Hay recursos para resolver la incomodidad de un silencio sostenido, fundamentales para salir del paso en las más variadas situaciones de la vida social. Es mi caso, por ejemplo, cuando no puedo escaparme de un interminable banquete de bodas, sobre todo si me veo sentado entre desconocidos. Utilizo clásicos como <<hay que ver lo guapa que está la novia>>, sea esta tan bella que corte el hipo o tan fea que incluso disfrazada con velos, rasos y tules no haya manera de disimularla; también uso el <<¿vienes invitado por parte del novio o de la novia?>>, como si el dato me importara; <<pero qué bonito está decorado el salón>>, miento cuando los objetos que visten las mesas parecen alquilados en un chino; <<¡qué suerte han tenido con el día elegido!>>, digo por decir, pues podemos encontrarnos en mitad de un febrero en el que la cellisca amenaza con que tengamos que pasar allí la noche, aislados por el temporal de nieve. Solo hay una pregunta que me tengo vetada: <<¿sabéis a dónde se van de luna de miel?>>, por enlazar con el terrible monólogo de cualquiera de los ocupantes de la mesa acerca de su experiencia en un hotel caribeño de pulsera, de esos del todo incluido.
Renglón aparte merece del comensal que tienen la osadía de lanzar el soplo: <<me he enterado del hotel donde van a pasar esta primera noche>>, con la sonrisa bobalicona de quien lleva una exclusiva escondida en la manga.
El <<¿estudias o trabajas?>> se ha quedado obsoleto, a pesar de que haya gente que nunca deje la mesa y el flexo, aferrada a una oposición. Qué no decir del abismo que acarrea preguntar <<¿te estás leyendo algún libro?>>. Por eso, a día de hoy, recomiendo como táctica que no falla invocar la baraja de series de televisión. No las patrias manufacturadas por los canales de licencia gubernamental, sino aquellas que nos ofrecen las plataformas de pago. Basta lanzar la inquisitoria: <<¿quién de la mesa ve alguna serie?>>, para que los comensales se quiten la palabra. Lo asombroso no es, por regla general, que todos ellos dediquen parte de su tiempo a seguir seriales televisivos, sino que reconozcan en público darse verdaderos atracones de una retahíla de títulos, hasta el punto de mostrarse como adictos necesitados de un tratamiento de choque. Porque a más series, más temporadas. Y a más temporadas, más capítulos vistos de una sola sentada.
Gracias a las series, el prurito del hombre o mujer interesante crece, en la tediosa mesa de boda, entre aquellos con los que apenas unos instantes antes no habíamos conseguido ligar una charla liviana. Y después de escucharlos pienso en la prodigiosa facultad que tienen algunos para no liar las tramas de los programas que aseguran seguir. Cuando comienzan la enumeración, hay que rogarles que se detengan a tomar aire: <<Juego de tronos, Stranger things, Fleaback, Outlander, The wire, Daredevil, Jack Ryan, El cuento de la criada, Black mirror, Westworld, American Gods, House of cards, Watchmen, Big Little Lies…>>, pronunciados en un inglés más que aceptable.
¿No serán superhéroes ataviados de gala? Porque hay que tener algún poder sobrenatural para sumar a las horas de trabajo y las dedicadas a la familia, a las que requieren los cuarenta minutos por capítulo de cada uno de los títulos que les tienen encelados.
Este superpoder se sale de madre en aquellos que se jactan de su incontinencia a la hora de sumar episodio tras episodio, incluso de dedicar los fines de semana a tragarse las temporadas de sopetón.
Esta dependencia (que ya trabajan los gabinetes de salud mental) hace mella, sobre todo, en los menores de edad, pues les basta un teléfono móvil para pasarse las noches en vela, con el descanso abducido por cada una de las tramas con las que los equipos de guionistas son capaces de alargar una historia mediante toda clase de subterfugios.
Lo mío no son las series, más allá de la elegante hagiografía de la reina Isabel II del Reino Unido o del acordeón de aquel <<¡Chanquete se ha muerto!>> que provocó mis primeras lágrimas frente al televisor. Pero agradezco su existencia y universalidad. Entre otras cosas, porque me dan trucos para llenar de contenido muchos compromisos sociales.
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