Iniciamos los meses de verano. Meses eminentemente de descanso. Pero no podemos programar unas vacaciones “a lo loco”, como queriendo dar descanso también a lo esencial. Todo no está CERRADO POR VACACIONES. El matrimonio o la familia “no cierra por vacaciones”: la familia comienza en este mes un trabajo más intenso. Hay más tiempo para estar juntos, para el diálogo y la diversión en familia: esposos, padres e hijos, hermanos y hermanas que fortalecen los vínculos de la sangre con la fuerza del “estar-juntos” alegre y cordialmente. ¿Qué vamos a hacer de nuestro tiempo? ¿Nos seguirá poseyendo o seremos capaces de programar el tiempo libre para ser más personas y mejores cristianos? He aquí una receta para unas vacaciones “inteligentemente” cristianas.
- Levántate un poco más tarde, porque te acostarás un poco más tarde y colabora en las tareas de casa. El descanso templa los nervios. Pero el excesivo descanso amodorra. Todos tenemos una cuota de sueño que si la sobrepasamos caemos en la pereza. Es un tiempo para que toda la familia se “pringue” un poquito más en las cosas de casa. Si todos servimos podemos prescindir “del servicio habitual”, que con frecuencia recae en la esposa o la madre. Hay que evitar el “escaqueo” en casa.
- Ayuda a poner la mesa y “come más tranquilo”: comamos juntos, dialogando, con sobremesa. Sin prisas y sin quitar el plato antes de haber terminado ni estar pendiente de la TV que se ha instalado no sólo en el salón sino también en la cocina; nunca mejor dicho: “está hasta en la sopa… en verano hasta en el gazpacho”. ¡Que bonito es un desayuno de matrimonio! ¡Que provechoso es un master chef de los que no saben cocinar pero que pueden lavar los platos!
- Lee algo… no sólo el WhatsApp o las redes sociales, sino un buen libro. Todos podemos leer. Aunque hayamos perdido el hábito… Y comenta lo que lees. ¡Que útil es leer como familia un libro y comentarlo! Y, “échale un poco de humor a la cosa”: la risa alegra el corazón y evita las caras de vinagre… El humor sano y discreto es una medicina para la depresión, que se vende sin receta.
- Pasea… sin prisas, sin medir el tiempo… El paseo en pareja, en familia, con amigos… sirve para el encuentro y el diálogo. Sin tener que gastar excesivamente. Gustando de lo gratuito del coloquio y la hermosura de un paisaje: contemplar el mar es un privilegio para nosotros. Disfruta del atardecer… para que el calor solo se respire en la conversación amistosa.
- Haz la visita pendiente. La que llevas tiempo “queriendo hacer pero que no hay tiempo”. Es, quizás, la visita algo “molesta” porque no es agradable… porque supone un poco de aguante a quien charla mucho porque está más solo y nos repite siempre la misma historia, que ya sabemos. Es la visita que nos convierte en “buen samaritano” de la soledad.
- Haz planes concretos de matrimonio, familia y amigos: lo que no se programa difícilmente sale. Hay que programar con realismo: lo que está al alcance de nuestras posibilidades. Pero a veces una buena programación hace que las cosas sean más baratas y salgan mejor. Quien no programa se aburre y, quien se aburre, se abona al mal humor. Hay que programar con tu pareja, con tu familia y hacer sugerencias de encuentro con los amigos.
- Viaja, si puedes. No se trata de un “viaje de ensueño…”, que provocar temblor en la cartera; sino del viaje posible en matrimonio, y quizás en coche familiar: se trata de salir un poco del ambiente de monotonía y recrear un clima de encuentro y diálogo. Si haces algo de turismo cultural, procura enseñar a los niños y jóvenes las profundas raíces cristianas de nuestra cultura: una catedral, un cuadro de la Virgen, una ermita, nos hablan de Dios y la naturaleza es un reflejo de su hermosura.
- No lo gastes todo… ¿vas a compartir algo de la “extra” con el necesitado? No todo está cerrado por vacaciones. Hay quien trabaja, y aún más hay quien porque no trabaja no puede estar de vacaciones. Es un tiempo, pues, para la solidaridad cristiana: un poco de menos gasto para compartircon el pobre y necesitado, es un estilo de vacaciones que se impone a cualquier cristiano. Saber disfrutar desde la austeridad es un don de Dios. Recuerda los momentos de más estrechez y goza ahora de lo poco o mucho que tienes.
- “Evitemos las aglomeraciones familiares”: Es importante que dediquéis tiempo a los hijos… y a los nietos. Pero las vacaciones familiares son antes que nada… “tiempo de matrimonio”; si no salvamos esto, el “tiempo de familia” es más pobre y tenso. “Cuando el matrimonio marcha… la familia, a pesar de los problemas, corre”. Los matrimonios jóvenes no colguéis los hijos a los abuelos, aunque sí es inteligente reclamarlos para estar solos. Abuelos, disfrutemos de los hijos y los nietos… pero reservando tiempo exclusivo para la pareja.
- “Dios no cierra por vacaciones”: el vela nuestro descanso y quiere compartir nuestro ocio. Le encanta madrugar para vernos despertar; goza trasnochando para compartir nuestra tertulia; disfruta compartiendo nuestra mesa y hablarnos enseñando como hizo en Betania con Lázaro y María y puede hasta echar una mano en los platos, como hizo con la atareada Marta.
Y cada domingo, nos espera vestido de fiesta para ser Él quien nos invita a la mesa de la Eucaristía. El ofrecimiento del día, la oración sencilla, la visita al Santísimo -antes del tinto de verano- la Eucaristía más frecuente… y la lectura espiritual son pautas adecuadas para “un verano como Dios manda”.
No hay vacaciones para el amor y la amistad. No hay vacaciones para la fe y la esperanza. No hay vacaciones para la relación de cada cristiano con su Padre Dios. Sí hay, con frecuencia, muchos hombres que cuando Dios llama a su puerta pone el cartel de “Cerrado por vacaciones”. Lamentablemente perdemos la ocasión maravillosa de “irnos de vacaciones con Dios”; incluso de iniciar un hermoso viaje por la vida con el mejor de los guías: Jesucristo, el Señor.
Disfruta de las vacaciones… y procura “no darle las vacaciones a nadie”.
Para la reflexión:
- ¿Cuáles son mis planes para estas vacaciones?
– No caigamos en la queja de decir que no tenemos: ¡hagamos planes, aunque sea sin salir de casa! Es un recomendación sana para despejar la mente. Romper la monotonía del tiempo, aunque sea programando las tardes, es saludable.
- ¿Con quién voy a compartirlas?
– Matrimonio: ¿Tengo algún plan consensuado, que favorezca la intimidad del matrimonio?
– Familia: ¿Es posible programar un tiempo en familia con los hijos? ¿Es conveniente programar también un tiempo generoso de atención a los más mayores?
– Amigos: ¿Me intereso en momentos de encuentro con los amigos, favoreciendo el diálogo y gozando de la gratuidad del simple encuentro?
- ¿Qué actitudes debo promover en mí para no dar las vacaciones a nadie?
– ¿Qué me pido a mí, conociendo mi carácter?
– ¿Qué le pido al otro/otra para favorecer unas vacaciones felices y provechosas?
- ¿Quiero ir de vacaciones con Dios? No es un compañero molesto, si le dedico:
– Todos los días, cinco minutos Dios (leer el evangelio del día, p. e.).
– Cada semana, disfrutar de la Eucaristía del domingo, reservando un tiempo de oración.
– En los dos meses, una buena lectura espiritual, de un “libro que no se tiene de pie”.
– Y cada segundo, disfrutar de la su presencia y compañía: es un amigo amable, que brinda conmigo; un compañero de viaje que no molesta; un confidente que espera mi conversación.
– Incluso puedo sorprenderlo un día cualquiera, participando en la invitación de la Eucaristía.
Felices vacaciones, aunque a lo mejor “no puedas salir de casa…”
«Santa María de la Visitación, Señora del descanso, ruega por nosotros». Amén.
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