“Entro en la tienda y enseguida se acerca una persona a darme la bienvenida. Dice que su nombre es Mónica y que para ella es un gusto atenderme. Pero no son sus palabras lo que me convencen sino más bien su sonrisa. Parece que estuviera feliz de verme”. Esto me lo contaba Carmen, compañera de Facultad. Pero seguía: “Todo el tiempo Mónica se portó de maravilla conmigo. Me atendió con gran amabilidad y sin dejar un momento de sonreír. Hizo tan agradable mi experiencia que termine llevándome más prendas de las que tenía pensadas”. Esto lo valoramos todos, vayamos a comprar ropa, zapatos o a tomar un café. Cuando pregunto, si allí dan clases de amabilidad y de cómo sonreír, siempre me responden que eso sale de dentro y que depende de la persona.
Según el Neuromarketing, el uso de sonrisas genuinas, aumentan su atractivo; produciendo una satisfacción mayor para el consumidor y obteniendo una evaluación positiva. En otras palabras, más sonrisas, más ventas. ¿Por qué? La razón es bien sencilla. Todos valoramos una sonrisa natural, porque sonreír cuesta poco y vale mucho. Contemplar una cara sonriente viene a ser como la expresión del ser bien recibido, traduce una bienvenida, es signo de buena acogida.
El sonreír no solo cambia la expresión de la cara, sino que también conlleva, al igual que sucede con el ejercicio físico, el que nuestro cerebro produzca endorfinas, sustancias capaces de reducir el dolor físico o emocional y de provocar una sensación de bienestar. Por eso cuando, por ejemplo, se tiene depresión cuesta tanto sonreír. En las personas, refleja placer o entretenimiento, pero que en ocasiones supone la expresión involuntaria de ansiedad o de algunas otras emociones como la ira o la ironía.
No recuerdo quién fue (me parece que Aristóteles), que definió la persona como el único animal capaz de reír, o también como el animal que ríe. Me gusta la frase de Charles Chaplin decía que “un día sin sonrisas es un día perdido”. Por favor no pierdas un solo día más en tu vida y sonríe a las personas que tienes alrededor. Todos necesitamos tener a nuestro lado caras sonrientes. En la familia, en el trabajo, con los amigos, por la calle, al saludar o al pedir un café. Con una sonrisa todos se hace más fácil. Te sugiero que cada día de vez en cuando te preguntes: ¿A quién he sonreído? y ¿Ayudo a los demás a que sonrían? Recuerda que sonreír es gratis y abre muchas puertas. A veces el mejor regalo es una sonrisa.
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