es el 7 de diciembre de 2015. Se le puede ver alegre, pletórico y confiado. Sin embargo, fallecería sólo un mes después, el 10 de enero de 2016, víctima de un cáncer de hígado, sólo dos días después de que cumpliera 69 años. Él lo sabía porque se le había diagnosticado unos 18 meses antes; sin embargo nunca lo hizo público. Es de imaginar que en el momento de esta sesión de fotos, «la procesión iba por dentro». Pero parece como si él quisiera dejar lo mejor de sí mismo, sus mejores vibraciones, todo su vigor y amor por la vida. Sólo unos pocos años antes Bowie había dicho:
«A medida que envejezco, las preguntas se reducen a dos o tres. ¿Por cuánto tiempo? ¿Y qué hago con el tiempo que me queda?». – Esquire, 8/1/2019.
Es muy raro encontrar a alguien que quiera saber la fecha exacta de su muerte. La mayoría de nosotros hacemos planes para el futuro o vivimos sin preocuparnos demasiado sobre cuándo será el día exacto en que dejaremos esta vida. Y para muchísimas personas en este mundo, subsistir día a día en medio de la carencia y la adversidad, es más que suficiente para ellas.
Sin embargo, es interesante observar cómo suele cambiar la mentalidad o actitud de una persona cuando sabe que, debido a una grave enfermedad, le queda poco tiempo de vida. Y es que sacude profundamente saber que la vida se va a perder en poco tiempo, que va a «escurrirse» como lo hace el agua de entre las manos. Ante una situación así, cabe preguntarse si no hay más remedio que caer en la desesperación falta de toda clase de esperanza.
Sin importar que se sea creyente o no, parece que existe en muchas personas el sentir de que merece la pena usar la vida bien aunque sólo sea por dignidad personal. Por ejemplo, Marco Aurelio (121-180 AD), emperador romano y filósofo, escribió:
“No actúes como si fueras a vivir diez mil años. El destino pende sobre nosotros, de modo que mientras vivas y te sea posible, sé un hombre de bien… En una palabra: la vida es breve; debemos aprovechar con buen criterio el presente y hacerlo de modo justo. Sé sobrio y vive con tranquilidad de ánimo”. – Marco Aurelio, Meditaciones.
En una línea parecida, John Ernst Steinbeck (1902-1968), escritor estadounidense y Premio Nobel de Literatura en 1962, escribió:
«Me parece que si tú o yo debemos escoger entre dos cursos de pensamiento o acción, debemos pensar antes en nuestra muerte e intentar de tal forma que nuestra muerte no le traiga placer al mundo».
Por otro lado, además, quizá sea bueno recordar que el cristianismo ve la vida como una oportunidad para que cada persona deje lo mejor de ella en esta existencia. Se indica en el Evangelio, que nada de lo que haga de bueno a favor de otros se pierde para siempre; todo queda registrado en algún lugar, cerca de donde mora «el Padre». Afirma con determinación que esta vida no es todo lo que hay e ilumina el futuro del ser humano con esperanza confiada. Por ejemplo, sobre dar lo mejor de uno mismo a los demás y poner empeño en todo lo que uno haga, un sabio de la antigüedad lo expresó de este modo tan poético:
«Lanza tu pan sobre el agua; después de algún tiempo volverás a encontrarlo… Siembra tu semilla en la mañana, y no te des reposo por la tarde, pues nunca sabes cuál siembra saldrá mejor, si ésta o aquélla, o si ambas serán igual de buenas». – Eclesiastés 11:1,6, NVI.
Como dice Julián Marías, la vida es el resultado de trayectorias, las que se eligen y las que no; se eligen unas y se descartan otras; así, con la suma de todas, va configurándose la persona que finalmente se llegará a ser. El cristianismo anima a que con esfuerzo y abnegación, se elijan las que al final den el mejor fruto. Quizá por eso se ha dicho que «lo que merece la pena siempre requiere esfuerzo». El caso es que uno pueda llegar a decir al final que «vivir ha valido realmente la pena».
Paulo Coelho (1947), novelista y dramaturgo brasileño escribió que «nuestra vida es un constante viaje, desde el nacimiento hasta la muerte. El paisaje varía, la gente cambia, las necesidades se transforman, pero el tren sigue adelante. La vida es el tren, no la estación». Lo que quiere decir que la vida avanza con determinación hacia adelante, que no se para hasta que llega al final, y que de nosotros depende que el balance final haya resultado en bendición para uno mismo y los demás. Agustín de Hipona (354-430) vio que el paso del tiempo podría convertirse en algo útil y constructivo, incluso lleno de esperanza cuando escribió:
«No se van los tiempos en balde, ni pasan ociosamente por nuestros sentidos, antes bien, producen en nuestras almas efectos admirables. Venía y pasaba el tiempo un día tras otro, y viniendo y pasando los días, iba yo adquiriendo nuevas esperanzas y diferentes recuerdos». – Agustín de Hipona, Confesiones, libro IV, capítulo 8.
Benjamin Franklin (1706-1790), político, científico e inventor considerado uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, lo expresó muy bien cuando dijo:
«Cuando reflexiono, cosa que hago frecuentemente, sobre la felicidad de que he disfrutado, a veces me digo a mí mismo que si se me ofreciera de nuevo exactamente la misma vida, la volvería a vivir de principio a fin. Todo lo que pediría, sería el privilegio de un autor que corrigiera en una segunda edición algunos errores de la primera». – El libro de oro de la sabiduría, Reader’s Digest.
El video que sigue muestra el valor de afrontar la muerte con dignidad y apreciar lo mejor de la vida cuando se está a punto de perderla. Es el caso del Dr. Randy Pausch a quien se le ve dando una conferencia poco antes de morir de cáncer de páncreas el 25 de julio de 2008.
Sí, la vida es en definitiva una oportunidad para dejar en ella lo mejor de nosotros mismos.
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