Hoy es 31 de diciembre, y para los que tenemos la suerte de creer en los Reyes Magos, celebramos además, que estamos en el ecuador de las Navidades. Todavía tenemos días para poder desear Feliz Navidad y seguir celebrando el nacimiento del niño Jesús.
El deseo de un año mejor, de viajes, de experiencias, en resumen, de sueños que se cumplan y que presuponemos nos traerán la felicidad, son las fórmulas más repetidas estos días.
Estuve buscando otras palabras con las que felicitar esta nueva entrada de año, pero realmente no encontré ninguna que pudiera sustituirlas sin desvirtuar el verdadero sentido de lo que se quiere desear, porque lo más preciado para el hombre, para todos los hombres, es la búsqueda de la felicidad. Y lo que nos diferencia, sin duda, es la forma de buscarla, de ahí que algunos la encuentren, otros estén en el camino de encontrarla, otros sueñen con que lo han hecho sin conseguirlo, y otros nunca la encontrarán.
La Navidad es una oportunidad de volver a lo mejor de nosotros mismos. Este parón obligatorio en el año puede ser una buena ayuda para reflexionar, sobre todo si intentamos buscar un poco de silencio entre tanta fiesta y celebración, porque el único camino para encontrar la felicidad está dentro de nosotros, en nuestras ganas de vivir y dar sentido a lo que hacemos, lo que buscamos, e incluso a lo que nos toca vivir y no hemos buscado.
La mujer que trabaja en casa desde hace unos meses, es de Honduras, me explicaba hace un rato que ella celebraba la noche de hoy yendo a la Iglesia con su abuela. Escribían en un papel las acciones de este año que no habían sido todo lo buenas que deberían y lo quemaban en una hoguera, de esta reflexión, salía todo lo que querían que fuera diferente el próximo año. Me pareció muy bonito… y sobre todo útil.
Hacer reflexión del año, de los pasos caminados, de nuestras acciones, será la mejor forma de avanzar, de recuperar nuestros sueños y la búsqueda de una vida plena, que nada tiene que ver con la de participar en la carrera egoísta y superficial a la que nos empuja la sociedad.
Detenernos, parar, pensar y recobrar la ilusión de mejorar, retomar proyectos, intentar cambiar todo aquello que está en nuestra mano y podemos hacer, es la verdadera ilusión y felicidad. Lo demás será humo.
Hace unos días leía Reiníciate, de Antonio Fornés, lectura que recomiendo para empezar un año nuevo. Entre muchas cosas dice:
“Si el primer paso hacia la felicidad es el de tomar al asalto la libertad, el segundo es el de la entrega gratuita y total, esto es, el amor. Nada hay más trascendente en la vida humana”.
El autor nos recuerda, junto con la trascendencia de la vida, la importancia primordial que ocupa el amor.
Sin duda se refería al “AMOR”, con mayúsculas. El amor verdadero del que se hacía distinción en “La princesa prometida”… y más en serio, del que Dios nos regaló al darnos la vida, al enviar a su Hijo para que sufriera como nosotros, y al ofrecernos la salvación, lo que celebramos sin ser muy conscientes, estos días.
Volviendo a la libertad, Viktor Frankl es uno de los personajes que más claramente nos han demostrado el valor de la libertad, sobre todo de la libertad interior y de la dignidad humana indestructible. En el silencio de este parón, recuperemos le esperanza y el entusiasmo de la verdadera libertad, de no hacer lo que todos, que, junto con una buena dosis de espíritu crítico, nos ayudará a disfrutar de la verdadera y trascendente dignidad que nos hace únicos en el universo.
En contra del amor con toques de egocentrismo y vanidad, que tanto está de moda, el filósofo alemán Robert Spaemann, nos argumentaba como la base para un vida lograda y por tanto, entendemos que feliz, tiene la única receta del amor benevolente y acompañado de actitudes éticas fundamentales como son el respeto, el trato cuidadoso y algo tan valioso como es el perdón. Pongámoslo en práctica este año y veremos cual será nuestro balance el año próximo 2019 que comienza en unas horas.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: