Cuando debido a su pobreza, algunos reprocharon a Tales de Mileto (630-545 a. C.) que la filosofía era inútil, se propuso demostarles lo equivocados que estaban. Por el estudio de los astros supo que iba a haber una gran producción de olivas y depositó fianzas por todas las prensas de aceite. Cuando llegó el momento en que mucha gente las pedía porque estaban en necesidad, Tales las alquiló al precio que quiso y ganó mucho dinero. Les demostró así que para los filósofos, enriquecerse era fácil, pero que no era eso lo que a ellos les interesaba. Él les demostró cuán importante es la sabiduría práctica en la vida. Es de imaginar que calló las bocas de todos sus críticos.
¿Qué es sabiduría?
La sabiduría es el conocimiento adquirido a través de la experiencia, la reflexión y la educación, que permite comprender la verdad fundamental sobre las cosas y aplicar ese conocimiento de manera efectiva en la vida cotidiana. También puede incluir la capacidad de discernir lo correcto de lo incorrecto, así como la habilidad de actuar de manera prudente y juiciosa. La sabiduría es una cualidad valorada en muchas culturas y tradiciones.
Hay que tener en cuenta sin embargo, que una persona puede estudiar durante años y, sin embargo, no tener sabiduría, ya que no dispone de la capacidad de aplicar los conocimientos que adquirió. Y es que una cosa es tener conocimiento y otra sabiduría práctica, incluso aunque se haya tenido lo que se suele llamar una «educación superior». Como escribió Aldous Huxley (1894-1963), “Desgraciadamente, la educación superior no garantiza necesariamente una virtud superior o una superior sabiduría política”. También Albert Einstein (1879-1955), «La sabiduría no es producto de los estudios, sino de un intento de por vida por adquirirla».
Por otro lado, una persona puede alcanzar sabiduría a partir de la observación o de pruebas de ensayo/error. Y es que la sabiduría no se logra en un abrir y cerrar de ojos. Se adquiere por la experiencia, por la constante reflexión. Saber ponderar para obtener así un cuadro amplio de lo que esté en juego. Ese es el verdadero desafío para todos nosotros. Por ejemplo, no vale aquello de “mi patria, tenga razón o no“, sino desarrollar la habilidad o la sensibilidad necesarias como para identificar el bien o el mal, la verdad o la falsedad, allí donde estén. De ahí que Michel de Montaigne (1533-1593) dijera que “aunque podamos ser eruditos por el saber de otro, sólo podemos ser sabios por nuestra propia sabiduría”.
A veces la sabiduría se adquiere también por los reveses que trae la vida, por el dolor. Como dijera Sócrates (469 a. C.-399 a. C.), “para desembarcar en la isla de la sabiduría hay que navegar en un océano de aflicciones”. Por ejemplo, muchos de los más sabios políticos, teólogos o filósofos que se han conocido en el siglo XX surgieron después de los terribles sufrimientos que vieron y padecieron durante la II Guerra Mundial, mostrando así una vez más que a menudo la mejor filosofía surge de los más terribles sufrimientos. Fiódor Dostoyevski (1821-1881), escritor ruso considerado uno de los más grandes escritores de Occidente y de la literatura universal lo expresó también muy bien cuando escribió, «el verdadero dolor, el que nos hace sufrir profundamente, hace a veces serio y constante hasta al hombre irreflexivo; incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes después de un gran dolor».
La filosofía y la sabiduría están estrechamente relacionas. Como dice Manuel García Morente (1886-1942), profesor y filósofo español traductor de las principales obras de Inmanuel Kant y Edmund Husserl, «la palabra ‘filosofía’ está formada por las palabras griegas philo y sophia, que significan «amor a la sabiduría». Filósofo es el amante de la sabiduría». Y es que en los tiempos en que vivimos se hace absolutamente imprescindible «hilar fino» y hacer que nuestras decisiones sean lo más sabias posible, incluso por nuestra propia supervivencia como humanidad. Por ejemplo, en una conferencia que intentaba hacer reflexionar a los políticos de su día sobre el riesgo de una guerra nuclear, Beltrand Russell dijo,
«Tenemos ante nosotros, si queremos, un progreso continuo en felicidad, conocimiento y sabiduría. ¿Elegiremos en cambio la muerte, porque no podemos olvidar nuestras disputas? Hacemos un llamamiento como seres humanos a seres humanos: recordar vuestra humanidad, y olvidar el resto». – Manifiesto Russell-Einstein, 9 de julio de 1955.
Eso hace recordar también las palabras de Henry David Thoreau (1817-1862), quien declaró sobre el papel del verdadero filósofo,
“Ser un filósofo no es sólo tener pensamientos sutiles, ni siquiera fundar una escuela, sino amar la sabiduría y vivir de acuerdo con sus dictados una vida de sencillez, independencia, magnanimidad y confianza. Es resolver ciertos problemas de la vida, no sólo en la teoría, sino en la práctica”.
La sabiduría en la tradición bíblica
En las Escrituras se hace patente cuánto se valora a sabiduría. Por ejemplo, cuando Salomón hijo del rey David de Israel ascendió al trono, Dios le dijo que podía pedirle lo que quisiera. Era una oportunidad de oro para pedirle por ejemplo grandes riquezas o bienes materiales. Pero Salomón dijo: «Señor y Dios… te pido sabiduría y conocimiento para gobernar a este gran pueblo tuyo; de lo contrario, ¿quién podrá gobernarlo?». La respuesta que recibió fue:
«Al Señor le agradó que Salomón pidiera sabiduría. Así que le respondió:
— Como pediste sabiduría para gobernar a mi pueblo con justicia y no has pedido una larga vida, ni riqueza, ni la muerte de tus enemigos, ¡te concederé lo que me has pedido! Te daré un corazón sabio y comprensivo, como nadie nunca ha tenido ni jamás tendrá. Además, te daré lo que no me pediste: riquezas y fama. Ningún otro rey del mundo se comparará a ti por el resto de tu vida».- 1 Reyes 3, NTV.
La sabiduría de Salomón llegó a ser muy conocida, sobre todo desde que tuvo lugar una audiencia con dos mujeres:
«Dos prostitutas fueron a ver al rey para resolver un asunto. Una de ellas comenzó a rogarle: «Ay, mi señor, esta mujer y yo vivimos en la misma casa. Ella estaba conmigo en la casa cuando yo di a luz a mi bebé. Tres días después, ella también tuvo un bebé. Estábamos las dos solas y no había nadie más en la casa.
«Ahora bien, su bebé murió durante la noche porque ella se acostó encima de él. Luego ella se levantó a la medianoche y sacó a mi hijo de mi lado mientras yo dormía; puso a su hijo muerto en mis brazos y se llevó al mío a dormir con ella. A la mañana siguiente, cuando quise amamantar a mi hijo, ¡el bebé estaba muerto! Pero cuando lo observé más de cerca, a la luz del día, me di cuenta de que no era mi hijo».
Entonces la otra mujer interrumpió:
—Claro que era tu hijo, y el niño que está vivo es el mío.
—¡No!—dijo la mujer que habló primero—, el niño que está vivo es el mío y el que está muerto es el tuyo. Así discutían sin parar delante del rey.
Entonces el rey dijo: «Aclaremos los hechos. Las dos afirman que el niño que está vivo es suyo, y cada una dice que el que está muerto pertenece a la otra. Muy bien, tráiganme una espada». Así que le trajeron una espada.
Luego dijo: «¡Partan al niño que está vivo en dos, y denle la mitad del niño a una y la otra mitad a la otra!».
Entonces la verdadera madre del niño, la que lo amaba mucho, gritó: «¡Oh no, mi señor! ¡Denle el niño a ella, pero, por favor, no lo maten!».
En cambio, la otra mujer dijo: «Me parece bien, así no será ni tuyo ni mío; ¡divídanlo entre las dos!».
Entonces el rey dijo: «No maten al niño; dénselo a la mujer que desea que viva, ¡porque ella es la madre!».
– 1 Reyes 3, NVT.
De ahí proviene la expresión «solución salomónica», la misma que con toda sabiduría han aplicado con éxito jueces sabios de todos los tiempos.
La importancia que las Escrituras dan a la sabiduría puede verse en los siguientes pasajes:
«Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría». – Salmos 90:12, LBLA.
«Trata de ser sabio y actúa con inteligencia. Pide entendimiento y busca la sabiduría como si buscaras plata o un tesoro escondido». – Proverbios 2:2-4, TLA.
«Educa al sabio, y aumentará su sabiduría; enséñale algo al justo, y aumentará su saber.Todo el que quiera ser sabio que comience por obedecer a Dios; conocer al Dios santo es dar muestras de inteligencia». – Proverbios 9:9, 10, Traducción al lenguaje actual (TLA).
«Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios, llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien». – Santiago 3:27, DHH.
«La sabiduría se acredita por sus propios resultados». – Jesús de Nazaret, Mt.11:19, BLP.
«Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia. Porque ella es de más provecho que la plata y rinde más ganancias que el oro. Es más valiosa que las piedras preciosas: ¡ni lo más deseable se le puede comparar!» – Proverbios 3:13-15, NVI.
Tomás de Aquino (1224-1274), también mostró un gran interés en conseguir sabiduría cuando escribió,
«De todas las actividades abiertas a los hombres, la búsqueda de la sabiduría es más perfecta, más sublime, más rentable y más llena de alegría».
En sus Meditaciones el emperador «filósofo» Marco Aurelio (121-180 AD) muestra sabiduría práctica en sus escritos basada en la experiencia y la observación personal. Fue un hombre profundamente reflexivo que intentó plasmar lo que significa vivir una vida buena y de provecho. Su pensamiento, sigue siendo actual en muchos aspectos, tanto como es el caso de muchos otros clásicos, y que siempre sorprenden por su actualidad. Muchas de sus «meditaciones» calan por su sentido común y brillo certero.
Otro caso interesante es el de Arthur Schopenhauer (1788-1860), que a pesar de todo ese pesimismo recalcitrante por el que se le conoce, y a pesar de que esta existencia oscila, según él, entre el dolor y el aburrimiento, Schopenhauer tuvo a la vez siempre el deseo de hacer que el paso por esta triste existencia fuera lo menos traumática y dolorosa posible. De ahí sus escritos relacionados con la prudencia y la sabiduría al vivir (por ejemplo sus Aforismos sobre el arte de vivir), con reglas de conducta y de vida que ayuden a evitar las penas y los golpes del destino.
Frances Kathleen Oldham Kelsey
El siguiente ejemplo muestra cuán vital puede ser la sabiduría cuando está en juego el bienestar físico y emocional de las personas. Es el caso de la Dra. Frances Kathleen Oldham Kelsey (1914). A pesar de la enorme presión que recibió por parte de los laboratorios, y mientras trabajaba en la FDA (Food and Drug Administration), la Dra. Kelsey rehusó conceder el visto bueno a la píldora tranquilizante Talidomida para su uso en los Estados Unidos.
Su decisión resultó ser providencial y acertada cuando se comprobó que hubo más de 10.000 niños afectados en 46 países europeos y africanos que nacieron con deformidades. Una secuela terrible que causó un enorme sufrimiento a miles de personas en todo el mundo. Sin embargo, su negativa salvó a miles de niños en los Estados Unidos de nacer con malformaciones físicas.
Ya en 1942, y buscando alguna clase de cura para la Malaria, Kelsey se dio cuenta en sus investigaciones que los efectos de algunas drogas traspasaban la placenta de las mujeres embarazadas y dañaban al feto. En el caso de la Talidomida esto hacía que los niños nacieran sin brazos y sin piernas.
Kelsey también ayudó a instituir leyes que impusieron un control más estricto en el uso público de los medicamentos. También logró que se exigiera además obtener un consentimiento informado de los pacientes que participaban en pruebas clínicas y que las reacciones adversas se comunicaran a la FDA.
Su profesionalidad y actitud responsable al exigir más investigación en el uso de la Talidomina hizo que se convirtiera en una heroína nacional en su país. Fue la primera mujer en recibir de manos del presidente John F. Kennedy, el premio President’s Award for Distinguished Federal Civilian Service. En el año 2005, la FDA todavía honró más a la doctora Kelsey al crear el premio Dr. Frances O. Kelsey Drug Safety Excellence Award, y que se concede a todos aquellos cuya labor resulte en algún logro en este importante aspecto del reglamento de fármacos. La Dra. Kelsey se jubiló a los noventa años de edad en el año 2005 y después de 45 años de servicio.
El caso de los llamados «niños talidomida» sacudió profundamente a la opinión pública mundial por sus horribles efectos, y puso de relieve los riesgos existentes al usar medicamentos sin analizarlos suficientemente y de modo responsable en seres humanos.
Recuerdan aquellas bellas palabras del sabio Salomón:
«Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia. Porque ella es de más provecho que la plata y rinde más ganancias que el oro. Es más valiosa que las piedras preciosas: ¡ni lo más deseable se le puede comparar!» – Proverbios 3:13-15, NVI.
De modo que familiarizarse con las obras de hombres y mujeres sabios de todos los tiempos, puede ayudar a imitar su sabiduría y sus virtudes.
El principio de la sabiduría
Se ha dicho que Dios es como «un pozo sin fondo de conocimiento y sabiduría». La creación existente, por ejemplo, lo muestra de mil y una maneras pues está llena de infinidad de variedad, belleza y misterio. También ha mostrado sabiduría el modo en que ha concedido libertad al hombre. Comentando este aspecto importante de la sabiduría de Dios, el ensayista británico C. S. Lewis (1898-1963), escribe:
“Dios se ha puesto a sí mismo, como norma, no alterar el carácter de las personas contra su voluntad… En ese sentido, en realidad Él ha restringido su poder… Prefiere un mundo con seres libres, con todos sus riesgos, y no un lugar donde las personas actúen como máquinas por carecer de otra alternativa. Mientras más claramente imaginemos un mundo con seres perfectos y automáticos, mayor será la comprensión de la sabiduría divina“. – C. S. Lewis, “Dios en el banquillo“.
Algo que es de suma importancia, según las Escrituras, que muestra la mayor sabiduría por parte del ser humano es el respeto a Dios. Como dice Proverbios 1:7,
«Todo el que quiera ser sabio debe empezar por obedecer a Dios. Pero la gente ignorante no quiere ser corregida ni llegar a ser sabia».– Proverbios 1:7, Traducción en Lenguaje Actual (TLA).
Eso significa vivir una vida limpia y digna de ser vivida ante la conciencia de uno y a los ojos de Dios. Todos tenemos una conciencia que nos ayuda a intuir lo que es bueno y lo que no. También leer las Escrituras puede ser una excelente aproximación para conocer el modo en que Él ve las cosas, ya que a través de ellas se muestran sus mandamientos y el modo en que trató con otras personas en el pasado. Los dichos y las obras de Cristo Jesús según se muestran en los Evangelios, pueden ser una verdadera luz como estímulo para buenas obras y afianzar esperanza. Por eso, quienes se dejan influenciar por la sabiduría divina muestran lo mejor de ellos. Como dice Santiago 3:17 (Dios habla Hoy, DHH),
«Los que tienen la sabiduría que viene de Dios, llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien».
De ahí la importancia de que nuestra oración diaria sea la misma que expresó el salmista,
«Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”. – Salmos 90:12, LBLA.
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