Estos días hay revuelo con los Premios princesa de Asturias, como todos los años, que si infanta está más alta, que si La Reina lleva un vestido que ya ha lucido en otros actos…y los premiados.
Aquí solo voy a hablar de uno de ellos, el de Humanidades y Comunicación.
Que Gloria Steinem haya defendido los derechos de la mujer está bien, si lo miramos desde lejos y pon encima, pero no importa solo el fin, sino los medios utilizados y la forma de hacerlo. Sin embargo, cuando profundizamos un poco más en este fin, nos damos cuenta de el fin no está claramente definido, hay un abanico de posibilidades en la forma de defender los derechos de la mujer. Por cierto, derechos que en occidente ya tenemos desde hace tiempo pero que con este premio parece que volvemos no tener. Es especialmente en África y en otras culturas y religiones donde siguen sin existir.
Pero volvamos al fin, si el fin es conseguir el reconocimiento de los derechos de la mujer ante la ley ya que hombres y mujeres tenemos la misma dignidad humana, está genial. Pero si el objetivo es hablar de igualdad porque el aborto nos hace más iguales, cosa que es mentira, porque el ”cuerpo de la mujer” está sometido a la dictadura del hombre, porque la autoritarismo comienza con el dominio del cuerpo de las mujeres, ya estamos hablando de otra cosa. El mensaje es otro y la forma en que se concreta ese objetivo es otra.
Esta última afirmación de Ms Steinem en los medios de comunicación es bastante triste, triste porque esto es un argumento feminista ya muy pasado de moda, triste porque mis hijos tienen que oír barbaridades que yo no oí, y siempre me he sentido libre, muy libre, y triste porque se ha premiado a una señora que desune, en lugar de unir y cuyo argumento no es humanista. Que una madre mate a su hijo en su vientre, es lo menos humano que hay. Lo humano sería que Ms Steinem se dedicara a apoyar y a defender a todas esas mujeres que lo están pasando mal porque están solas y las han abandonado, que no tienen medios para sacar a su hijo adelante, en fin, las que están entre la espada y la pared y en riesgo de exclusión social por su situación. Eso si es humanidad.
Además, tanto reivindicar el cuerpo de las mujeres no es otra cosa que disociar cuerpo y alma, como si fueran algo separado, a lo que cualquier humanista que se precie pondrá reparos.
Que se otorgue el premio a las artes a una conocida defensora del aborto no tiene más importancia, puesto que lo que se premia es su faceta artística y no sus convicciones personales, pero que se de este premio alardea de que abortar es un motivo de celebración y liberación, es incongruente. Poco ha trabajado con mujeres que han abortado con todo su dolor, será una huida hacia adelante para no reflexionar. Porque el sufrimiento no se celebra.
Aquí no hay bien común, ni objetivos loables, ni premios loables. Hay renuncia a la grandeza, a soñar y pensar en grande, por el sometimiento a lo políticamente correcto.
Un objetivo que defiende y celebra, no solo hacer daño al hijo, sino que daña y deja marcado el interior de la mujer para siempre, como lo están diciendo últimamente varias actrices conocidas, no es loable, casi diría maquiavélico. No tendrán tu cuerpo, pero el nuevo autoritarismo, disfrazado de falsa libertad, dejará dañada el alma de la mujer. Y esto no es igualdad.
Lo que más me apena es que la infanta, una chica joven y en formación, con la esperanza y sueños de la juventud, haya tenido que entregar a una mujer que va en contra de “las mujeres” un premio, y encima en el nombre de las humanidades, una comunicadora más de las que se han dejado llevar por sus emociones y pensamientos en lugar de ahondar en la verdad.
Poco futuro tendrá el mundo con referentes de humanidades como este.
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