El pasado lunes, la plataforma ClosinGap presentó un informe sobre el Coste de Oportunidad de la Brecha en la Conciliación. Esta plataforma, que inició su andadura el 7 de septiembre de 2018, tiene como objetivo analizar el coste de oportunidad que tiene para la economía española la persistencia de desigualdades de género en ámbitos como la salud, la conciliación, las pensiones, la movilidad, el ocio, el consumo, el turismo, la digitalización, la educación y el empleo. Es decir, medir los efectos que estas brechas y las consecuencias que tienen en términos económicos y de pérdida de talento femenino, realizando estimaciones sobre cuanto dejaría de crecer nuestro país por no aprovechar todo el potencial de las mujeres.
La dedicación de la mujer a las tareas familiares
Según el informe, las mujeres dedican dos horas más al día a la familia (hijos y personas mayores) y al hogar, que los hombres. En dicho informe realizan un cálculo en base al cual los hombres dedicarían a las tareas del hogar 37,5 millones de horas al día, frente a 87 millones de horas, que dedicarían las mujeres.
De eliminarse esta desigualdad, las mujeres dispondrían, hablando en términos globales, de 49,5 millones de horas más cada día. Por tanto, según el Informe ejecutivo del estudio, único al que hemos podido acceder hasta ahora, el coste bruto de externalización de estos servicios, es decir, el valor de la brecha de género que supone que las mujeres dediquen más tiempo a estas tareas que los hombres, es superior a los 100.000 millones (que supondría un 8,9 del PIB del año 2017). De ellos, casi el 90% tiene que ver con tareas domésticas. Es decir, que sería lo ingresado por este concepto si se hubiera pagado por estos servicios. Puestos a cuantificar, no se ha realizado una estimación sobre la retribución del trabajo que dejan de realizar muchas mujeres con cualificación, y por tanto, retribuciones más altas, por dedicarse a sus hijos.
El informe sigue planteando suposiciones y realizando estimaciones de cálculos relativos al importe que la remuneración que este trabajo habría supuesto para las arcas del estado, en relación a la recaudación de impuestos y cotizaciones, y que ascenderían a una cantidad próxima a 39.659 millones de euros.
Si como dice la directora general de Comunicación y Presidencia de Repsol, Begoña Elice, su compañía entiende la flexibilidad y la conciliación como una “evolución en la forma de trabajar para adaptarnos al nuevo contexto social y económico, que facilita la movilidad, favorece la atracción y retención del talento, impacta en el clima laboral, en el orgullo de pertenencia y mejora de la productividad”, estarán trabajando en la línea correcta: los nuevos enfoques y uso de las herramientas que ofrecen las nuevas tecnologías.
Decisiones en cuanto a la elección de jornadas laborales
Sigue hablando de la realidad: las mujeres eligen mayoritariamente jornadas continuas o reducidas, siempre dirigidas a esta faceta de cuidadoras, pero continúa perdiéndose en estimaciones y porcentajes de lo que supuestamente hemos perdido en productividad.
Las diferencias planteadas en la elección de la jornada laboral vienen condicionadas sin duda por esa preocupación por el cuidado de los demás, pero de ahí a que este hecho tenga un impacto negativo sobre la economía y el mercado de trabajo, es una cuestión de pura demagogia.
Podemos establecer todos los escenarios posibles y cuantificarlos para relacionarlos con las posibles pérdidas de PIB, como se hace en el informe, aumentando las jornadas laborales de mujeres que habían decidido reducirlas o planteando varios supuestos, pero eso no nos dará la solución al problema, si es lo que pretende.
El informe deja patente que la organización del tiempo dedicado al trabajo y a las responsabilidades familiares y del hogar está descompensada por condición de género, cuya consecuencia lógica es la disminución en participación de la mujer en el mercado del trabajo, así como en los ingresos de la unidad familiar.
Hablar de esta forma nos lleva a plantearnos qué es lo ideal para la familia y cada uno de sus miembros. Si nos vamos al concepto de Estado de bienestar, difícil de definir si nos perdemos en cifras, podemos plantearnos si una sociedad madura es aquella en la que sus ciudadanos toman este tipo de decisiones libremente, la efectiva ayuda a la maternidad por el bien que en sí supone, no por su productividad, y en general, aquello que colabore a la felicidad, bien entendida, de sus miembros.
Premiar a la maternidad en lugar de castigarla
Es cierto que las mujeres perciben que tener hijos afecta más negativamente a su carrera laboral que a los hombres porque es una realidad, y esta elección suele tener consecuencias. Es debido a esta percepción que España tiene una pirámide poblacional invertida.
Sólo cuando la mujer deje de ser castigada por ser madre, y se establezcan verdaderas políticas de ayuda a la maternidad y no bajas paternales de cuatro meses, sino que desaparezca el coste de dedicarse temporalmente a un hijo (esto es una cuestión de biología), cambiará esa percepción.
Es ya una discriminación hablar de que esta elección, lógica, tenga consecuencias negativas en la economía.
La mujer es la que se queda embarazada, es su cuerpo el que se transforma, la que segrega las hormonas que garantizan la crianza del niño, por tanto hay causas biológicas que hacen pensar que estos meses de baja sea ella quien los solicite. Pero si añadimos, el importe al que ascienden muchos sueldos, en los casos sobretodo de trabajos no cualificados, es lógico pensar que no se pueda mantener a otra persona en casa realizando las tareas de cuidado de los hijos y el hogar, y por tanto renuncien al trabajo, puesto que el coste de oportunidad para contratar a una empleada del hogar (entre sueldo y cotizaciones) lo hace prohibitivo en muchos casos. No hay otra salida.
¿Qué hacemos con las largas jornadas laborales?
El informe hace referencia a los inconvenientes que plantean tanto las largas jornadas de trabajo, como el tiempo que se pierde con la jornada partida. Esto es realmente un hándicap no sólo para la mujer, sino para cualquier trabajador, puesto que una vez reconocido que este exceso no redunda en mayor productividad, se convierte en una tarea pendiente en la que otros países nos llevan ventaja.
Estas cuestiones nos deberían hacer pensar en lo que se está haciendo mal en España en relación a la gestión del tiempo o la jornada laboral, además de que este hecho, efectivamente influye en la conciliación familiar de cualquier tipo de trabajador, sea hombre o mujer.
Pero la estrategia de beneficio mutuo no está relacionada con quien opta por reducción de jornada o no. Lo ideal, si queremos hablar de Efectivas estrategias de beneficio mutuo (subtítulo del informe) es que empresa y familia vayan en la misma línea para aportar beneficio a la sociedad, y este beneficio no se puede definir exclusivamente en base a un crecimiento económico con cifras en aportaciones al PIB. Ni siquiera el beneficio de la empresa significa un beneficio de la economía en forma global. La familia aporta ciudadanos, y cuanto más estable y atendida esté, más estables y comprometidos serán esos ciudadanos.
Formación, ¡siempre!
Una de las últimas cuestiones que se plantean es la pérdida de talento, aun cuando en la mayoría de los casos esa renuncia es temporal. La valoración del gasto en formación universitaria de estas mujeres nunca podrá ser improductivo puesto que no podemos obviar el valor de mujeres con formación para educar en un mundo que plantea retos cada vez mayores en relación a la educación, la forma en que los individuos afrontarán los nuevos cambios, el uso de las nuevas tecnologías etc. colaborando así en ciudadanos con un mayor espíritu crítico, fundamental para avanzar.
¿Podemos cuantificar el beneficio de respirar aire puro en una montaña o de la brisa marina? ¿podemos cuantificar la satisfacción de una vista maravillosa o una charla con amigos?
La familia sigue siendo la base de la sociedad
Si algo quedó claro en el pasado congreso celebrado en Málaga hace unos día, “Trabajando en primer persona, de la experiencia a la excelencia”, organizado por este medio junto a la ESESA-IFM, la Diputación de Málaga y el Ayuntamiento de dicha ciudad, es que el papel de la familia sigue teniendo un peso fundamental e irremplazable en la formación de las personas.
Apoyar a la familia es ayudar a la conciliación.
En todo el Informe al que nos hemos referido en este artículo, no se ha realizado ninguna alusión al niño, objeto de cuidado y atenciones por esa madre que decide atenderle y no encargar a otra persona su atención. Es como si estuvieran hablando de cuidar ganado o lavar coches, cuando la importancia del bien objeto de esas supuestas renuncias, es un ser humano valioso, que contribuirá a la sociedad el día de mañana. Cuando se habla de personas, no todo es tan simple.
En palabras de Catherine L’Ecuyer, el niño sería un mero espectador pasivo. Catherine habla de la sensibilidad del cuidador como principal requisito para la educación y desarrollo del niño.
«Esta sensibilidad, aunque regalada por la naturaleza para que tengamos conciencia de nuestra responsabilidad como primeros educadores de nuestros hijos, se desarrolla a base de estar tiempo con ellos». Catherine L’Ecuyer
Catherine nos recuerda que la teoría del apego es una teoría respaldada por las evidencias y que fundamenta las políticas sociales y educativas en la gran mayoría de los países desarrollados.
Por tanto, siendo realistas, España no puede dar espalda a las evidencias: Solo con presencia y tiempo se puede educar y cuidar.
Para África Zanella, presidenta del Centro de Sostenibilidad y Economía de Género, y conferenciante para UNIDO, “la mujer tiene que tomar decisiones y además considerar cual es la mejor decisión no sólo para ella, sino también para su familia. Y esa responsabilidad, en lugar de ser un castigo, tendría que ser premiada. Los políticos y las leyes no tienen que ver a la mujer como a una víctima, sino como un recurso humano de enorme valor, porque tiene una función social”.
Avanzamos si protegemos la maternidad
Si en lugar de perder tiempo y dinero en cuantificar posibles productividades, se pudiera cuantificar el verdadero valor que la mujer aporta, en todos los sentidos, a la sociedad, no estaríamos perdiendo el tiempo dando palos de ciego, ni tendríamos la responsabilidad de haber influido, como se está haciendo, en la conciencia de muchas mujeres a la hora de tomar decisiones. Porque es una realidad que “si no trabajas, no existes”.
Y, desde luego, no tendríamos la pirámide poblacional invertida.
Una sociedad en la que tiene valor solo aquello que es cuantificablemente productivo, que elimina aquello que no se puede medir, o no se intenta medir, es cuanto menos, cuestionable. Pero la aportación real de la mujer se puede medir, solo hay que hacerlo.
Hablar de que la mujer es productiva en términos de su aportación al PIB es eliminar el gran valor y trabajo que han desarrollado muchas mujeres a lo largo de la historia.
Actualmente la mujer no tiene los apoyos institucionalmente adecuados para desarrollar su labor como madre y como profesional, con lo cual la llamada conciliación sigue siendo un reto. Por otro lado, el niño sigue sin ser el «menor» objeto de cuidado ya que se le priva de las garantías del acompañamiento que su desarrollo necesita.
Si queremos potenciar el talento femenino, no castiguemos a la mujer durante los años de maternidad, ni fomentemos la renuncia a ella. Al final es la sociedad en su conjunto la que sufre esta pérdida y precisamente no sólo en términos económicos.
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