Harrison Ford me encanta, a quién no. Hace poco descubrí una nueva faceta del actor, ya sabía que pilota una avioneta y que llegó de carambola a la gran pantalla, pero no tenía idea de que Harrison lleva años envuelto en la protección del medio ambiente y muestra un amor enorme por la naturaleza. Sube más puntos, Harrison nos cae muy bien.
El año pasado Indiana Jones se presentó ante un Foro Global sobre el ‘cambio climático’, esos encuentros que juntan a personas que más tarde inundan, nerviosetes, el mundo con anuncios apocalípticos. Introducido por la presentadora como: «Alguien conocido casi en todas las galaxias», apareció ¡Harrison Ford! El público enloqueció.
El actor habló en un discurso de ocho minutos que se hizo viral, pero curiosamente hace pocas semanas ha vuelto a rondar por el mundo virtual y llegado con fuerza a nuestros dispositivos. Sin duda, alguien del gremio climático-apocalíptico lo rescató para su difusión.
Sin entrar a examinar la oratoria, el discurso de Harrison Ford gana más por la forma que por el fondo. Primero… su presencia, además de la excelente voz del actor, atrayente y persuasiva. Para darle más empaque a la escena, nuestro protagonista apareció cuan Robinson Crusoe rodeado de árboles y luces de penumbras, despeinado, casi melenudo y de recia barba.
Su fondo fue repetitivo, con acusaciones etéreas y haciendo llamamientos más etéreos aún. Que si a la comunidad científica, vale sí, pero a cuál, porque la causa científica es tan amplia como el Océano. Que si debemos dejar de usar coches y transportes, y acusaciones a diestro y siniestro a no sabemos quién o quienes, pero que se supone que el público presente adivinaría.
Conclusión, a Harrison Ford le importa la naturaleza, pero sin una sola mención por la preservación de la naturaleza humana, ni del riesgo de autodestrucción que padecemos. Desde este punto de vista, el discurso flaquea y mucho, por su pobreza intelectual. Con timbre dramático el actor suelta al poco de comenzar: «El futuro de la humanidad está en juego».
Me pregunto: ¿Está en juego por el incremento de las temperaturas o por el auge de legislaciones pro muerte de personas? ¿De qué nos servirán maravillosos parajes sin familias, ni personas que puedan disfrutarlos?
En cambio, era voluntad del Creador que el hombre se pusiera en contacto con la naturaleza como “dueño” y “custodio” inteligente y noble, y no como “explotador” y “destructor” sin ningún reparo (Juan Pablo II – RH. No. 15)
«El futuro de la humanidad está en juego»
Si echamos la vista atrás tan sólo una década, descubrimos a un personaje inquietante, Al Gore, quien de la noche a la mañana y tras perder su último intento por llegar a la Casa Blanca, se convirtió en el gurú del «cambio climático». Fue Premio Nobel de la Paz (tan irrisorio por ausencia de méritos como el concedido a Obama años después). También recibió el Premio «Príncipe de Asturias» de Cooperación Internacional en 2007. Se paseó por el mundo impartiendo conferencias, mientras con una mano sujetaba el micrófono, extendía la otra para recibir cuantiosas subvenciones gubernamentales y de fundaciones de millonarios altruistas… para su causa.
El resultado, una nueva ideología que acecha directamente acabar con toda una civilización. ¿O alguien es capaz de negar una tendencia legislativa cada vez mayor en regular aberraciones contra el propio ser humano, contra nuestra naturaleza? Cambios de sexo en niños, manipulaciones genéticas, auges del animalismo, veganismo y todas sus vertientes, eutanasia, aborto, vientres de alquiler, etc.
Porque el engendro climático se nutre de otro engendro no menor llamado ideología de género, la más absoluta desnaturalización del ser humano en su esencia
No hay que ser un lince –tan solo esforzarse por abrir la puerta de la memoria–, para comprender que aquí subyace un camelo diabólico que busca reducir la sabiduría de la naturaleza humana a cenizas mucho antes de que el planeta lo haga, si llegase a ocurrir. Porque el engendro climático se nutre de otro engendro no menor llamado ideología de género, la más absoluta desnaturalización del ser humano en su esencia.
Es muy llamativo que ninguno de estos luchadores infatigables y con cuentas millonarias a su favor, y que han logrado que Gobiernos enteros se arrodillen a sus ideas (Al Gore, Soros, etc.) nunca citen el despilfarro de pruebas atómicas y nucleares destiladas durante décadas tanto por Estados Unidos, como por Rusia, China, Irán, y últimamente Corea del Norte, por poner un ejemplo. O la sordera de Japón para inundar los mares de barcos en busca de aletas de tiburón para su famosa sopa, rompiendo el ciclo natural.
No, según Al Gore y adeptos, tras una década, el planeta está al borde del desahucio, pero la culpa es de los pobres consumidores, de los habitantes de la tierra que usamos coches y comemos carne.
El delirio es tal que esta madeja tan compleja queda ligada, sellada y refrendada en los últimos acuerdos internacionales, donde ¡Oh sorpresa! Por arte de magia se relaciona directamente con la demografía, con la población que sufre obesidad (que sí, que la ONU dice que hay que reducir a la población obesa) y con la inmigración ‘multicultural’, porque claro, pobres europeos que no tienen bebés y habrá que ayudarles exportando a tutiplén población musulmana o… El cuento progre «nuestra economían puede soportar tanto enfermo y anciano», receta: eutanasia.
¿Quién defiende la conservación de la naturaleza humana?
Un ejemplo reciente del monstruo ajeno a la defensa de la conservación de la naturaleza humana, ha sido la afirmación de Bernie Sanders, candidato a la Casa Blanca por el partido demócrata ante la afirmación del periodista: «Hay muchos seres humanos en la tierra», el político responde: «Estoy de acuerdo, necesitamos más fondos para promover el aborto en países del tercer mundo«. ¡Venga! Eugenesia para casi todos, menos para los míos, los «Bernies». Y el mundo contempla complaciente el despropósito.
Democrat Voter: There are too many humans on earth.
Bernie: I agree. We need to fund abortions to poor, third world countries.
This is absolutely horrifying. pic.twitter.com/B2SBT053mz
— Benny (@bennyjohnson) September 5, 2019
Pero Harrison Ford sigue abogando por la salvación de la naturaleza, pero de una naturaleza sin Creador, porque los dioses minúsculos somos los nuevos humanos autoproclamados reyezuelos de la causa del devenir de la historia. Acabemos con nosotros mismos, quedémonos con un reducto de superiores y salvaremos el planeta, parece ser el canto de sirenas.
Aborto, transhumanismo, vientres de alquiler, eutanasia, veganismo, los gallos violadores y el sursum corda todos a una contra la cordura, el orden natural de las cosas y personas
Y yo me pregunto, ¿hay alguien que al más alto nivel político, social y cultural que defienda porque la naturaleza humana no se destruya? Aborto, transhumanismo, eutanasia, veganismo, los gallos violadores y el sursum corda todos a una contra la cordura, el orden natural de las cosas y personas.
La ecología verdadera
Si antes cité al gurú Al Gore como el nuevo profeta anti catástrofe, prefiero fijar la atención en un verdadero profeta en muchos campos, y este del amor por la Creación tampoco se le escapó, me refiero a S. Juan Pablo II.
Sí, este Papa, como tantos otros, comenzó a discernir sobre el verdadero y el falso amor a la naturaleza. Siempre veía el asunto en un contexto amplio y lógico, bajo sus dos acepciones: la humana y la de la naturaleza, lo creado.
Así lo recoge Roberto Vela en un extraordinario trabajo del año… 2003 (Juan Pablo II y la cuestión ecológica. Revista Javierana).
«Al comenzar su pontificado, Juan Pablo II se pregunta, en su carta encíclica Redemptor hominis (1979): ”¿Por qué este mundo creado para el hombre, a pesar del inmenso progreso, jamás conocido, y de los grandes logros tecnológicos, es al mismo tiempo un mundo que ‘gime y sufre’ y está esperando la manifestación de los Hijos de Dios?” Él mismo responde: El hombre actual parece estar siempre amenazado por lo que produce, es decir, por el resultado del trabajo de sus manos y más aún por el trabajo de su entendimiento y las tendencias de su voluntad. Los frutos de la múltiple actividad humana se traducen muy pronto y de manera a veces imprevisible en objeto de ”alienación”… En esto parece consistir el capítulo principal del drama de la existencia humana contemporánea en su dimensión más amplia y universal. (RH, No. 8). Entonces surge otro interrogante: ¿Por qué razón este poder, dado al hombre desde el principio –poder por medio del cual debía dominar la tierra- se dirige contra sí mismo? El hombre parece, a veces, no percibir otros significados de su ambiente natural, sino sólo los que sirven a los fines de un inmediato uso y consumo de las cosas. En cambio, era voluntad del Creador que el hombre se pusiera en contacto con la naturaleza como “dueño” y “custodio” inteligente y noble, y no como “explotador” y “destructor” sin ningún reparo. (RH. No. 15)»
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