“Yo era una niña infeliz que necesitaba ayuda. En cambio, me trataron como a un conejillo de indias”.
Es la reflexión de Keira Bell después de pasar por todo un proceso de conversión a hombre, en el que le fueron empujando en la dirección de “moda”, cuando sus problemas reales eran de ausencia de estabilidad familiar. Denunció a la clínica Tavistock, antiguo modelo de los procesos de cambio de género en el Reino Unido, y ahora está luchando por superar el conflicto que supone que el cambio de su aspecto físico no encaje con lo que es: una mujer. Pero dicen siempre que de sabios es rectificar.
El 8 de marzo el Senado de Florida aprobaba un proyecto de ley -a la espera de la firma del gobernador de Florida, el republicano Ron DeSantis- que prohibía a los docentes hablar sobre sexualidad e identidad de género en las aulas, un proyecto que también involucra a Disney Pixar, principal motor de la economía del Estado -genera 18.200 millones de dólares al año para Florida, una cifra que en ese momento representaba aproximadamente el 2,5% del PIB total del estado.
La medida fue bautizada por sus detractores como ‘No Digas Gay’, aunque oficialmente se llama ‘Derechos de los padres en la educación’. Sinceramente creo que el título de este proyecto de ley no puede ser más adecuado y necesario, porque los padres son los que tienen todos los derechos para poder educar a sus hijos según sus convicciones ya que desean lo mejor para ellos, y además, el derecho a protegerles, “especialmente y a pesar de las leyes “, cuando estas hacen un daño terrible e irreparable a las personas, especialmente cuando son niños o jóvenes que no son conscientes de la trascendencia de estos actos, y encima son empujados a ellos modas e ideologías. Y si dañan a personas con nombre y apellidos, dañan a la sociedad. Precisamente una de las funciones del Estado es proteger al débil y al vulnerable, y no hacer a los ciudadanos débiles y manipulables, como está pasando.
Hace unos días leía también la historia de Chloe Cole, de 18 años, que acaba de denunciar a su endocrina, cirujano y psquiatra, así cómo a los centros donde fue tratada por disforia de género. Aunque no sea conocida, Cloe debería ser otro referente de los peligros de las transiciones de género en los niños, sin embargo, si denunciara el maltrato animal o los peligros de las crisis medioambiental, su voz seguro se oiría en todos los medios, y no solo en algunos como está pasando.
Cloe alega en su demanda que los centros médicos «realizaron, supervisaron y aconsejaron terapias e intervenciones quirúrgicas cuando ella tenía entre 13 y 17 años», cuyo proceso terminó con una mastectomía doble irreversible que extirpó quirúrgicamente ambos senos sin informar de las consecuencias. Ahora está arrepentida y siente el dolor de que nunca podrá disfrutar de la belleza de la maternidad. Con solo 13 años, como está pasando ahora en nuestro país, los médicos le recetaron bloqueadores de la pubertad y testosterona, lo que le provocó una serie de efectos secundarios que todavía hoy sufre: dolor en las articulaciones, densidad ósea débil y síntomas continuos de infección del tracto urinario. Tampoco le informaron de las consecuencias del uso de bloqueadores hormonales en el consentimiento firmado que le entregaron sobre los riesgos de estos tratamientos, ni de los efectos secundarios como la pérdida permanente de la fertilidad, las relaciones sexuales dolorosas, el aumento del riesgo de osteoporosis, las fracturas óseas y las ideas suicidas.
Los padres, como muchos padres hoy en España, estaban confundidos y buscaban una solución “equivocada” asesorados e incluso empujados por profesionales, en ausencia de libertad por la presión a la que les someten desde diferentes frentes, ya que incluso pueden perder legalmente a sus hijos. Si esto no es presión …
En un momento en que el índice de suicidio entre adolescentes es tan elevado, es una auténtica desprotección apoyar y facilitar este tipo de prácticas, ya que nunca serán una terapia, por mucho que la ley lo disfrace.
En estos días también se está poniendo de manifiesto lo que ya se dijo iba a pasar, la indefensión de la mujer violada gracias a las descabelladas leyes del ministerio de igualdad que doña Irene defiende por todos lados con vehemencia.
Parece ser que lo de “sola” (para que sea carne de cañón con el aumento de violencia que se está produciendo) y “borracha” (para que si abusan no se acuerde) quiero volver a casa tiene una doble lectura.
Nadie en su sano juicio puede entender que, teniendo la posibilidad de apoyar, cuidar y proteger a la mujer, todas sus políticas vayan en detrimento de ella y la dañen en la profundidad de su alma, en nombre, precisamente, de la mujer, con rabia y empeño. Cómo nadie puede entender que esta señora insulte a los jueces por aplicar lo que ella impuso y no esté fuera del Gobierno todavía.
No podemos más que sumarnos al hashtag #irenedimision por todo el daño que está haciendo a la mujer y a la infancia.
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