Mucho se ha comentado en las últimas semanas la última aparición televisiva de Rocío Carrasco Mohedano en la que, por capítulos y previo pago de una cantidad no despreciable, más en tiempos de crisis, abre en canal su vida para comentario y regocijo de destripadores catódicos profesionales y contaminación moral del público en general.
La hija de ese chorro de voz que fue Rocío Jurado y el púgil Pedro Carrasco ha encontrado eco de sus palabras -incluidas graves acusaciones- no sólo en las siete pistas del circo habitual del cotilleo pandémico patrio, sino también en el desgobierno de España. Nada menos que una ministra del Reino (por pocos méritos y capacidades que la adornen, el cargo es el cargo) ha sentenciado: “”El testimonio de Rocío Carrasco es el de una víctima de violencia de género”
Ahí es nada. Sentencia extrajudicial desde el Ejecutivo voceada en la plaza pública cibernética.
Nada tengo yo con Antonio David Flores. Tan sólo he coincidido con él y charlado 5 minutos en una ocasión, y ya me parece mucho según la ley de la probabilidad. Pero según han publicado algunos medios a rebufo del asunto, no sólo no ha sido condenado por violencia de ningún tipo contra su exmujer, sino que los tribunales han archivado o sobreseído tal pretensión en varias ocasiones.
Cuento esto porque después de décadas -sí, ya décadas- con un discurso continuado sobre el “empoderamiento” de la mujer, con miles de millones invertidos en la cuestión desde la concejalía más pequeña a la Asamblea de las Naciones Unidas tal vez haya llegado el tiempo de hablar también de responsabilidad.
La ideología de género ha inspirado -envenenado más bien- no sólo el discurso público, sino las conciencias y las leyes con el objetivo de fomentar un enfrentamiento entre hombres y mujeres que sea germen de la destrucción familiar que lleve al aislamiento de la persona en la sociedad y hacerla más fácilmente manipulable. Abundar en esto nos llevaría muy lejos ahora.
Pero sí subrayo el asunto legal al objeto de lo que veníamos comentando. La mujer ha sido dotada de un surtido de mecanismos administrativos y legales con una potencia destructora hacia al varón a la que supongo que es muy difícil resistirse en un momento de especial vulnerabilidad.
Hoy es posible encerrar a un varón el fin de semana en el calabozo con una sola llamada de teléfono y es muy sencillo apartarle de sus hijos con la mera denuncia de unos malos tratos que no ha sustanciado un juez mediante sentencia firme. No son pocos los varones que aceptan, a pesar de todo, sentencias culposas de conformidad inferiores a dos años para no pasar por la cárcel, renunciando a defenderse de las acusaciones que entienden infundadas para poder ver a sus hijos. He tenido acceso a decenas de casos en este sentido.
Por eso, en el tiempo del empoderamiento de la mujer -un sintagma que hace implosionar mis meninges, pero es lo que hay- quiero hacer un llamamiento a la responsabilidad de las mujeres en este campo. Porque vuestra sola palabra es llave para desencadenar un tsunami de consecuencias.
Aclaro, porque en este tiempo es necesario hacerlo, que mi desprecio hacia el maltrato o la desconsideración de cualquier forma de un varón a una mujer es absoluto. Y subrayo igualmente, porque en este tiempo es aún más necesario hacerlo, mi repulsa hacia el maltrato o desconsideración de cualquier forma de una mujer hacia un varón. Y de cualquiera de ellos hacia sus padres o sus hijos.
Y hecho el inciso, prosigo por donde venía. Vosotras, mujeres, tenéis hoy por hoy la posibilidad de arruinar la honra y la hacienda de cualquier varón con una simple llamada de teléfono, sin apenas consecuencias -casi nunca- si lo que se dice en tal comunicación no se ajustara con suficiencia a la verdad.
Por eso, en el tiempo del empoderamiento de la mujer -un sintagma que hace implosionar mis meninges, pero es lo que hay- quiero hacer un llamamiento a la responsabilidad de las mujeres en este campo. administrativas, jurídicas, familiares, económicas y sociales de un calado inmenso. Y ya sabemos lo que pasa con las olas gigantes provocadas por maremotos: que lo arrasan todo, incluidas vosotras.
No os olvidéis de las sabias palabras del tío de Spiderman: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.
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