Escuchaba esta mañana una charla de uno de los profesores de la Academia de mi hija que está estudiando el MIR, donde les hablaba, con mucho cariño y reconocimiento, sobre el espectacular esfuerzo que habían hecho y la sobre exigencia con la que habían preparado a estos estudiantes de medicina. Reconocía que estar donde estaban, es decir, a menos de 15 días del examen, era por el trabajo sin cuartel, tan bien hecho, y durante tanto tiempo, ya que explicaba el nivel de exigencia al que se habían enfrentado durante estos últimos meses. Era una charla motivacional con cariño, por conocer perfectamente de lo que hablaba al haber estado en su lugar hace años. A veces se le escapaba hablar como si se dirigiera solamente a mujeres, y no era por el uso del lenguaje podemita, sino porque sus alumnos, en su “gran” mayoría son mujeres, y las caras que veía por la pantalla eran de mujer.
La realidad es que, hoy en día, el porcentaje de mujeres en medicina y carreras sanitas es abrumador frente a los chicos que tienen esta vocación. Ante esta desigualdad, sin embrago, no hay denuncias. Tengo que reconocer que estoy cansada de escuchar la palabra igualdad, especialmente en lo que se refiere a ciertos pasajes actuales, y no creo que sea la única persona por lo que se puede leer últimamente en los mensajes en las redes de la gente que escribe.
El hartazgo es ya grande, pero como el tema es mover números, no calidad, y menos información, los medios siguen manipulando el mensaje. Será porque es preferible hacer ruido, y seguir con el machaque de miente o manipula, que algo queda, que, en primer lugar intentar ser coherente, mostrar la belleza y entusiasmar con ella, y más importante todavía al ser el fundamento de su existencia, dar noticias de verdad…aunque parezca paradójico. Y no fue una mentira, por así decirlo, lo que provocaba el hartazgo, pero sí lo fue una tontería, como tantas supuestas noticias de las que se habla hoy día, y que solo sirven para despistar.
El Mundo noticiaba el éxito de la cadena 1 de rtve, en relación a las campanadas, por el duelo de sus presentadoras con «la Pedroche». Y hablo así porque es el lenguaje que usan, pero solo había que leer los mensajes en Instagram para saber que la gente está harta de vulgaridad, de que nos coman el coco con vestidos absurdos que nadie más que un cuentista puede justificar, o simplemente exhibicionistas, además de personajes que no pintan nada dando las campanadas. No era su momento, como los comentarios ponen de manifiesto, y la nochevieja no debe usarse para ideologías reivindicativas. Es la esperanza que trae el nuevo año, donde la fiesta se ve como un augurio de un año que esperamos sea, como cada año, mejor que el que dejamos. Para muchos es soñar, aunque sólo sea por una noche, y debería quedar fuera del juego manipulador, pero la dictadura ideológica manda, y pese a las reivindicaciones feministas, nos muestran a la mujer como objeto más que nunca y en más sentidos que nunca.
En casa estuvimos a punto de sacar la cacerola y hacer, como hacía mi abuelo cuando mi padre era pequeño, una campanada casera, ante tanta vulgaridad en todas las cadenas.
Premiar la mentira es colaborar al mal, y así andamos. Ese es el mérito y el modelo de liderazgo «femenino» de la selección española, ya que tanto se habla ahora de la necesidad de modelos en esta línea, para conseguir el éxito. Justo ayer, la señorita Hermoso, se ratificaba en su declaración ante la fiscalía, aunque reconocía que el Sr. Rubiales nunca le obligó a nada. ¿En qué quedamos entonces?
Lo gracioso del tema es que este desafortunado beso parece ser el causante de la visibilidad a la denuncia de la desigualdad de sueldos en las jugadoras de fútbol, y que hasta ahora, a pesar de estar las españolas entre las mejor pagadas, se está empezando a cambiar como pone de manifiesto una entrevista al equipo español en una conocida revista femenina donde estas jugadoras son la portada de este mes. Y esto ocurre, con gran tristeza a pesar de que otras premiadas tienen mucho mayor peso, y representan de una forma más coherente, merecida y real, la referencia de esfuerzo y lucha, correspondidos con logros por méritos propios con una mayor trascendencia social como es el caso de las otras premiadas, Lita Cabellut y Carola García de Vinuesa, cuyos nombres ni siquiera figuran en la portada ¡Qué pena de portada desaprovechada!
Sigo con la entrevista que hacen al equipo femenino campeón del mundial de fútbol en esta revista, y leo que una de las jugadoras de la selección que decía: “España no está ni mucho menos al nivel de igualdad de otros países europeos , y no solo en el aspecto deportivo. Todas estamos aquí para seguir derribando barreras”… y es cierto. Los médicos españoles, sí, esas personas que dedican seis años a estudiar sin parar, con una presión increíble y que además van a tener la vida de otros en sus manos, son los peor pagados de Europa y casi del mundo, aunque sean los mejor formados. En España, el sueldo de un R-1, es decir, MIR de primer año, ronda entre los 1.100- 1.350 € sin guardias, frente a los 4.500 €/mes de los países vecinos.
Pero estas personas, además, después de los seis años mínimo que dura el grado, tienen que luchar sin cuartel y con una gran competencia, en un examen en el cual una pregunta puede marcar la diferencia entre 200 puestos antes o después, lo cual determinará la especialidad que elijan , y que van a cobrar un mísero sueldo durante los cinco años que son, sí o si, médicos residentes, para, después de once años trabajando duro, no tener plaza fija y ningún tipo de reconocimiento social, a pesar de tantos médicos que dieron su vida durante el covid.
Permítanme que no me dé ninguna pena el sueldo de las jugadoras de fútbol, cuyo importe puede ascender hasta 90.000 para la selección femenina española.
El problema no está en que las mujeres cobren menos, está en que los hombres cobran demasiado, que el mundo tiene los valores trastocados y que el dinero es el que mueve el mundo, no el beneficio social, ni el bien, ni la belleza siquiera de un simple vestido de nochevieja.
Ojalá algún día aprendamos, volvamos a los verdaderos “valores”, no esos inventados que desprestigian el manido uso de esta palabra, que la gente se deje de tanto circo, y la prensa vuelva al origen que la motivó y sirva, de verdad, para ayudar a mejorar la humanidad.
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