Hace unos días leía un artículo sobre la búsqueda del amor en los jóvenes, parece que hay un cambio en la búsqueda del amor verdadero, del amor de la persona que te comprende y en la que puedes confiar hasta el final, ese amor romántico eliminado de las películas hace tiempo, a la par que, según el artículo, se prescinde de la sexualidad, no en aras de guardarse para el elegido o la elegida, sino porque se sigue separando el amor del cuerpo, entonces se entrega el cuerpo sin valor, y el amor se reserva para quien me comprende. Pero somos un todo integrado que no podemos separar, sin embargo, esta búsqueda, aunque todavía un tanto desorientada, nos recuerda que nadie puede vivir sin amor. El ser humano, creado por amor y para amar, aspira al amor, lo busca siempre, y aunque tarde en acertar con el camino no puede vivir sin él. El amor es sin duda la temática de todas las películas navideñas, religiosas o no, como diría la canción “love is in the air”.
El amor es consustancial al hombre y siempre ha estado en su corazón. Esta cuestión ya era una preocupación para los clásicos, si para Aristóteles el amor era la voluntad de querer para alguien lo que se piensa que es bueno para él, para Platón, amar era buscar la trascendencia humana para conectar con aquello que es eterno. La importancia del amor en Sócrates desempeña un papel fundamental en la búsqueda de la verdad y la sabiduría. Para el filósofo griego la idea del amor podía conducir a la contemplación de la belleza y la bondad, virtudes imprescindibles para alcanzar la perfección moral. Luego, preguntarnos por el amor y cómo llegar a sentirlo de verdad no es algo nuevo en el hombre, sino una constante, quizás porque fuimos creados por amor, y por tanto, estamos llamados a amar.
El año pasado, por estas fechas, se difundieron dos libros que demostraban que Dios era la única opción posible como creador del mundo. El “algo” no puede surgir de la “nada”, y no puede ser una casualidad. La perfección del funcionamiento del ser humano, de la naturaleza, no puede ser una casualidad, la probabilidad de que fuera así es imposible, y nos damos cuenta y admiramos esa perfección precisamente cuando nos falla la salud. Pero somos seres de carne y hueso, y fallamos y estropeamos lo que hacemos, incluso aunque nos empeñemos en amar, somos frágiles y no sabemos usar a veces esa libertad que nos regaló.
Ayer tuve una pequeña conversación con una persona en LinkedIn precisamente sobre este tema, me gustó porque muchas veces no nos dejan explicar a los creyentes lo qué es tener fe, que por supuesto es un Don, pero no suelen ser sinceros sobre lo que cuestionan. Me alegré mucho de sus respuestas, estuvo bien porque fue un diálogo con “buena voluntad”. Y el Señor precisamente vino para aquellos de buena voluntad, aunque no le conocieran:
“Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Lucas 2:14
En ese mensaje del ángel a los pastores confluye la Voluntad de Dios y la voluntad de los hombres, la voluntad de querer, de amar y de querer buscarle.
Estos días celebramos el amor, el nacimiento por amor del Niño Jesús, la voluntad de Dios de entregarnos a su Hijo por amor para nuestra salvación que nos hermana con Jesús al ser creados por amor. Nosotros, como hijos adoptivos hechos a imagen y semejanza de nuestro Creador, llevamos el amor como señal de identidad. Como acto de voluntad también es amar como Él nos amó primero, porque el amor del que tanto se habla estos días no es un sentimiento pasajero.
La celebración de ese amor que conocemos, el amor de la entrega, de la cruz, el elegir dar la vida o lo más preciado por el bien de aquel al que sea ama, y que ya intuían Sócrates o Aristóteles, es el que nos recuerda estos días la venida del Niño Dios. Celebremos el AMOR estos días y practiquémoslo para que no se vaya el resto del año porque hace mucha falta en este mundo tan separado de Dios, sabiendo que Él nunca nos abandona aunque nosotros no le miremos.
“¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta,
No tener compasión del hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.” Isaías 49,15
Que la llegada del Niño Jesús ilumine todos los hogares, y a los que no lo tienen, y llene los corazones de AMOR.
¡Feliz Navidad!
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