«Este evento es como una película sin fin, en la que los promotores del aborto se presentan como dueños de la única verdad, ignorando una realidad que está a favor de la vida y repitiendo un mensaje superficial», afirmó Margarita de la Pisa, eurodiputada de VOX, al concluir el evento inaugural de la 10ª legislatura del Grupo de Miembros del Parlamento Europeo por los Derechos Sexuales y Reproductivos.
En una conversación exclusiva, De la Pisa señaló cómo los defensores de los derechos sexuales y reproductivos hablan de «derechos conseguidos» sin profundizar, ocultando la verdadera naturaleza de sus planteamientos. Para ella, es vital recuperar el discurso pro-vida, pero desde una perspectiva que ofrezca soluciones reales a las mujeres. «Ellos están atrapados en un bucle de palabras vacías: heteropatriarcado, lenguaje inclusivo, justicia reproductiva… Pero en la vida diaria de los ciudadanos, todo esto es cero práctico», expresó con contundencia. Frente a esta superficialidad, De la Pisa reafirmó que «el aborto no es un derecho humano. Somos muchos los que estamos por la vida y seguiremos luchando, porque la vida es la única esperanza para Europa».
De la Pisa, a pesar de no haber sido invitada para intervenir en el evento, acudió para escuchar las discusiones, convencida de que conocer de primera mano las posturas de quienes defienden el aborto es fundamental para poder luego trabajar en cambiar su parecer. La eurodiputada de VOX ha considerado que el diálogo, aunque complejo, es necesario para contrarrestar la retórica pro-aborto y presentar alternativas que defiendan la vida. «Escuchar sus argumentos nos ha dado la clave para desmontar sus falacias desde la raíz y desde el entendimiento hacerles ver que no están en el camino de dar soluciones a las mujeres», ha comentado, reafirmando su compromiso de seguir luchando por la vida en todos los foros.
Un nuevo capítulo en una batalla repetitiva
Solo en 2021, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se realizaron más de 4.2 millones de abortos en Europa.
Lejos de aportar ideas o soluciones reales, el encuentro continuó con el mismo enfoque destructivo. Representantes de instituciones europeas y organizaciones no gubernamentales centraron nuevamente el debate en los «derechos sexuales y reproductivos» (SRR), un concepto que cada vez más suena como un eufemismo que oculta una agenda destinada a normalizar el aborto bajo el disfraz de derechos humanos.
Las cifras no mienten. Solo en 2021, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se realizaron más de 4.2 millones de abortos en Europa, lo que evidencia que el aborto se ha convertido en una práctica cada vez más extendida y normalizada en el continente. En países como Francia, España e Italia, el acceso al aborto está garantizado legalmente hasta las primeras 12 o 14 semanas, pero las presiones continúan para expandir aún más estos plazos y reducir las restricciones en toda la Unión Europea.
Durante años, esta agenda ha intentado disfrazar el aborto y la anticoncepción como derechos inalienables, pero ya no engaña a nadie. El término «derechos reproductivos» resulta vacío, quedando claro que no se trata de defender la reproducción, sino de imponer una visión que desvaloriza la vida desde su concepción. Los europeos empiezan a percibir las contradicciones y las profundas implicaciones sociales y éticas que este discurso ignora.
Un evento sin novedades, pero con consecuencias
El evento no aportó nuevas propuestas, solo una extensión más de la misma lucha ideológica. Los grupos progresistas siguen intentando imponer una visión que deshumaniza a los no nacidos, promoviendo el aborto como una solución social bajo el pretexto de la igualdad de género y los derechos de las mujeres.
Lina Gálvez, presidenta del Comité de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género (FEMM), destacó los «logros» en materia de derechos sexuales y reproductivos en la Unión Europea y reiteró que su prioridad es garantizar el acceso al aborto en todos los Estados miembros. «El aborto ha existido en nuestras sociedades a lo largo de la historia. Lo que buscamos es que sea libre y seguro», afirmó, dejando claro que la normalización del aborto como un derecho fundamental sigue siendo su objetivo.
Sin embargo, este mensaje contrasta con los valores de muchas naciones europeas, como Polonia y Hungría, que siguen apostando por la vida desde la concepción y se enfrentan a una nueva ola de imposición ideológica.
La contradicción polaca: mucha palabrería, poca acción
Polonia, con su firme tradición pro-vida, tiene eurodiputados, como la representante socialista, Joanna Scheuring-Wielgus, quien, en lugar de defender los valores de su nación, se sumó a la misma retórica vacía. Al referirse al informe Matić –que reconoce el aborto como un derecho humano–, culpó a la «ola conservadora» de frenar los avances en derechos sexuales y reproductivos, reforzando la contradicción entre su discurso y las raíces de su propio país.
Hungría sigue bajo presión
Cada vez más personas perciben que detrás de esta «cultura de la muerte» solo hay palabras vacías, sin soluciones reales.
Hungría, por su parte, se ha mantenido firme en su defensa de la vida. El gobierno húngaro, encabezado por Viktor Orbán, ha implementado políticas pro-vida y pro-familia, como incentivos financieros a las madres y apoyo a las familias numerosas, lo que ha sido motivo de constantes críticas por parte de la Unión Europea y de grupos progresistas. En 2022, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que instaba a Hungría a suavizar su postura restrictiva sobre el aborto, en un claro intento de alinearla con las políticas abortistas predominantes en Europa. Sin embargo, Hungría ha resistido estas presiones, argumentando que la defensa de la vida desde la concepción es una cuestión de soberanía nacional y de protección de los valores tradicionales que sustentan la sociedad.
Neil Datta, director del Foro Parlamentario Europeo para los Derechos Sexuales y Reproductivos, continuó en la misma línea. Datta dejó claro que su objetivo es presionar a países como Polonia y Hungría, defensores de la vida, para que adopten posturas más progresistas. Sin embargo, su discurso, plagado de contradicciones, está cada vez más desconectado de las verdaderas preocupaciones de los ciudadanos europeos.
Este evento intentó promover el aborto como solución a problemas sociales y económicos, ignorando deliberadamente alternativas éticas que respetan la dignidad humana. Pero cada vez más personas perciben que detrás de esta «cultura de la muerte» solo hay palabras vacías, sin soluciones reales.
La vida volverá a ser prioridad en Europa
El evento concluyó sin dar espacio a las voces que defienden la vida desde la concepción. Nuevamente, los derechos de las madres y las alternativas éticas al aborto fueron ignorados en un foro completamente alineado con una agenda cerrada. Sin embargo, las voces pro-vida, como la de Margarita de la Pisa, siguen siendo un faro de esperanza. Europa debe recordar lo que está en juego.
Estas políticas no solo buscan legalizar el aborto, sino también banalizarlo, desvinculándolo de sus profundas implicaciones morales. La vida no es una simple elección ni una cuestión de conveniencia; es el pulso que nos define como seres humanos. Desde su concepción hasta su último suspiro, la vida es un milagro que debemos proteger.
Es fácil perderse en la «palabrería» vacía de quienes ven el aborto como una solución. Pero quienes valoran la vida saben que defenderla es más que un deber: es una promesa de esperanza. La vida, incluso en su vulnerabilidad, sigue siendo el tesoro más grande. Aunque intenten oscurecer su valor, la vida siempre encontrará la manera de florecer, porque en cada latido está la verdadera esperanza para Europa y para la humanidad.
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