Tengo que decir que empiezo estas líneas con una denuncia, no entiendo, y me duele, que mis hijas, e hijos también, tengan que estar oyendo un mensaje que yo, hace muchos años ya, nunca escuché. No es que no hubiera discriminación, en aquella época es cierto que una chica rubia y con cara de niña se veía a veces como “una niña”, sin embargo siempre tuve la experiencia de que el trabajo bien hecho “siempre” se reconocía y ese cliché dejaba de existir automáticamente. Con lo cual…¿para qué hacer un drama?
Aunque hay distintas versiones del origen del cuento de la Cenicienta, la más difundida es el cuento de Charles Perrault y el posterior de los hermanos Grimm. Su moraleja, según internet, queda clara, y eso era la finalidad de estos cuentos, una moraleja para educar:
¿Qué transmite el cuento de la Cenicienta? La moraleja de Cenicienta es bastante clara: la verdadera belleza es la que nace de la bondad y la generosidad de nuestro corazón. Sé siempre gentil, sobre todo con los que no lo son contigo. Estas son las personas que más amor necesitan.
Una de mis hijas me contaba con tristeza el otro día que se habían cargado la historia de Cenicienta, de ser una historia donde primaba el amor, la sencillez, la humildad y la bondad, ha sido convertida en una lucha desorbitada por los derechos de la mujer, así que ayer decidí verla para opinar….
Y aquí estoy opinando después de haberla visto “completa”, porque la verdad es que hay que tener ganas de terminarla por la historia tan distorsionada que se han inventado. Otra vez el nefasto mensaje de la lucha de la mujer por unos derechos que le son vetados. ¡Pero dónde habrá visto su ideólogo y productor James Corden esta situación para tener que trasladarla a los niños!
El cine se puede usar para muchas cosas, como entretenimiento, para educar, para informar, para desprestigiar, y en este caso tengo que decir que los hombres quedan muy mal parados. Pero a esto hay que añadir el planteamiento de situaciones de la edad de piedra, la magnificación del valor de los deseos, de lo que apetece por encima de la responsabilidad y el sacrifico, la ausencia del amor (especialmente en el lado femenino) y el egocentrismo. Es un “yo, mí, me, conmigo”.
La temática no es solo que las mujeres reivindiquen algo que en la sociedad ya tenemos todas, sino que cambia los papeles y la demandada igualdad se convierte en desigualdad para el otro sexo: “si hay que elegir, me elijo a mí”.
La única solución a ese extraño amor pasa porque Ella (nombre de Cenicienta) haga lo que desea, sin estar dispuesta a dar nada, y amando al príncipe solo mientras él la siga y deje todo por ella, incluso sus obligaciones, quedando como irresponsable, sin trabajo, cuya pretensión es viajar junto a ella sin ningún tipo de compromiso.
“Yo no me caso contigo aunque te quiera porque lo que importa es vivir mis sueños”. Conclusión: yo soy lo primero. Me quiero a mí, y cuando se me pase el arroz, me quejaré y me arrepentiré…indudablemente. ¿Por qué digo esto?Según una encuesta del INE del año 2018, el 21% de las españolas no ha tenido los hijos que le hubiera gustado tener. Actualmente tenemos además junto con Italia, la menor tasa de natalidad en 1,2 hijos. Se ha dejado pasar a los hijos de largo y ahora plantean a los que han nacido, que hay que dejar pasar el “amor” también.
“No busques qué dar, date a tí mismo”. San Agustín
Otra de las nuevas ideas que han introducido es la transformación del típico enfrentamiento femenino y rivalidad entre mujeres, en la lucha de sexos. La misma madrastra de Cenicienta nos cuenta su desventurada historia como pianista que le hizo perder a su marido y amenaza a Cenicienta con: “imagina que le presentas esta bazofia a tu marido, ¿En cuánto tiempo crees que te abandonaría?”.
Que pena que hayan destrozado el “felices para siempre” transformándolo en un sueño económico de protagonismo y egoísmo, que elude cualquier compromiso, tanto matrimonial como de responsabilidad con lo que toca vivir a veces, y del que al final de la vida solo queda soledad. Cuando la vida se enfoca en “vivir el momento “, mensaje con el que concluyen, queda poco para el final. El amor es realmente lo único que da fuerzas, y que permanece y da esperanza si se le cuida. Amar verdaderamente al prójimo en la entrega de uno mismo refuerza la autoestima, nos decía Monseñor Munilla en el Congreso de Educadores Católicos que organiza la UFV. Cuando amamos es cuando descubrimos la vocación para la que hemos nacido: para amar. Somos fruto del amor y hemos sido creados para ello. Es cierto que hay que quererse, en un sentido sano, sin narcisismo, para poder amar, reconocer nuestro valor y dignidad con sensatez, pero la verdadera realización siempre está en “dar”.
Es curioso que lo que precisamente destaca Wikipedia como bueno: la verdadera belleza es la que nace de la bondad y la generosidad de nuestro corazón, pasa de ser una cualidad muy femenina a ser masculina. La bondad y entrega por amor de la heroína de Perrault pasa ahora a hacer al príncipe el héroe como si fuera una debilidad, y Cenicienta se convierte así en un personaje egoísta. El cambio de papeles no hace más que bajar del podio a la protagonista y si antes era de los dos, uno por héroe que la salva y otra por bondadosa ahora se ensalza el egoísmo como modelo.
Mal vamos si queremos enseñar eso a los jóvenes, han convertido lo que podía haber sido una película simpática, en un adoctrinamiento de algo que no es real, y con la educación no se juega.
“El amor vence siempre”, como dice Juan Pablo II, especialmente cuando no nos ponemos los primeros.
NOTA: Del hada madrina mejor ni hablamos porque el esperpento en que han convertido el personaje es para llorar. De la película solo se salvan los ratones.
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