«El hombre es un ser social por naturaleza» es una frase del filósofo Aristóteles. Según el pensador griego, se «es» en tanto se «co-es». Es decir, cada ser humano posee una dimensión individual que desarrolla su personalidad o su «ser», y dicha dimensión está integrada dentro de una dimensión social para la convivencia en comunidad desde que nace, esto es la coexistencia.
Desde que somos bebés nuestra familia nos enseña el valor de pertenencia, el cual implica orgullo por las raíces y la identidad heredada. Es la certeza de sentirte amado y conectado durante toda la vida. Cuando crecemos, esa valoración por parte de los que nos rodean, se vuelve un apoyo fundamental en nuestra construcción de la identidad.
Si extrapolamos esta situación al ámbito laboral, la importancia de sentirnos parte de algo se mantiene como una necesidad social. En la actualidad, muchos trabajadores no tienen este sentimiento hacia la organización en la que trabajan, es común encontrarnos con personal descontento y desmotivado que si les surge otra oportunidad laboral no tienen ningún reparo en dejar la empresa. No me refiero a puestos con salarios bajos, eso daría para otro artículo, sino a la motivación y al compromiso laboral.
Antes, las personas consideraban su trabajo como un proyecto común, tenían fuertemente enraizado ese sentimiento de pertenencia tan necesario para la autorrealización profesional y personal. La gente se jubilaba en la misma empresa en la que empezaba a trabajar, eso ahora mismo suena a prehistoria.
Desde que somos bebés nuestra familia nos enseña el valor de pertenencia, el cual implica orgullo por las raíces y la identidad heredada. Es la certeza de sentirte amado y conectado durante toda la vida.
Hoy en día, muchas empresas contratan a trabajadores cuya misión es una mera prestación de servicios a cambio de dinero. No importan sus habilidades sociales o emocionales, si son buenas personas, leales, responsables o si tienen empeño en mejorar. Se les contrata para un servicio concreto y, si encuentran otro empleo no pasa nada, porque hay otros muchos como él. La empresa no echará en falta su originalidad y unicidad.
La tecnología es un factor que está acentuando esta tendencia. Aunque facilita muchos procesos operacionales, también contribuye a un sentimiento de aislamiento y desapego. Uno de los desafíos del teletrabajo es la falta o la dificultad de trato personal con el resto del equipo.
La comunicación interna es vital y actuar de acuerdo con unos principios y valores es lo que da coherencia a las actuaciones. Una compañía que descuida la comunicación interna demuestra que la dirección no le da importancia al trabajo en equipo, ni al clima laboral entre empleados, ni el bienestar de cada uno de ellos, ni si tienen o no motivación y, por tanto, el rendimiento y el grado de compromiso cae en picado.
Gestionar personas es un trabajo muy complejo, pero da la sensación de que la cultura empresarial actual ha olvidado que trabaja con personas, trabajadores que necesitan sentirse valorados y escuchados; y que echan en falta saber que sus propuestas realmente sirven dentro de la organización, vislumbrar que tienen la posibilidad de generar cambios.
La realidad es que muchos carecen de un plan de desarrollo en su compañía, lo cual se traduce en la carencia de oportunidades de permanecer y crecer en la empresa.
En la era de lo efímero y lo cambiante tener un sentimiento de pertenencia en el trabajo es de vital importancia, pasamos muchas horas de nuestro día dedicadas al ámbito laboral. Tanto para la dirección de la compañía como para el trabajador es necesario este sentimiento. Si un jefe no conoce prácticamente a su empleado, ¿por qué éste va a echar horas extras si hay problemas en la empresa? No tiene ningún vínculo real y, en numerosas ocasiones, es consciente de que, si hay problemas, la consecuencia puede llegar a ser su despido se esfuerce o no, porque su jefe no sabe casi ni quién es, ni valora especialmente lo que hace.
Lo peor es que son trabajadores que no logran brillar en todo su esplendor y que terminan siendo empleados mediocres en plantillas anodinas. Vivir en este estado es malgastar la vida y es una pena porque hay tanto potencial en el ser humano.
En la era de lo efímero y lo cambiante tener un sentimiento de pertenencia en el trabajo es de vital importancia, pasamos muchas horas de nuestro día dedicadas al ámbito laboral.
La consecuencia lógica es que un trabajador con inquietudes abandone la empresa en cuanto le surge una oportunidad, por lo cual los empleados que permanecen mantienen una actitud de conformismo y desgana acudiendo al trabajo a hacer lo mínimo posible para no ser despedidos.
Son muchas las empresas que no están prestando la debida atención a sus trabajadores dejando en un segundo plano el factor humano. Los fracasos empresariales no solo tienen lugar mediante crisis financieras, sino que también derivan de una profunda crisis de valores y falta de ética en los niveles gerenciales. Elementos como la ilusión, el compromiso, la satisfacción, la confianza y la capacidad individual, así como la motivación, la proyección profesional, la retribución económica y el clima laboral son factores determinantes para gestionar el talento y obtener mejores resultados.
Por el contrario, las empresas que descuidan estos elementos suelen tener más dificultades para optimizar su desarrollo. De hecho, esa situación termina afectando a la continuidad del proyecto que un día iniciaron. No se debería eludir la importancia del factor humano en el camino de la excelencia, ya que es el capital más valioso.
Los valores morales se han intercambiado por los económicos y abundan las personas que son tan pobres que solo tienen dinero.
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