La detención y muerte en septiembre de Mahsa Amini por no llevar el velo colocado en la forma en que las autoridades iranís determinan que deben llevarlo las mujeres en ese país, ha sido el detonante de algo más potente. Lo que empezó como un asesinato fruto del maltrato a una chica kurda, pasó a ser una denuncia del maltrato y escasa consideración que tiene la mujer en ese país, apoyado por todo el mundo, aunque podríamos decir que casi “de boquilla”, porque las feministas extremas occidentales, poco han hecho en esta lucha, más allá de que algunas hayan salido en las redes cortándose un mechón de pelo, pero ninguna se cortó la coleta… Como suele decirse, con el Islam hemos topado. Vino enseguida la muerte de la también joven Hadis Najafi, de 20 años, quien recibió “solo” seis disparos en la cabeza horas después de haber compartido en sus redes cómo se preparaba para asistir a una de las concentraciones que se empezaban a convocar en denuncia de la muerte de Mahsa.
En un momento de “desenfreno” de nuestra ministra de igualdad cuyo cometido parece querer hacer desaparecer a la mujer real de la faz de la tierra, poco dice del maltrato a las mujeres iranís, y menos se pronuncia sobre lo que está pasando en Irán. Ni siquiera un mensaje de apoyo desde su inmerecido pedestal a las mujeres que, valientemente, se están jugando la vida desde el comienzo de las protestas, porque es cierto que empezaron las mujeres, primero las jóvenes, pero de todas las edades y de todas las religiones, a denunciar la situación de la mujer en este país.
Empezó por el velo, símbolo de la ausencia de libertad que impera allí. Se quitaron el velo, los quemaron, se concentraron sin esconderse, todo públicamente y sin protección. Seguro que tenían miedo, cómo no tenerlo en un lugar donde Human Rights Activists ha estimado que han muerto 419 personas en estas revueltas.
El silencio, sin embargo, siempre ha sido y será señal de cobardía… cobardía que en los momentos que está viviendo occidente no era de extrañar.
Ante la ausencia de liderazgos, surgen nuevos, y esta vez ha sido el coraje de la mujer que, reconociendo su dignidad y libertad, e igualdad de derechos, reivindica justicia después de décadas sufriendo violencia a todos los niveles, físico, institucional, cultural… La diferencia es que, al contrario que en otros momentos históricos de Irán y en otros contextos, no están solas. El velo ha sido el detonante, el símbolo más visible de un descontento que atraviesa todas las capas de la sociedad desde 1978.
Según la Asociación del Kurdistán para los Derechos Humanos, “Mahsa Amini encarna el eslogan de las protestas – ‘mujeres, vida, libertad’ -, junto a una larga lucha por la emancipación protagonizada por mujeres kurdas e iraníes, especialmente en los últimos 44 años”, llegando a superar las revueltas del noviembre negro de hace unos años.
Esta semana, la revista TIME daba el título de heroínas del año a las mujeres Iranís. Es cierto que son heroínas, se juegan la vida por la libertad, es cierto que empezaron ellas, que fue una joven chica la que con su injusta muerte inspiró la revuelta, pero también es cierto que no han estado solas, ni en sus familias, ni en las concentraciones, ni en las muertes.
La noticia de la ejecución pública por parte de las autoridades iranís del joven futbolista de 23 años, Amir Nasr-Azadani, después de un juicio falso (como siempre) y haber sido torturado para una confesión forzada, pone al descubierto la realidad, muchas veces ya denunciada, de que el sistema judicial iraní no es más que una herramienta de represión que actúa, en contra de los derechos humanos más básicos, para controlar la ideología impuesta contra el que no la comparte.
Hace unos días también, se conocía la noticia de la ejecución de otro joven manifestante iraní, Mohsen Shekari, y según Amnistía Internacional, hay al menos 11 personas más condenadas a muerte, en relación con las protestas, y que seguramente también serán ejecutadas. Majid Reza Rahnavard ha sido ahorcado públicamente y Mehran Samak aseinado por un disparo recibido en una concentración, y en cuyo entierro los asistentes cantaban “muerte al dictador”.
Sus nombres son la muestra de que esas 419 personas que han muerto no son solo mujeres.
Es la lucha de un pueblo por su libertad, si occidente calla, por lo menos no debería aprovechar el momento para seguir sembrando su ideología. En su reportaje, TIMES define a las mujeres iranís como… “ellas; a veces parecen más una Generación Z transnacional más que iraníes: son veganas, desislamizan sus nombres, no quieren tener hijos»…
Esperemos que esto solo sea idea del autor del artículo y no de las mujeres, porque si es así, poco bueno van a poder aprender de nosotros especialmente con el invierno demográfico que tenemos encima.
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