Hace ya varios años leí dos libros de Khaled Hosseini, un médico escritor que nació en Kabul en 1965 afincado en Estados Unidos después de varios cambios de la residencia familiar y conseguir el asilo en 1980 antes de la ocupación rusa en dicho país. En el año 2006 fue nombrado Enviado Especial de ACNUR.
Si “Cometas en el cielo” me impactó, no menos lo hico “Mil soles espléndidos” y tengo pendiente la lectura de “Y las montañas hablaron”.
La crítica reconoció el gran talento narrativo del escritor y medios, como The New York Times, decían que convertía las vidas de sus personajes en una conmovedora obra coral. Increíble obra coral si no fuera real.
En las dos historias que leí, plasmaba la tradición y cultura de su tierra de una forma real pero también brutal, y digo brutal porque la vida allí ya era una lucha, no contra los elementos, sino contra los hombres.
En su primera obra narra la historia de un niño del que abusaron, mientras que en la segunda, la vida desgraciada de dos mujeres que compartieron marido y penurias, plasmando en la tercera, la historia de una familia que tuvo de dar en adopción a su hija pequeña a una familia rica para poder salvarla del hambre, suya y de ella. Niños, mujeres y pobres son los protagonistas de su obra y también los principales sufridores del pueblo afgano.
Con la toma del gobierno de Afganistán por el ejército talibán, resurgen estos dramas que seguían existiendo, aunque no eran tan visibles como ahora. Es cierto que la mujer, sea adulta o menor, a la que ven casi como un objeto carente derechos, se lleva la peor parte de esta situación, pero no por ello podemos olvidar el abuso de los “niños” por ejemplo en la práctica “bacha bazi”, vendidos por sus padres por las penurias familiares, como tampoco las luchas y enfrentamientos étnicos.
Aunque pareciera que esto podría haber cambiado, vemos cómo el hombre sigue tropezando siempre con la misma piedra.
Parece extraño que la desesperación de la población afgana ante la invasión terrorista talibán se haya soltado de repente puesto que esta invasión parece tan rápida como contenida o incluso permitida. ¿Acaso hace unas semanas ante el rápido avance no debería haber sido manifiesta esta desesperación?
La forma de vida que se impone actualmente en la capital es la misma que ya estaba impuesta en las aldeas donde mandaban estos señores de la guerra, y las prohibiciones por ser mujer…también. No puede pasar esto de la noche a la mañana, el burka era ya imperativo en las calles…
Fuimos espectadores del secuestro, las torturas y violaciones de mujeres y niñas de Isis, Boko Haram y muchos más, se hicieron declaraciones momentáneas y rápidamente tapadas que no tuvieron ninguna repercusión y menos logros. Las niñas olvidadas de Boko Haram que Michele Obama nunca volvió a recordar, por citar a alguna de las voces que hicieron denuncia, por lo menos durante un día. Las feministas nunca condenaron nada.
No hace falta que lleguen los talibanes a un gobierno para denunciar sus atrocidades, por ejemplo en Nigeria se une a esto la matanza de cristianos, unos 48.000 asesinados, 18.500 desaparecidos, 17.500 iglesias saqueadas y la desaparición de 2.000 escuelas en los últimos 12 años.
Hace unos días leía otra historia, otra de tantas que los medios de comunicación no sacan, la de la hermana Gloria Cecilia, que lleva secuestrada en Mali desde el año 2017, por ser mujer, y ser joven. El resto de las hermanas franciscanas que vivían con ella en la misión de María Inmaculada en dicho país se fueron ofrecieron a ocupar su puesto una a una, desde la más mayor hasta ella, pero querían a la que era de menor edad y nos podemos imaginar porqué. Siguen dando pruebas de vida y pide que recemos por ella, pero sigo sin oír nada en la prensa, mientras las feministas “progres” de nuestro gobierno pierden el tiempo subvenciones y cambian leyes para enfrentar a las mujeres, mientras chicas jóvenes, en nuestro suelo, siguen siendo obligadas a casarse por pactos familiares.
En pocos días, numerosas voces han denunciado la violación de los derechos humanos en relación a mujeres y niñas desde la toma de Kabul, pero ¿qué ha pasado para que nadie se dé cuenta de lo que estaba sucediendo? ¿Realmente nos creemos que esto no se sabía?
La ausencia de derechos del sexo femenino en los países donde dominan estos grupos extremistas es actual y ha sido actual. Mientras las demandas feministas se centran en defender el aborto, el llegar a casa sola y borracha y hacer con mi cuerpo lo que «quiera», aunque ello me deje graves secuelas, …entre otros disparates, nadie luchaba ni reivindicaba derechos para estas niñas desaparecidas.
En las últimas horas algunas mujeres han salido a la calle en grupo y sin hombres que las acompañasen, retando a los talibanes, para reivindicar sus derechos como trabajar, formarse, poder salir solas a la calle… Aludían a que tienen derechos por la ley islámica porque el profeta se los concedió. Qué pena que , a estas alturas de la historia, todavía nadie les haya abierto los ojos para decirles que simplemente tienen derechos porque son personas. Que nadie les tiene que otorgar un derecho porque ya lo tienen por el simple hecho de existir y que son dignas desde que nacen. Ningún gobierno o profeta les da o quita nada, porque simplemente es suyo.
Para comprender mejor lo que representa la mujer en ese mundo, el escritor argelino Kamel Daoud daba esta explicación: “La mujer es negada, velada, encerrada, poseída. El cuerpo de la mujer pertenece a todos, pero no a ella, y no es visto como lugar de libertad”.
Y esto es precisamente lo que han ido haciendo los grupos más extremistas con las mujeres que se encontraban a su paso. Nadia Murad es una de las testigos en primera persona de esta barbarie, que después de sufrir en su misma piel este trato y escapar, lleva años jugándose la vida denunciando esta realidad.
Ojalá no nos quedemos, como los comentarios de los libros de Hosseini, en ideas sin acción. Las historias que eran denuncia se tomaron como simples y lejanas narraciones, y ahora se vuelven de sonora actualidad.
Lo que ha pasado en los últimos años nos dice que, pese a las palabras de su secretario general, la ONU, y en especial Europa, llevan años dormidas y divagando en el calentamiento del planeta sin preocuparle demasiado los habitantes del mismo, a pesar de que siempre se ha dicho que lo importante es el contenido…
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