Yo no sé ustedes, pero personalmente estoy harta de los alborotadores y de los que se creen que pueden conseguir algo a patada limpia, pero me enerva más aún contemplar el uso publicitario que de este hecho hacen los diversos partidos y sus medios de comunicación correspondientes para dividirnos en bloques antagónicos. Cada vez me recuerda más a un concurso de televisión, pero de los malos.
Si bien es cierto en un futuro, con suerte libre de Covid, ya está enseñando las orejas la bestia negra extremismo, también lo es que lo sufrimos de todos los signos.
El último acto de Vox en Vallecas ha sido escenario de un espectáculo deplorable por parte de un grupúsculo de descontrolados que han conseguido abusar del Estado de Derecho que los ampara hasta el punto de patear a un policía Nacional. El mismo policía que si hubiese usado la fuerza para evitarlo estaría ahora probablemente procesado, vituperado y vilipendiado.
Hace bien poco hemos tenido que aguantar estoicamente a los seguidores del rapero faltón mientras destrozaban bienes de propiedad pública pagados por los contribuyentes.
Pero los núcleos violentos de extrema izquierda, siendo actualmente nuestro principal dolor de bazo y de espinazo, no son ni con mucho los únicos que dan la matraca, ya que para ser justos habría que mencionar también a las mentes iluminadas de los grupos neonazis y a los ultras que siembran el terror en nuestras calles y entre los más vulnerables (e inofensivos, ya de paso)
Resulta, según estos “intelectuales”- sin duda estudiosos de Luther King, Mandela y Gandhi- estar dentro del Estado Social y de Derecho es estar oprimido y, lo suyo, sería que, por ejemplo, si las cosas me van mal, o muy mal (en la vida por pura estadística suele suceder en varias ocasiones) salga yo a la calle y queme coches, rompa lunas de comercios o propine una paliza a quien pase por allí y piense que tiene la culpa (porque alguien la tiene que tener).
Sin embargo, si me pillan en pleno acto vandálico, reclamo los derechos que me amparan a tenor de ese mismo Estado de Derecho, opresor y esclavizante.
Son estos extremismos identitarios una lacra con el mismo origen, la idiotez severa y la ignorancia más vergonzosa. Eso aparte de carecer de toda practicidad.
Conviene remarcar, no obstante, que más lamentable que la propia violencia, es el uso que algunos medios hacen de estos episodios para publicitar su ideología y denostar a la oposición.
Formados por gente que ha leído poco o nada, que no ha visto cine, ni viajado, ni contrastado opiniones con otros seres humanos con capacidad de discurrir son, en definitiva, lo más tonto de la sociedad reunido.
Eso sí, para agredir en manada o para tirar la piedra y esconder la mano (literalmente) les falta tiempo. Son los mismos sujetos que lloran a moco tendido cuando son arrestados y apartados de su turba-escondrijo.
-Buscan su propio discurso-decía alguien en una tertulia a la que acudí hace poco. Tienen una idea romántica de Estado.
No se engañen, por favor, ni se dejen engañar. No hablamos de pensadores sino de maleantes. La cuestión no es su idea de Estado sino precisamente la forma de manifestar su deseo de cambio como una agresión justificada, carente de proporcionalidad, sin sentido común ni base ideológica que la sostenga.
Conviene remarcar, no obstante, que más lamentable que la propia violencia, es el uso que algunos medios hacen de estos episodios para publicitar su ideología y denostar a la oposición. Hagan memoria y saquen el cuadernillo de notas porque en este país se reparte estopa de todos los colores.
Hasta que la educación y la cultura no lleguen donde tienen que llegar, y en forma, habrá personas manipulables por quienes tratan de hacerles ver que sólo poseen una identidad, que jamás podrán cambiar, diversificar o simplemente convivir.
Nunca dejaré de insistir en la importancia de la educación para un país como el nuestro. Una educación completa y que haga ciudadanos librepensadores, capaces de cambiar las cosas con inteligencia y valentía.
Mientras la miseria intelectual, la demagogia y reine, esto es lo que tenemos. Entre otras cosas, profesoras que agreden a niños por dibujar una bandera de España.
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