Tengo que confesar que este texto lleva rondándome la cabeza y sobre todo el corazón desde el pasado 19 de diciembre cuando leí varias noticias donde la niñez era de nuevo víctima de la intolerancia, del abuso y del comportamiento vil que lleva a una persona adulta a acabar con la VIDA de otra persona menor de edad.
Recapitulo: hablo de personas como seres inteligentes, conscientes, sensibles. También utilizo el concepto de menor de edad para diferenciar a la persona mayor de edad, recordando que la mayoría de edad es el umbral de edad (diferente según el país en que residamos) reconocido en el ordenamiento jurídico en el que la persona alcanza la edad adulta. Y esta definición, que marca la distancia entre adulto y niño, va de la mano de la experiencia vital. Porque los años vividos, si se emplean con honestidad, nos pueden regalar algo de sabiduría; entendiendo la sabiduría como las experiencias que se transforman en un conocimiento aplicado con la máxima inteligencia y humildad.
Comparto esta reflexión porque quiero denunciar el grave comportamiento de personas adultas que se dejan llevar por sus pasiones y arrastran a sus hijos. El primer ejemplo data precisamente del pasado día 19 de diciembre cuando un padre, hombre adulto de 48 años, apuñala a su ex mujer en el rellano del domicilio en Estepona donde vivían sus hijas menores. Unas niñas que lograron que su padre parase y que su madre no perdiera la vida. Desgraciadamente, el padre se suicidó este 10 de enero en prisión.
Quiero denunciar el grave comportamiento de personas adultas que se dejan llevar por sus pasiones y arrastran a sus hijos.
He dicho bien: desgraciadamente porque me imagino a las dos niñas recordando la última imagen de su padre; también me las imagino con muchas peguntas que tal vez quisieron hacerle sobre su comportamiento y no tendrán respuesta. El vacío es brutal porque son dos niñas valientes pero con el corazón malherido, superado por lo que han experimentado.
Y ahí tenemos que estar los adultos para observar sin invadir, preservar y guiar a los niños y niñas. Este es el caso inteligente y exquisito de un profesor que el pasado 7 de enero publicaba en redes sociales las razones por las que ya no pregunta a su alumnado por los regalos que hayan traído los Reyes Magos. La razón de omitir la tradicional pregunta no es otra que la respuesta de uno de sus alumnos: “nada”. Sin duda, la valentía de este menor para decir en voz alta ese “nada” que lo dice todo…
Fíjense que en los casos se hace referencia a la transparencia y valentía de los menores de la casa que son mucho más conscientes de lo que ocurre de puertas adentro de lo que sus adultos reconocen (en voz baja).
Echo la mirada atrás con gran tristeza ante todos los casos de bebés maltratados, en los últimos meses, por sus progenitores en países desarrollados. Una noticia que destacaba a una madre yendo de fiesta nocturna y dejando a su hijo encerrado en el balcón; un padre ebrio que en la madrugada y en plena calle intentaba dar el biberón a su bebé. Los menores fueron rescatados por los servicios de bomberos y agentes policiales.
A estas personas adultas, padres y madres, deberíamos preguntarles qué ven realmente cuando miran a sus hijas e hijos. Qué sienten, qué les mueve para comportarse de forma antinatural con otras personas inteligentes que están desprotegidas porque son frágiles, inocentes; y lo son porque aún no han vivido lo suficiente para poder defenderse.
Debemos reconocer la calamidad social cuando hay menores que conviven con sus padres y madres a pesar de saberse no queridos y no pueden alzar la voz buscando ayuda en el resto de la familia. En otras ocasiones, el entorno familiar y vecinal no quiere ver y escuchar lo evidente y evitan la ayuda optando por pasar del apurado compromiso a la falsa espera de que “se arreglen entre ellos”.
Pero esta opción no es valiente y da lugar a desgracias como las que protagonizaron, a escasas semanas de cerrar el 2022, dos madres con sus hijos. Una de ellas acabó con la vida de sus hijas y se suicidó. Otra madre lo intentó, pero una llamada a su ex pareja pudo rescatar a sus dos hijos con vida; ella tendrá que asumir su delito y espero que conteste a las preguntas que les planteen sus hijos. Ellos tienen derecho a saber…
Algunos de esos niños han llegado a la edad adulta como Miguel Ángel Oeste, escritor, guionista, crítico y realizador cinematográfico, autor de una novela familiar “Vengo del miedo” marcada por la figura de su padre.
Valientes, generosos, curiosos, alegres, llenos de vida. Los niños y niñas colman los hogares de juegos y risas; también de lloros y enfados porque forman parte de la vida familiar. Sin duda hay problemas en las familias, desavenencias y quebraderos económicos que se deben resolver sin romper la esencia de la infancia porque es vital hacerlo si pretendemos mantener una sociedad compuesta por individuos sanos física, emocional y mentalmente. Por eso, reivindico una mayor formación en valores, mayor respeto a la integridad del menor y no exponer los detalles del ámbito íntimo familiar al dominio público.
Reivindico una mayor formación en valores, mayor respeto a la integridad del menor y no exponer los detalles del ámbito íntimo familiar al dominio público.
“De lo que no digas serás el amo, y de lo que digas esclavo” me gusta esta frase. Es importante recordar el valor de la palabra dada, preservar un comentario que se hizo con la condición de que no se compartiera. Este compromiso leal tiene que ser renovado y sobre todo transmitido a los menores que se ven expuestos en redes sociales incluso antes de nacer cuando sus progenitores se empeñan en acumular seguidores en las redes sociales utilizando cualquier pretexto para “actualizar su estado”. Se fomenta una infancia hiperagendizada desde el momento en que los adultos tienen noticia del embarazo sin pensar en las consecuencias.
Volviendo al comienzo de este texto donde trato de visualizar la necesidad urgente de cuidar a las personas menores de nuestra sociedad, debo reconocer que he esperado hasta hoy para entregarlo porque yo también estoy pendiente de cómo se desarrolla el fenómeno de “inercia mundial“ que no deja de escuchar y reproducir un tema musical donde su palabra roza la línea irrespetuosa y del mal gusto pero con el cálculo de no traspasar el límite que garantiza su explotación. Y es que ante los sinsabores del desamor y bajo la capa de la creatividad nacía este 12 de enero un producto definido como tema musical en el que una madre-cantante arremete contra el padre de sus dos hijos y su actual pareja sentimental. Estoy segura de que esos dos niños tendrán muchas preguntas y espero que reciban las respuestas necesarias para seguir creciendo y desarrollándose con amor y respeto.
Yo, de momento, me quedo con una frase que este sábado 14 de enero lanzaba el comunicador Boris Izaguirre en Onda Cero: “El dinero que ha ganado Shakira garantiza un buen terapeuta para sus hijos”.
No olvidemos que la vida es lo que sucede cuando sucede y para lo que necesitemos que suceda sin juzgar, sin desdoblar la realidad. Y por pedir que no quede: sin dolor, tristeza y rabia para quienes viven en esa hermosa etapa que es la niñez. Ya lo dijo Joan Manuel Serrat en su tema “Esos Locos Bajitos”.
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