Estamos agotados de esta pandemia. Algunos hemos perdido a seres queridos, otros, además, han perdido todo o casi todo por lo que han trabajado en la vida.
Fatiga y miedo se han instalado en una sociedad que ya boquea como un pez tirado en la arena. Hemos llorado, rezado, aplaudido, hemos aprendido a hacer pan y hemos recorrido todo el catálogo de películas online, nos hemos conformado con video llamadas y nos hemos ajustado el cinturón como nunca antes. Hay días tremendos, de una tristeza plomiza, porque no vemos el final de este túnel, o si lo vislumbramos, tememos que absolutamente nada quede en pie tal cual era antes. Por eso decidí escribir este artículo. Porque una noche después de mucho llorar, llegué a la conclusión de que era mejor seguir que rendirse, aferrarme a mi pluma, que es siempre mi tabla de salvación, y anotar todo lo que mi corazón diese de sí.
No pensaba publicarlo, la verdad, pero una vez escrito me di cuenta de que un texto así es como una mano tendida. Y eso es justo lo que a todos nos hace falta ahora. Así que aquí tenéis, mi reflexión y nueve puntos en los que he creído poder condensar “eso” que ha hecho la diferencia cada vez que me he derrumbado en la vida, sobre todo ahora.
Marzo 2021
Si lo pensamos, de los momentos más dolorosos suele surgir una renovación, algo mejor que, aunque en ese momento sea difícil o imposible de apreciar, con tiempo y perspectiva tomará forma.
Vivir implica atravesar el dolor y no podemos evitarlo ni evitárselo a nuestros hijos, por mucho que tratemos de protegerlos. Entre otras cosas porque en esta existencia tenemos que aprender a convivir, con todo lo que nuestras diferencias implican. Amamos y perdemos a los seres amados, saboreamos instantes de triunfo, pero también de fracaso. El que piense lo contrario dificulta su propio camino. Asumir que, en la vida, como en la naturaleza, hay estaciones y ciclos que se repiten, girando sin parar hasta que llega la muerte física, es una ayuda para encontrar un centro desde el que contemplar los cambios con serenidad.
Ahí van nueve enseñanzas que estos ciclos me han legado. Son pequeñas herramientas fáciles de anotar, pero no tan fáciles de aplicar…que comparto con vosotros, con la esperanza de que también os sean de utilidad.
- Perdona y perdónate. El perdón es la fuerza más liberadora que existe. Vivimos con culpa por errores del pasado y culpamos a otros por heridas que no sanan. Perdonar es utilizar la vía del amor para romper esos lazos y esas memorias que nos lastran. Perdonar es limpiarnos de toxicidad y de peso para poder levantar el vuelo. Perdonar es olvidar, cortar, sanar, poner luz donde había oscuridad, y estar preparados para un comienzo nuevo.
- Ánclate en el presente, es lo único que tienes. La angustia se alimenta de recuerdos, de autocompasión y de miedos sobre lo que podría suceder. Agradece todo lo que has vivido, también a los maestros que a través del dolor te han enseñado a ser mejor, pero cierra la puerta al sufrimiento del pasado. Respira y ánclate AHORA. Si comes, come, si lees, lee, y en todos los casos, respira conscientemente, aquí y ahora.
- Asume la responsabilidad de cómo te sientes. Está comprobado que la felicidad no depende tanto de lo que nos pasa sino de cómo lo interpretamos. Nuestros pensamientos y reflexiones acerca de la realidad nos llevan a un determinado “sentir” y ese bucle se retroalimenta. Aprender a “pensar bien” es la clave para darnos cuenta de que cada día interpretamos los acontecimientos a nuestra manera y esto nos puede reportar felicidad o una gran dosis de frustración y tristeza. ¿Por qué cargar con la negatividad de otros, con sus críticas o insultos, si podemos elegir dejarlos allí donde surgieron y seguir nuestro camino, libres de daño? El dolor es inevitable, como una punzada, algo orgánico y profundo, pero el sufrimiento es optativo, una vez superado el duelo, el primer impacto, es preciso responsabilizarse de nuestro pensar y de nuestro sentir. Ser dueños de nuestra mente es tarea titánica, pero no imposible.
Asumir que, en la vida, como en la naturaleza, hay estaciones y ciclos que se repiten, girando sin parar hasta que llega la muerte física, es una ayuda para encontrar un centro desde el que contemplar los cambios con serenidad.
- Da las gracias. Sí, esta reflexión es muy manida, lo sé, pero un instante para meditar sobre todo lo bueno que la vida te da cada día y lo afortunado que eres por cosas tan sencillas como saborear un café, sentir una caricia, recibir una sonrisa o respirar, ayuda a seguir. Ayuda mucho. Mi hijo y yo lo hacemos a diario antes de dormir. Repasamos lo bueno del día y también jugamos a darle la vuelta a lo “malo” para encontrar la perla escondida, la enseñanza oculta de ese acontecimiento. Antes llevábamos un diario, lo tengo guardado y es uno de mis tesoros más preciados.
- No te rindas ante las negativas. Esta es una de las grandes enseñanzas que la vida me ha dado. Puertas cerradas, silencios, cero contestaciones, incluso malos modos. Hay personas que siempre te bloquearán la entrada porque ven en ti un competidor, una amenaza. Esas personas son infelices, pequeñas y mezquinas. Tienen una visión del mundo en la que no hay lugar para todos y no existe la unión que hace la fuerza. Tienes que impedir que te afecte, seguir adelante y hacer tu trabajo tan bien que llegará un día en que simplemente esas puertas hayan dejado de importarte.
Repasamos lo bueno del día y también jugamos a darle la vuelta a lo “malo” para encontrar la perla escondida, la enseñanza oculta de ese acontecimiento
- Sueña grande. Desde luego. De niña leía Julio Verne, mi padre me contaba sus historias. Siempre supe, secretamente, que todo lo que se puede soñar, o escribir, que para mí es lo mismo, puede hacerse realidad.
- Trabaja, trabaja y trabaja. Las personas que conozco con éxito en la vida pueden parecer ociosas a estas alturas, o quizá en la foto de aquella fiesta celebrando un premio, pero detrás de todo el escaparate llevan una trayectoria de trabajo brutal. No nos engañemos, no hay atajos que valgan.
- Arriésgate. No es un consejo conservador, lo sé, pero siempre que me he dejado guiar por la inspiración (que según dicen está regida por nuestro niño interior) las cosas han rodado. Pensamos demasiado, las experiencias del pasado nos condicionan, las opiniones de los otros nos frenan, lo que podemos perder (hoy día cada vez menos) nos asusta. En los tiempos que corren no arriesgarse es sinónimo de fracaso.
- Elige a las personas de tu entorno con sumo cuidado. Aléjate de las personas que no te valoran, de las que nunca tienen una palabra de ánimo, de las que te usan de basurero emocional o de las que se quedan mudas cuando estás radiante. Aléjate de las personas negativas y que literalmente drenan tu energía. Claro está, que es complicado salir de relaciones de años que se han ido deteriorando hasta ser puramente tóxicas, pero de nuevo voy a tirar de sabiduría popular y “más vale solo que mal acompañado”. Se puede. No permitas que la soledad te lleve entrar o permanecer en una relación tóxica. La pareja y los amigos son la sal de la vida.
En definitiva, no te rindas. Sigue, levántate otra vez, sécate los ojos y respira. Volverás a caer, sí, pero cada vez lo harás con más arte y, con suerte, podrás ayudar a otros en ese arte. Lo que viene luego es un misterio, pero aquí estamos para aprender, para darnos la mano y recordarnos con amor los unos a los otros, cuáles son los éxitos de todos los fracasos.
Y como dijo un tal Thomas Edison: “cuando hayas agotado todas las posibilidades, recuerda esto: No las has agotado”.
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