Ni en tiempo estival el pueblo ha podido escapar de medidas y anuncios legislativos que una y otra vez patalean la vida, la familia y por tanto, el amor. Cansada de tanta mala noticia, me quise venir arriba leyendo noticias buenas. Así que en un golpe de originalidad busqué «amor» en Google a ver qué historia me podía encontrar. Válgame. Las primeras noticias etiquetadas con amor son tan variadas como horrorosas: desde las cornamentas del papel cuché, pasando por el reportaje de un libro que trata sobre el deseo y el erotismo entre hombres maduros; hasta las aplicaciones móviles de moda sobre la adicción de gamificar en el amor o esa que te muestra las localidades españolas con más infidelidad. Total, que amor lo que se dice amor, poquito casi ná.
¿Pero qué pasa en nuestra sociedad con el amor? Cada vez se celebran menos matrimonios y la tendencia es a la baja según los datos del INE. Exceptuando el año 2020, en el que hubo una caída desde las poco más de 160 mil uniones de 2019 hasta los unos 90 mil en el año del confinamiento, el 2021 se saldó con casi 143 mil matrimonios y apenas 5 mil uniones. Ese mismo año hubo casi 87 mil divorcios, de los que en torno a 1.700 fueron de personas del mismo sexo. Sí, ellos y ellas prometieron amarse y respetarse todos los días de su vida. Si al final será verdad que se nos rompió el amor de tanto usarlo, como decía la Chipionera más grande en su canción homónima.
El problema de base es que nos han querido liar con los términos. Decían amor cuando querían decir sexo, deseo y placer sin que ello tuviera que estar ligado al compromiso ni al esfuerzo. Porque amar en la salud y en la adversidad requiere de un profundo ejercicio de fuerza de voluntad. De levantarte todos los días dispuesto a querer querer, valga la redundancia. De ser capaz de encontrar en el amor generoso la entrega del otro, sin dobleces y con la constante presencia del agradecimiento, el respeto y el perdón. Cuando uno de estos tres pilares falla, el compromiso de amar se desvanece y ya vemos que el contexto social que vivimos poco ayuda a reparar lo dañado, o cuidar lo viejo. La cultura del estreno y si no me sirve o gusta, tíralo darling impera. Qué pena.
Decían amor cuando querían decir sexo, deseo y placer sin que ello tuviera que estar ligado al compromiso ni al esfuerzo. Porque amar en la salud y en la adversidad requiere de un profundo ejercicio de fuerza de voluntad.
Lo realmente preocupante de todo este riego por goteo que comenzó hace más de 50 años con la revolución sexual y que sigue creciendo hasta donde estamos ahora, es la decadencia del amor. Hoy vivimos un momento de la historia en el cual las leyes que tocan a la familia, los niños, las mujeres, los bebés y la presunción de inocencia está construyendo, lejos del amor, un imaginario social sustentado en una masa enardecida y enfrentada en la que impera “si no estás conmigo, estás contra mí” (como averigüen el origen de esta frase, les explota la cabeza; Mt 12, 30). Así que no solo se nos está quedando un mundo precioso, sino que el venidero no resulta más bueno porque estamos olvidando lo más importante: el amor y lo que de él nace. La primera y más importante institución, la familia.
Vendría muy bien recordar y asumir que no somos perfectos y aun así amados a pesar de los pesares. Decía Mariolina Ceriotti en su acertado libro «La Pareja Imperfecta» que en toda relación incluso más en los momentos difíciles del matrimonio, que están o vendrán, debemos recordar esa “experiencia especial” en el que sentimos al otro como único, porque esa esencia no cambia, siempre está pero se olvida con el paso del tiempo y las circunstancias familiares, personales, profesionales y sociales que vivimos.
«Debemos recordar esa “experiencia especial” en el que sentimos al otro como único, porque esa esencia no cambia.» – Mariolina Ceriotti
Menos mal que la llegada de septiembre anuncia la inminente despedida del verano y, ¿por qué no decirlo?, sus líos que no amores; para dar paso al otoño. La época más romántica del año. Esa que a pesar de la muda de los árboles, éstos mantienen firmes sus raíces temporada tras temporada como el buen amor, el de verdad. Y es que una, ante todo pronóstico, es una romántica empedernida. Pero romántica de las de época. El romanticismo me evoca a aquel caminante inmortalizado por Fiedrich en una cima y rodeado de nubes. Si soy sincera, siempre pensé que ese hombre parecía vestir muy elegante y poco apropiado para hacer senderismo. Que su pelo al viento si acaso refería el agotamiento de seguir las normas sociales que no iban con él. Que cuanto más elevado, más libre. Que uno nunca, a pesar de andar solo, asciende sin ayuda; y que cuando uno quiere elevarse para entender y ver con claridad se encuentra que cuanto más alto, más nubes y obstáculos a la vista. Solo queda mirar adentro y encontrar ese amor que somos capaces de albergar y entregar, aunque duela.
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