En esta fotografía de noviembre de 1965 en Saint Louis, Missouri, Estados Unidos, puede verse a una mujer con un vestido amarillo que usa un paraguas para mantenerse seca. Su autor, Bruce Dale, la hizo para la National Geographic. Lo que puede observarse en la imagen más que ninguna otra cosa, no es el estatus económico, ni la posición social, ni una belleza superlativa sino algo que habla por sí solo y que llena de luz la instantánea: la elegancia y la sencillez.
Y es que como dijo Honoré de Balzac (1799-1850), dramaturgo y novelista francés:
«El bruto se cubre, el rico se adorna, el fatuo se disfraza, el elegante se viste.»
Esa es la razón por la que personalmente no cambiaría el estilo elegante y sencillo que se aprecia en la fotografía por el que puede verse en muchos lugares hoy día, donde a menudo impera la dictadura de los piercings y tatuajes de lo más variopinto. Pero prescindiendo de mi gusto personal, es el Diccionario de la Real Academia Española el que define «elegante» como:
- «Que tiene distinción o gracia, resulta de buen gusto o destaca por su sencillez» (un traje elegante), y
- «Que lleva vestidos bien hechos y armónicamente combinados y que actúa y habla con naturalidad y distinción» (una persona elegante).
Dicen que en este siglo XXI, en cuestión de moda está ya todo dicho e inventado. Que la moda de hace algún tiempo vuelve y se repite una y otra vez cada dos o cinco años. Pero prescindiendo de los vaivenes de la moda, hay algo que también puede observarse desde un punto de vista sociológico en el caso de mucha gente, y es que la forma de vestir habla muy elocuentemente de su estado anímico y psicológico. Porque tanto en el caso de la persona individual como en el de las sociedades, lo que se sea por dentro se muestra también en el exterior.
Aunque todos tenemos la libertad de vestir según nuestro gusto y forma de ser, naturalmente no siempre vestimos igual. Y es que las circunstancias, los eventos o las estaciones del año hace que nuestra indumentaria cambie necesariamente. Sin embargo, habría que preguntar cómo condiciona la libertad individual la presión que imponen las grandes marcas a través de los medios de comunicación, o cómo son determinantes también las presiones ideológicas impuestas por la sociedad a la hora de homogeneizar la forma de vestir de muchas personas.
Las circunstancias o estado anímico de muchas personas condicionan también la forma en que a menudo se arreglan. Porque no es lo mismo alguien con un trabajo estable y relativa paz mental que alguien que siente que su vida no merece mucho la pena por no poder cubrir sus propias necesidades básicas ni las de su familia. Sin embargo, y sin necesidad de generalizar, habría que decir también que la moda es un indicador de los valores morales de buena parte de la sociedad, y hoy día parece que existe un denominador común en nuestra sociedad occidental que en buena medida denota una profunda insatisfacción y vacío existencial. Como ya percibió Henry David Thoreau (1817-1862) hace años, «casi todas las personas viven la vida en una silenciosa desesperación». O como lo expresó también el psicólogo norteamericano Rollo May (1909-1994), quien investigó sobre la desesperación, el suicidio y la ansiedad,
«El problema capital del hombre… es el vacío (‘emptiness’). El hombre no puede vivir largo tiempo en condiciones de vacío; si no se desarrolla en alguna dirección, no solamente se estanca, sino que sus potencialidades acumuladas se transforman en enfermedad y desesperación y, tal vez, hasta en actividades destructivas. El sentimiento de vacío… procede por lo general de que los hombres se sienten impotentes para hacer algo efectivo por su vida y por el mundo en que viven». – Rollo May, «Man’s search for himself» (1953).
En un entorno así muchos simplemente se «abandonan», «pasan de todo» y se suelen vestir o se arreglan de cualquier manera, como si ya nada importara, convirtiéndose en seres de dignidad mermada a menudo rayando en una fealdad creciente.
Elegancia y educación
Por otro lado hay que decir que para tener un porte elegante y digno no se necesita grandes cantidades de dinero. Hoy día, el mercado del vestir facilita la posibilidad de adquirir prendas actuales, elegantes y asequibles para todos los gustos. Por ejemplo, el escritor Stefan Zweig (1881-1942), escribió sobre el poeta Rainer María Rilke (1875-1926) quien no era precisamente hombre de mucho dinero,
«Su forma de andar y de hablar era indescriptiblemente silenciosa. Cuando entraba en una habitación donde estaba gente reunida, lo hacía con tanto sigilo que casi nadie se daba cuenta… Contaba las cosas con sencillez, como cuenta una madre un cuento a su hijo, y con el mismo cariño… La vulgaridad se le antojaba insoportable y, a pesar de vivir con estrecheces, su ropa era siempre el súmmum de la pulcritud, el aseo y el buen gusto…
«Siempre lucían libros en la pared, bellamente encuadernados o cuidadosamente forrados con papel, porque los amaba como a animales mudos… Cuando le prestaban un libro que no conocía, lo devolvía envuelto en papel de seda, sin una sola arruga y atado con cinta de color como un regalo suntuoso.» – Stefan Zweig (1881-1942), sobre Rainer María Rilke, «El mundo de Ayer. Memorias de un europeo».
De modo que «el saber estar», definido como «portarse adecuadamente en un determinado ambiente», siempre procederá de un interior que sea luminoso. Como hasta Jesús de Nazaret dijo, «la lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará lleno de luz» (Mat. 6:22, RVR1977). Y sin duda, uno de los aspectos que más ayudarán a vestir con elegancia y equilibrio es saber aceptarse y valorarse uno mismo como persona, disfrutar de paz interior y tener un propósito en la vida. Como dijo el prestigioso diseñador de moda francés Christian Dior (1905-1957).
«La elegancia no es una forma de vida, es un estilo. Elegancia es educación, es saber decir: con permiso, por favor y perdón. Porque podrás vestir bien, pero si no tienes educación, tu ropa solo será un disfraz. Elegancia es discreción, inteligencia, integridad, prudencia, pero sobre todo educación. La elegancia es un equilibrio entre sencillez, pulcritud, y distinción».
O como dice Enrique Rojas (1949), psiquiatra español,
“La felicidad consiste en tener un proyecto de vida coherente y atractivo, con cuatro grandes notas en su seno: amor, trabajo, cultura y amistad; ingredientes diversos pero que están unidos por una línea esencial: la ilusión. La felicidad consiste en ilusión”.
Y por supuesto no dejar de cultivarnos nunca, y aunque no tengamos mucho dinero. «Pobres pero dignos», dice el dicho. Como escribió Arthur Schopenhauer en sus “Aforismos sobre el arte de vivir”,
“La sensibilidad consiste en contemplar, pensar, sentir, escribir, pintar, esculpir, interpretar música, aprender, leer, meditar, filosofar, etc.… cuya decisiva presencia eleva al hombre por encima de todo lo demás”.
Si todos estos elementos forman parte de nuestra vida, sin duda lo que haya en nuestro interior se notará también en nuestro porte, en nuestra forma de vestir y en el modo educado y considerado con que tratamos a otros, porque normalmente la limpieza del alma se transmite también en actos considerados de educación, y en la limpieza y elegancia exterior. Es levantarse con fuerzas renovadas cuando uno se derrumba, es luchar con dignidad por lo bueno y lo recto, y es mirar al futuro con ilusión y esperanza. Como lo expresó Gabrielle Chanel, conocida como Coco Chanel (1883-1971), diseñadora de alta costura francesa,
«La elegancia es cuando el interior, es igual de hermoso al exterior. La elegancia no es prerrogativa de aquellos que han escapado de la adolescencia, sino de aquellos que ya han tomado posesión de su futuro».
O estas otras palabras de Audrey Hepburn (1929-1993) que también inspiran:
«La elegancia es la única belleza que nunca se desvanece. Una mujer puede ser bella e intelectual. Es esa maravillosa idea pasada de moda de que otros son lo primero y tú lo segundo. Esta fue toda la ética para la cual fui criada. Otros importan más que tú, así que no te preocupes, querida; manos a la obra».
Imagen de portada – La maleta extraviada
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