La Guardia Civil ha detenido al que se hace llamar “el Melillero”, un hombre de 26 años que supuestamente roció con ácido a su exnovia y a una amiga de ésta, el pasado 12 de enero en Cártama. Sandra tiene quemado el 45% de su cuerpo y aún está grave. “El Melillero” tiene antecedentes y una orden de alejamiento de otra mujer.
Cuando leí esta noticia me asaltaron varias preguntas, la primera si la víctima sabía del pasado de este hombre cuando se embarcó en una relación con él, la segunda, en qué momento decidió alejarse provocando semejante venganza.
Desde tiempos inmemoriales el prototipo de chico malo, rebelde, suele triunfar más entre las jóvenes que el tipo estudioso poco proclive a las emociones fuertes o a saltarse las normas. Podemos observarlo en la literatura y en las películas en las que la protagonista, con suerte, vuelve con quien la quiere bien, después de haber sido arrastrada por doquier a manos del cretino de turno.
Mucha gente está tratando de cambiar las cosas, los estereotipos, el papel de las mujeres en las historias que los jóvenes consumen, al efecto de eliminar un machismo encubierto que refleja a las chicas hipersexualizadas y las somete a la presión de salir adelante simultáneamente en el ámbito laboral, en el doméstico y como objeto de admiración y complacencia del hombre.
Digamos que hemos pasado de la dicotomía mujer prístina, maternal/Mujer fatal, malvada, al estrés de cumplir con los requisitos físicos y de eficacia de un robot multifunción.
En todo caso las estadísticas son escalofriantes. Lo que comienza con un cortejo y un despliegue de encanto por parte del maltratador, se va tornando en cambios de humor inexplicables, ausencias, control y dependencia emocional. En definitiva, el espejismo se deshace y se pueden percibir las primeras señales de alarma, que son las más importantes, ya que dan la pauta para huir lo más lejos posible de esa trampa.
Estos signos pueden ser contestaciones airadas sin motivo aparente (que la víctima atribuye a un comportamiento suyo y suele tratar de enmendar), descalificaciones dichas entre dientes, bromas hirientes, ridiculizaciones en público y un aislamiento sistemático.
Mucha gente está tratando de cambiar las cosas, los estereotipos, el papel de las mujeres en las historias que los jóvenes consumen, al efecto de eliminar un machismo encubierto que refleja a las chicas hipersexualizadas.
Manteniendo oculta la identidad de las personas implicadas, he de admitir que yo he sido testigo de frases como las siguientes (dedicadas por el miembro masculino de una pareja a su mujer):
“El vestido no es feo, pero a ti no te favorece porque tienes el trasero caído”, “a tu edad es mejor maquillarse”, “cállate que de esto no sabes nada”, “¿Esas sombrillas no te recuerdan a tu pelo?” “Tengo que trabajar y la familia se queda en Madrid. Sólo me faltaba ir con la casa a cuestas, como una tortuga”, “Pues no haberte casado conmigo”.
En definitiva, frases que, de no causar efecto inmediato, quedan resonando en la cabeza de la víctima como mantras destructivos, horadando su autoestima
No olvidemos que estas muestras suelen ir acompañadas de un control que va in crescendo. Horarios, compañías y mensajes, son elementos que el maltratador va marcando mientras se dedica a tejer un muro invisible entre la víctima y el resto del mundo al objeto de tenerla a su completa merced.
Ante estos primeros signos hay mujeres que se van, no consienten ese maltrato que, aunque aún no es físico, es psicológico y supone la antesala del infierno.
Sin embargo, otras no lo tienen tan fácil. Han caído en la dependencia y justifican cada desmán, e incluso cuando no lo justifican, dudan de que sea fruto de su comportamiento, presente o pasado, y se culpan o creen que protegen a sus hijos de un futuro incierto, de un destino peor que el de convivir con ese hombre.
Someterse como manera de sobrevivir, es una estrategia que los psicólogos llaman indefensión aprendida. La mente y el espíritu de la víctima están ya tan doblegados que no ve otra opción salvo hacerse fuerte en una trinchera, dentro de esa cárcel de maltrato habitual en la que algunas mujeres permanecen años o toda una vida.
Os recomiendo que busquéis el cortometraje “El Orden de las cosas” (dirigido por los hermanos Pastor). Es de fácil acceso en internet y describe magistralmente la indefensión aprendida, entre otros efectos de una convivencia marcada por el maltrato.
Sobre este tipo de hombre, hay que decir que tiene un radar desarrollado para detectar a las mujeres con déficits emocionales. Ese vacío, esa carencia afectiva de una mujer concreta, brilla para él como un reclamo de neón, destacándola entre las demás, entre las menos proclives a caer en una relación tóxica.
En algunas ocasiones, como remarcan los especialistas, ambos miembros de la pareja vienen de relaciones anteriores tintadas de violencia de género, de forma que siguen girando en la misma rueda. Algunas mujeres han denunciado a parejas anteriores, se han alejado de ellos y a pesar de todo se convierten en víctimas de nuevos agresores.
Son modalidades relacionales que hay que analizar, romper, cambiar.
La denuncia y la solicitud de ayuda por parte de especialistas es esencial. Saber que hay una lucha para la que la mujer tendrá ayuda, aunque el proceso en sí sea doloroso.
La colaboración del entorno de la víctima es igualmente importante. Percibir señales, comenzando por entender como un grito de ayuda, el aislamiento y el silencio al que muchas de estas mujeres están sometidas y se someten por miedo y vergüenza.
Animar a que denuncien, a que pidan protección cuando aparecen las primeras las señales de violencia psicológica o acoso.
Poner en relieve que su deterioro físico y psicológico que suele otorgarles aspecto de “desequilibradas” frente al encantador violento, es comprensible y cualquier profesional es capaz de desenmascarar la realidad.
Y finalmente (aunque este tema requeriría una tesis), como padres, como educadores, desde casa y desde el colegio, debemos destruir los estereotipos de inequidad ya que estas situaciones tienen su raíz no sólo en comportamientos individuales sino en el pulso de una sociedad.
NOTA:
* El 016 es el teléfono de atención a las víctimas, gratuito y no deja huella en su factura.
El correo es 016-online@igualdad.gob.es
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