Existen momentos en la vida laboral en los que podemos sentirnos sin retos profesionales, haber entrado en una espiral de conformismo laboral, quejas y mediocridad que hagan mella en la motivación y expectativas de futuro. También puede ser que nos encontremos desanimados debido a un clima tóxico en el lugar de trabajo como pueden ser los murmullos de pasillo, secretismos o miradas esquivas. Por otro lado, podemos experimentar la desesperante sensación de tener un jefe poco eficaz o ausente, malas condiciones laborales o tener que hacer el trabajo de otros sin obtener reconocimiento alguno.
Según una encuesta realizada por Gallup, el 85% de los mil millones de empleados a tiempo completo del mundo no están contentos en el trabajo. No todos podemos hacer como Elon Musk, CEO de Tesla: «Levántate y márchate de una reunión apenas te resulte obvio que no estás generando valor añadido», ya que, no solo nos marcharíamos de la reunión sino también nos invitarían a irnos de la empresa.
Otro estudio, en este caso de la aseguradora de salud Cigna sobre el impacto global del coronavirus, afirma que tres de cada cuatro españoles reconocen ser incapaces de desconectar del trabajo y casi la mitad de ellos (el 45 %) sufren estrés laboral. Si ese estrés se hace crónico, puede dar lugar al «burnout» o síndrome del trabajador quemado, una condición reconocida por la OMS desde 2019.
Hay quien puede permitirse abandonar un puesto de trabajo que no le motiva o que no le resulte agradable, pero la mayoría de las personas necesitamos ese sueldo para llegar a fin de mes. El trabajo es una de las ocupaciones en las que el hombre invierte más tiempo, pero también es una actividad, en la cual podemos realizar un quehacer significativo donde logremos afianzar nuestra identidad. Es uno de los espacios de nuestra vida para el desarrollo existencial.
Desde la teoría Frankliana se define al hombre como un buscador de sentido; por tanto, es esperable y natural que el hombre se pregunte por el sentido del trabajo que realiza.
El énfasis en el sentido deriva de los conceptos del psiquiatra austriaco Viktor Frankl, creador de la logoterapia (del griego logos/sentido) que está considerada la tercera escuela vienesa de psicoterapia. A diferencia de la escuela Freudiana, que enfatiza el principio del placer, y de la escuela Adleriana, que destaca la voluntad de poder, la logoterapia pone el acento en la búsqueda de sentido.
Para encontrarlo hay una serie de principios fundamentales que Pattakos, a su vez, extrae de Frankl:
- La libertad de elegir nuestra actitud ante lo que nos sucede. Es el momento de ser conscientes de que no queremos el trabajo que tenemos, pero mientras la situación continúe, nosotros elegimos cómo nos va a afectar.
- Dotar a nuestra voluntad de sentido. Es una oportunidad para que el hombre pueda elegir qué quiere hacer y en el hacer “hacerse a sí mismo”. Tal vez, no quiero ser teleoperadora, pero es mi medio para pagarme un máster de comunicación corporativa y poder acceder a puestos en Departamentos de Comunicación de empresas líderes.
- Comprometernos con nuestros valores. No podemos tolerar que un ambiente laboral tóxico nos contamine. Debemos llevar nuestro propio clima y tratar de blindarnos. En estos momentos, podemos poner a prueba nuestra jerarquía de valores en muchas de las decisiones que tomamos y en las tareas diarias que realizamos: responsabilidad, compromiso, lealtad, perdón, generosidad, solidaridad entre otros, etc.
- Toda acción contiene la semilla del sentido. Es una buena ocasión para dar algo de nosotros mismos al mundo, de realizar valores de creación de manera altruista. Los valores de creación dejan siempre al mundo que nos toca vivir mejor de lo que estaba.
- Para encontrar el sentido es necesario que desaparezca el victimismo. La queja es improductiva, debemos cambiarla por una reclamación productiva para hacernos cargo de la situación e intentar solucionarla de la mejor manera posible.
- Observarse desde la distancia y con sentido del humor. Es posible que nosotros seamos el compañero tóxico de otro, pero tampoco hay que agobiarse. Seguramente no seamos tan importantes. Si vemos cosas que podemos cambiar ya hemos avanzado mucho.
- No se puede mirar el mundo afectados por nuestras circunstancias, ya que tendríamos una visión miope de la realidad y nuestras sensaciones podrían estar fundamentadas en una percepción o en información errónea.
- Trasladar el centro de atención hacia los aspectos positivos. Debemos valorar que tenemos trabajo y que todos los puestos tienen aspectos buenos y malos.
- Retarnos a superar nuestros límites y hacer una aportación al mundo.
El trabajo es una oportunidad para encontrar sentido a nuestra vida, como dice Álex Pattakos: «En nuestro empleo, todos podemos elegir entre buscarle activamente sentido a nuestro trabajo o verlo como algo exterior a la vida ¨real¨. Si escogemos lo segundo, nos arrebatamos a nosotros mismos una parte enorme de la experiencia vital. Y aunque pensemos que odiamos nuestro trabajo, si nos detenemos lo suficiente para conectar, por dentro y por fuera, con nuestra más amplia relación con el sentido, recibiremos recompensas”
San Juan Pablo II en una de las visitas a España dijo: «El desafío que plantea hoy el trabajo humano no es sólo su organización externa, para que sea ejercido en condiciones verdaderamente humanas, sino sobre todo su transformación interior, para que sea realizado como una tarea diaria, con plenitud de sentido, esto es, de acuerdo con su significado último dentro del plan divino de salvación del hombre y del universo». Transformar internamente nuestra actitud hacia el trabajo, a la luz de su significado trascendente, que le otorgue un sentido pleno, día a día, ese es el verdadero desafío.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: